Promete ser interesante el trabajo anunciado de Pearce y Velasco sobre la “Tecnocracia económica en Colombia”, resumido en el artículo de La Silla Vacía (https://www.lasillavacia.com/red-de-expertos/red-social/tecnocracia-garantiza-estabilidad-pero-no-impulsa-reformas-fuertes/).
Por lo visto, hacen un importante esfuerzo por caracterizar al grupo élite de funcionarios que han gestionado la política económica desde 1991 hasta 2023, es decir, desde que se realizó la “apertura económica” de choque, en el mismo contexto de la Constituyente de 1991 que proclamó un “Estado social de derechos”, y el comienzo del primer gobierno de izquierda en Colombia.
Los autores parece que le asignan un papel preponderante a la política económica, supuestamente gradualista y de ortodoxia neoclásica -que ellos se abstienen de caracterizar como neoliberal de entrada-, agenciada por la autoproclamada tecnocracia y que habría conducido a la construcción de la “singularidad colombiana”, “esto es, una estabilidad y un crecimiento económico continuo en medio de violencias e inequidades que se reproducen generacionalmente sin posibilidades ciertas de cierre definitivo”. Hay que desearles suerte en ese intento, necesario pero peligroso.
Leyendo el referido resumen, recordé un seminario al que asistí en 1985 en Campinas, Brasil, con lo más granado de los economistas heterodoxos y neoestructuralista de entonces (Tabares, Belluzzo, Frenkel, Bresser-Pereira, tal vez Ferrer, y muchos otros de esa estirpe), con ocasión del proyecto de Plan Cruzado para detener la hiperinflación.
Al terminar la exposición de un modelo econométrico que relacionaba el saldo de la balanza de pagos, la tasa de interés, la oferta monetaria, el PIB y la tasa de inflación, un asistente despierto preguntó: “Y en ese modelo, ¿cómo se explica el caso Colombia?”. Hubo un silencio peligroso. Creo que yo era el único colombiano, no sé si Astrid Martínez también estaba. Me puse rojo. Colombia ¡no tenía hiperinflación, el PIB crecía y la tasa de cambio paralela estaba por debajo de la oficial!
Todos concluyeron: “Colombia es un caso singular. No cabe en el modelo”. Pearce y Velasco dirán ahora que debió ser por la “tecnocracia”. El problema es que entonces había Junta Monetaria, tasas de cambio administradas… y sin Constitución de 1991.
Pero la violencia era la misma y la exclusión de indígenas, negros, campesinos, pobladores e izquierdistas era mucho mayor. De manera que a nuestros autores les va a tocar, de un lado, alargar el período de análisis y del otro, incluir la economía de la coca, el rentismo minero energético y profundizar más en las dimensiones sociales y políticas del análisis.
Yo crecí conociendo el país como dividido entre buenos y malos, para algo somos herederos del catolicismo. Unos eran liberales y otros conservadores (cachiporros y godos), no sé cuáles buenos y cuáles malos. Luego el mundo se agrandó: capitalistas y comunistas o mediante eufemismos, democracia liberal y marxismo.
Más recientemente, derecha e izquierda o con eufemismos, uribistas y progresistas, o si se quiere, neoliberales y mamertos. Ahora la prensa colombiana habla de que el mundo se divide entre tecnócratas y activistas. Me resisto a esos dualismos, pero existen, al menos como referentes del debate y escondidijo de intereses.
Claro que la llamada tecnocracia es un eufemismo para ocultar a los amanuenses de los intereses consolidados, que defienden el statu quo. En una emisora los llaman el “partido de los economistas”, como una manera de excluir a los economistas que no compartimos el credo neoliberal.
Pretenden desconocer a Gustavo Petro como economista, porque no es neoclásico. Como si J. Stiglitz, o P. Krugman o A. Sen, para nombrar solo tres, que no son ortodoxos neoclásicos, no fueran economistas y activista a la vez, que lo son.
Reducir el mundo de la política económica colombiana al ámbito de los economistas de la tecnocracia neoliberal es un grosero reduccionismo. Claro que los muchachos neoliberales son activistas bien formados, al servicio de los grandes grupos económicos nacionales, y muchos transitan con éxito a las corporaciones multinacionales sin romperse ni mancharse.
Los otros economistas, heterodoxos de todas las vecindades, también somos activistas y somos bien formados. Es gracias al activismo de todos, ortodoxos y heterodoxos, que el mundo se mueve.