Acutor: el metal no ha muerto, Dios sí

Acutor: el metal no ha muerto, Dios sí

Casi todas sus letras tienen como principio defender la dignidad del hombre del peor soborno que nuestros abuelos nos legaron como herencia: la religión católica

Por: Richard Galvis Gutiérrez
febrero 26, 2021
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Acutor: el metal no ha muerto, Dios sí
Foto: Facebook @acutoroficial

Empezar. Cómo empezar, ¿contamos un chisme? Que el batero murió, levantó la mano por sí mismo y que todo el álbum es una justificación de esa acción tenaz, implacable. No, el metal no es eso, el punk tampoco. Los chismes, las perturbaciones sexuales y los kilos de coca inhalados por la nariz son cosas personales, humanas, cualquiera se traba o mete perico. Acá, en este pequeño análisis, diseccionaré algunas ideas claras, apoyándome en conceptos “filosófico-lúdicos”. Desde ya, aclaro, no soy crítico de música, los detesto, no solo a los de música, a los críticos en general.

¿Muerte en vida? Y aunque tengamos nombre de vivos, estamos muertos. Muerte en vida es una de las canciones incluidas en el álbum Dios ha muerto y dios no ha muerto, porque el “ha” ya implica que hace, y dios no hace ni mierda, menos en estos tiempos. “Y lo que te dijeron/ fue solo una mentira/ no hay salvación eterna/ no existe el más allá”. Casi todas las letras, similares a la citada con anterioridad, tienen como principio defender la dignidad del hombre del peor soborno que nuestros abuelos hechos polvo nos legaron como herencia: la religión católica.

Una apuesta feroz, con melodías suaves, aunque lúgubres, y explosiones de chirriantes guitarras acompañan las letras venenosas, indecorosas, bien escritas, nacidas de un lector cuidadoso de los textos de Nietzsche y de los lamentos de Kafka. Posiblemente, ya de metal sé poco, la banda más filosófica, no digo ya del metal, sino de la música general en Colombia es Acutor.

“Si miras atrás, no encontraras, nada que valga la pena” y “solo verás, decrepitud y hombres que quieren morir”. Según Schopenhauer, el ser humano desde que es humano no ha cambiado ni un ápice, solo han cambiado las mascaras y el escenario, pero los actores somos los mismos desde hace milenios. Crueles, felices viendo como romanos crucificaban en palos en forma de cruz gente de clase baja. Y no hablemos de edad media, la edad oscura, donde los papas se limpiaban el culo con oro mientras la peste consumía las almas de los pobres. Será que todo pasado fue mejor, no, y lo niego como lo niega Acutor.

La vida en la tierra es asquerosamente católica, todos queremos sufrir, todos buscamos morir. El catolicismo es la religión sadomasoquista por excelencia, para muestra de un botón la pasión de cristo de Gibson. Un judío flaco y hambriento, pidiendo dolor y no injuriando mientras una jauria de romanos le parte palos y lo golpea con laticos y chuzos en la espalda. Y el Jesus sufrido feliz, dichoso, llorando lágrimas de satisfacción como las actrices porno cuando un pene de goma les deja los cachetes enrojecidos. Kafka, un judío, siguió siempre los principios religiosos del sado, un hombre torturado, una cucaracha humana de Kafka. Acutor extrae lo existencial, solo que no lo asocia a un mal hecho por un dios, sino a un mal inherente a la existencia del hombre.

Yo, en lugar de escribir “no encontrarás/ nada que valga la pena mirar”, escribiría “nunca, ni en el pasado ni el presente/ encontrarás/ nada que valga la pena mirar”... O acaso quieres tener hijos para que vean a jóvenes rotándose jeringas cargadas con heroína cortada por los camellos, o niñas hundidas en el bazuco, amarillas, con ojos de zombi recorriendo las calles de nuestras ciudades colombianas.

El ser humano es bello y feo, bondadoso y violento, un vómito de sentimientos, el colombiano común es todo eso, pero si es malo lo exagera, y si es bueno lo es tanto que se vuelve un testículo andante. Recomendación: escuchen Acutor para que no sean manipulados por ideas impuestas y sean felices sin el soborno del cielo, y seamos conciertos de que solo hay una vida, y probarlo todo, sin dañarnos, es nuestra única responsabilidad.

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