Era obsesivo, era un monstruo. Había hecho cosas horribles, como dañarle la motocicleta con la que llegaba todos los días a su trabajo en Jennos Pizza en Unicentro. La tenía amenazada, cercada. Ellos habían terminado porque ella, Erika Aponte, se había cansado de los continuos cachos que le ponía su pareja. Él guardó un rostro completamente diferente hasta que nació su hijo. Desde entonces empezó a ser controlador, obsesivamente controlador, hasta el punto que empezó a asfixiarla. 20 días antes de que él la matara Erika descubrió que el hombre le había sido infiel. Por eso decidió terminar con él.
La intimidación se hizo cada vez peor. El pasado 7 de mayo el hombre ya la había buscado en Unicentro y la obligó a llevarlo en la moto. Mientras lo cargaba atrás le decía que si no volvía con él la terminaría matando. Promesa que cumpliría el pasado domingo 14 de mayo en el Juan Valdéz de Unicentro.
Erika había hablado con la mujer con la que le era infiel su novio. Le mostró todas las pruebas lo que generó incomodidad en quien sería varios después su asesino. Todo terminó de manera trágica el pasado día de las madres cuando él le pegó dos tiros en la cabeza y luego se disparó. Horas después moriría en el centro asistencial donde fue atendido.