Siendo muy niño buen estudiante de primaria y por mi enfermedad, ya era un privilegiado; mi madre me había premiado con un pequeño radio transistor que cabía en mi mano. Era dichoso, pocas emociones posteriores se podían comparar con el momento de ese regalazo; así hoy me dieran el celular más avanzado del mundo. Es increíble como los tiempos cambian ni siquiera teníamos televisión en blanco y negro, pero mi radio me hacía feliz.
En ese año el 31 de diciembre con mi receptor estuve muy atento a uno de los acontecimientos más importantes del mundo, era casi el evento deportivo del año: La Carrera Internacional de San Silvestre que se celebraba en Sao Paulo Brasil a la medianoche. El único certamen deportivo que iniciaba en un año y terminaba en otro. Esa noche mi emoción y felicidad fueron extraordinarias, al enterarme vía mi radio, que esa prueba atlética donde se daban cita los mejores atletas del mundo la acababa de ganar por primera vez un colombiano: Álvaro Mejía Flórez
Por aquellos tiempos padecía una grave enfermedad, siendo casi un niño discapacitado que tenía prohibido correr y hacer esfuerzos. Mis tratamientos eran limitados ya que éramos una familia muy pobre, de escasos recursos. Dada la situación de desventaja y la precariedad económica, había decidido de grande ser carpintero, ante las pocas perspectivas de tener apoyo para estudiar. Pero ante el triunfo de Álvaro Mejía, esa noche henchido de alegría me rebelé, me escapé de la casa y salí corriendo en la penumbra a darle vueltas a la cuadra imaginando estar en Brasil, era un sueño y una ilusión quimérica.
Pero en ese momento jamás habría imaginado que justo 20 años más tarde, ese niño discapacitado, era el ebanista frustrado convertido en el médico que competía codo a codo con los mejores corredores del mundo en La Carrera Internacional de San Silvestre en Brasil. Representaba orgullosamente a Colombia al lado de la leyenda Víctor Mora a quien ese día vencí.
Álvaro Mejía a quien seguí al dedillo se había convertido en mi gran referente. Su triunfo me motivó a seguir sus pasos, a intentarlo. Por esos tiempos ganar la carrera de fin de año en Brasil era más que un campeonato del mundo, porque además la premiación era suculenta y atraía a los mejores de los mejores. En 1968 Mejía que ya había logrado múltiples títulos internacionales ganó el pre-olímpico en México y era archifavorito para triunfar ellos 10 mil metros en la olimpiada de México.
En ese momento las circunstancias para un atleta del tercer mundo eran adversas y las cosas no se dieron. Pero en 1971 Mejía les pintó la cara a todos. La maratón más longeva y la más importante del planeta y convertida en otro campeonato mundial era la maratón de Boston que se corre desde 1897. Ese día el colombiano tal vez hizo su mejor perfomance durante esos terribles 42 kilómetros y en un cabeza a cabeza con final de infarto logró el triunfo por primera y hasta hoy única vez para un suramericano y segundo latinoamericano. Ganó por escasos segundos.
Triunfar en San Silvestre y en Boston, por esos tiempos eran verdaderas hazañas. Sólo lo lograban los mejores del mundo. Y Álvaro Mejía Flórez lo hizo. Su inspiración me sirvió para entre otros, ganar un maratón internacional en España representando al país, igualmente para más tarde convertirme en flamante Campeón del Mundo de los World MEDIGAMES, que no son más que los juegos olímpicos del sector salud y afines.
Hoy cuando me enteré de su muerte a los 80 años, vencido por un cáncer, le agradezco el camino que hizo que un niño discapacitado y miserable, persiguiera sus sueños y los alcanzara.
