La esperpéntica y famélica cumbre para el cambio climático celebrada en Glasgow, que para Colombia ha sido más bien un saludo a la bandera, por la cantidad de compromisos superfluos y decadentes que ha realizado, refleja el desinterés y la desidia con la que el Ejecutivo colombiano afronta estas diligencias.
Es por demás acotar que es importante la reunión de las naciones para enfrentar el cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero(GEI), sin embargo, la patética actuación del Ejecutivo colombiano deja mucho que desear del prestigio de la misma.
La ratificación del acuerdo por parte de Colombia fue uno de los compromisos bandera que hizo con la comunidad internacional en materia de cambio climático, sin embargo, se dijo que será tramitado con carácter de no urgente, lo cual nos deja atisbar las menesterosidades y vaguedades del ejecutivo, que no razona acerca de las consecuencias catastróficas de la poca urgencia en la ratificación del precitado acuerdo.
En el terreno internacional todo quedó claro, la suerte está echada: Colombia de nuevo sirvió de bufón ante los más altos órganos mundiales, y nos deja a todos sus habitantes con un sinsabor de boca y una apatía difícil de digerir. Señores, el acuerdo de Escazú no es una pendejada que se puede prorrogar indeterminadamente en el tiempo, métanse en la cabeza que se juega con vidas y con el futuro de la población mundial, las emisiones de GEI son tan perjudiciales como un veneno que mata lentamente, por consiguiente, no es un juego; también la vida de nuestros gestores ambientales merecen irrestricta atención.
En conclusión, resulta imprescindible, de forma urgente, la ratificación y la puesta en marcha del acuerdo de Escazú. Necesitamos, de sobre manera, proteger la única fuente de vida que tenemos, el planeta tierra está sufriendo los portentosos estragos de años y años de contaminación, abuso y desinterés por parte de nuestras cabezas visibles.
Por consiguiente, los ánimo, de verdad, ¿no es tan urgente?