El 18 de abril de 2012, Luis Carlos Sarmiento Angulo, se quedó con el 88 % de las acciones de Casa Editorial El Tiempo, participación que tenía el grupo español Planeta en ese momento.
Como la plata llama plata, el banquero y constructor Luis Carlos Sarmiento Angulo selló un negocio que realmente no estaba en sus planes como era el de ser dueño del periódico más importante del país que durante cien años estuvo manejado por la familia Santos que comulgaba con las ideas del Partido Liberal y entre sus ancestros hasta figuraba un Presidente de la República como lo fue Eduardo Santos Montejo.
Todo había llegado a las manos del banquero por la vía de una deuda de la familia Santos que ascendía a unos 80.000 millones de pesos, lo que le permitió a la Organización Luis Carlos Sarmiento Angulo hacerse primero al 33 % de participación accionaria y luego, ese 19 de abril, quedó con otro 55 por ciento de las acciones de Casa Editorial El Tiempo S. A. y alcanzó el 88 %, además del canal local de televisión Citytv.
El acuerdo se cerró en las oficinas de la presidencia del Grupo Aval y para todos era un secreto a voces que el banquero había comprado un lote de excelentes especificaciones sobre la importante Avenida El Dorado o Calle 26 construida durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla y le encimaron un periódico.
Los años difíciles y cómo los enfrentó El Tiempo
Al concluir el siglo XX y en los comienzos del siglo XXI, tras la aparición de Internet en la década de los 90, Casa Editorial El Tiempo vivió años difíciles entre 1997 y 2001. Después, Luis Fernando Santos, presidente de la compañía, vislumbró la intensa competencia en el sector de medios de comunicación, pero logró mantener el liderazgo, los buenos resultados en publicidad, circulación y ganar participación de mercado hacia el 2004.
Desde la sede de la 26, se lanzaron, manejaron y controlaron productos editoriales como el diario económico Portafolio, la Biblioteca de El Tiempo, la editorial Intermedio Editores, las impresiones periódicas, los Proyectos Especiales, el canal local Citytv, la encuestadora Datexco, los diarios regionales Tiempo Medellín, Tiempo Café, Tiempo Cali, Tiempo Caribe, los semanarios Boyacá 7 Días, Llano 7 Días y Tolima 7 días. Las revistas masivas Motor, Carrusel y Viajar que fortalecieron junto a otras de nicho como Aló, Luna, Enter, Gestión y Habitar.
Todo este universo de letras y papel, llevó a la Casa Editorial a incursionar en nuevos medios y en el mundo digital con los portales de eltiempo.com; el empleo.com; metrocuadrado.com y así continuó su paso El Tiempo vinculado a la vida nacional hasta cuando llegaron los relevos generacionales en la dirección con Rafael y Enrique Santos al mando, la administración y los cambios en la propiedad accionaria.
Sarmiento compró entonces una audiencia de más de siete millones de personas diarias lectoras de cinco periódicos impresos con El Tiempo a la cabeza en materia de información de interés general y de Portafolio como líder en información económica y financiera, diez títulos de revistas, dos canales de televisión y una red de 18 portales informativos y transaccionales con una audiencia de más de 20 millones de usuarios únicos cada mes.
Al firmar la compra, la Organización Sarmiento declaró que la Casa Editorial El Tiempo era una institución periodística que se debía preservar, crecer bajo los principios y valores que la consolidaron desde su fundación al servicio del país asegurando continuidad en la administración corporativa y la conducción periodística. Por eso, no anticipó cambios en su estructura y dio continuidad a los diferentes proyectos.
Llegan los cambios en el edificio construido por Germán Samper Gnecco
Cambios físicos en el edificio de la 26, construido por el arquitecto Germán Samper Gnecco a través de su firma Esguerra Sáenz y Samper Ltda., comenzaron a percibir los empleados del periódico. El Tiempo con Sarmiento como dueño, conocedor del negocio inmobiliario en un sector de la ciudad donde el metro cuadrado oscila entre los 8 y 14 millones de pesos y con su hija Ángela en la Junta Directiva de la organización de medios.
Primero, dieron la orden de cobrar por los parqueaderos, redujeron el tamaño de las oficinas de directivos, la sala de redacción, empezaron a ralentizar los incrementos salariales y aunque no se metía directamente en el manejo editorial, cuando Néstor Humberto Martínez pasó de ser abogado asesor de Sarmiento Angulo a Fiscal General de la Nación, el funcionario se sentía con derecho a llamar a El Tiempo para tratar de incidir en el manejo de la información.
Casi una década después de haber hecho el negocio con el Grupo Planeta, el 20 de enero de 2020, el Grupo Aval de Sarmiento vendió a la Universidad El Rosario el emblemático edificio de El Tiempo en la Avenida Jiménez que la casa periodística de los Santos había estrenado el 18 de octubre de 1960, después del incendio del 6 de septiembre de 1952. Esa fue la sede del periódico hasta 1973 cuando se trasladó a la Avenida 26.
La Universidad le conservó una parte del nombre para su museo y rebautizó el edificio, diseñado en 1958 por el arquitecto italiano Bruno Violi, como El Rosario de El Tiempo con apoyo de historiadores y expertos en patrimonio mundial que en una crónica de Ricardo Rondón Chamarro relataron la historia del diario que circuló por primera vez el 30 de enero de 1911 bajo la dirección de Alfonso Villegas Restrepo en una casa del Parque Santander.
Villegas dirigió el periódico hasta 1913 cuando se lo vendió por 5.000 pesos a Eduardo Santos Montejo, amigo y excompañero de aula en el Rosario, quien se convirtió después en cuñado por su matrimonio con Lorencita Villegas.
La sede de El Tiempo en la 26, tiene licencia de obra nueva y demolición total
De acuerdo con el Acta 12 del 23 de agosto de 2023, cuando los miembros del Consejo Distrital de Patrimonio Cultural se reunieron para definir cuáles de los edificios del arquitecto Germán Samper serían susceptibles de ser declarados Bienes de Interés Cultural, el edificio El Tiempo en la Avenida Calle 26 No. 68B -70 fue analizado y rechazado, decisión que le cayó como anillo al dedo a Luis Carlos Sarmiento y su Grupo Aval.
De hecho, La Secretaría Técnica del Consejo Distrital de Patrimonio Cultural (CDPC) al presentar su valoración, según consta en el Acta, les recordó a los consejeros que los arquitectos Carlos Niño y Rodolfo Ulloa, en representación de los propietarios del edificio, argumentaron que el inmueble no tenía valores suficientes para ser declarado Bien de Interés Cultural y por tanto no había razones para su conservación arquitectónica.
La negativa de darle condición de Bien de Interés Cultural al edificio que favoreció los intereses inmobiliarios de Sarmiento, sumado a la licencia de obra nueva y demolición total que ya tenía el Grupo Aval, le permitió al banquero y constructor iniciar obras solo seis meses después de conocida esa decisión.
Diferentes portales periodísticos como economiaedmer.com y Halcones y palomas.com informaron sobre el inicio de la remodelación del tradicional edificio del diario El Tiempo para darle paso a la construcción de torres de apartamentos y oficinas comercializados próximamente en la sala de ventas. El acceso peatonal por la Calle 26 ya está cerrado. El ingreso de peatones y vehículos se realiza por la por la portería norte, a un costado del Club de la Policía Nacional.
Hasta el momento, la sede de El Tiempo sigue allí y a los empleados los están reacomodando para que Construcciones Planificadas S. A., empresa de la Organización Sarmiento Angulo inicie el proyecto con el que quieren contribuir a renovar la zona.
El lote donde se levantará el nuevo proyecto inmobiliario fue escindido de los activos de Casa Editorial El Tiempo en 2019 y ese activo fue la base para constituir una nueva sociedad denominada Inmuebles El Dorado S. A. S.
Durante la primera etapa, que se estima demorará dos años, la rotativa, las oficinas y escritorios de la redacción, serán reubicados en el mismo edificio cerca de la cápsula de El Tiempo, pues el proyecto incluye la construcción de un parque inspirado en la historia del diario que para Bogotá y el país tiene un valor simbólico que difícilmente se borrará.
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