El reciente triunfo de Bolsonaro en Brasil, del castañouribismo en Colombia, de los neofascistas italianos, de Lenin Moreno en Ecuador, de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en Reino Unido, la irrupción de la extrema derecha de Vox en las elecciones regionales de Andalucía, España, para citar algunos ejemplos, tienen un denominador común: la intervención de auténticas guerrillas virtuales en las redes sociales que haciendo uso de millones y millones de datos, comprados o usurpados de Facebook, lograron manipular a electores de todos los estratos sociales en favor de sus candidatos y programas.
Es lo que está ocurriendo en Venezuela: desde hace muchos años, Estados Unidos prepara grupos de agitadores en los países donde gobiernan partidos contrapuestos a los intereses imperialistas. Venezuela ha sido una prioridad. La revolución bolivariana era un peligro para los intereses geopolíticos de Norteamérica y se intentó derribarla, primero con un golpe militar al comandante Chávez, al viejo estilo militarista. Fracasada la acción, estos grupos de agitadores, con financiación directa de los Estados Unidos, irrumpieron con fuerza en la sociedad venezolana agudizando conflictos sociales o creándolos donde no los había, para derribar al gobierno a toda costa.
Estos hackers, fundaron un grupo, que en principio, solo pretendía burlarse de las cosas y ocurrencias cotidianas sin censura alguna, con un éxito sin precedentes en la historia de las redes sociales. Pronto fueron detectados por los grandes lobbies de la política internacional para que sus estrategias virtuales, degeneraran en guerrillas virtuales. Su virtud: contar con millones y millones de datos de las redes, conocer los gustos y predilecciones de los ciudadanos y elaborar mensajes personalizados a favor de su interés y en contra de sus enemigos.
La eficacia de estos grupos terminó por llamar la atención de las fuerzas militares lituanas”, dice Oliva Muñoz Roca (El País de España, viernes 9-11-18), “que definieron a estos activistas virtuales como una nueva estirpe de guerrilleros virtuales”. Luego, según Olivia Muñoz, fue la OTAN la interesada.
“Saber comunicar con éxito lo que es correcto como incorrecto y lo que es incorrecto como correcto” es la clave, como lo ha explicado el exmilitar y analista estadounidense Stefan J. Banach, citado por nuestra comentarista. El objetivo de estas guerrillas virtuales, muy claro: “generar desequilibrio a nivel individual y social… cegar las mentes del adversario a través de la programación de elementos de ambigüedad que atacan, engañan y confunden a las personas y producen distracciones masivas de manera tanto física como no física”.
Sin la intervención de estos grupos no se entendería el triunfo de “Jair Bolsonaro, un misógino, homófobo, racista y rodeado de partidarios del regreso de los militares al poder, Bolsonaro encarna una corriente política que había mantenido un perfil bajo en América Latina desde el final de las dictaduras”, anotación de Renaud Lambert en Le Monde Diplomatique (8-11-18).
Tampoco se entiende el triunfo del no en un plebiscito por la paz en Colombia y las siguientes elecciones donde el castañouribismo prometió, y lo está haciendo, hacer trizas los acuerdos de la paz de La Habana entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos. Y mandar al traste, por cualquier medio, las incipientes conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional, de cuya sede, Quito, los echaron. Una consecuencia lógica del regreso de los neoliberales a Ecuador, de la mano, nada más ni nada menos que del que fuera Vicepresidente de Rafael Correa, creador y guía de la Revolución Ciudadana, y quien lo apoyó para que llegara a la jefatura del Estado: Lenin Moreno ahora lo persigue con la saña de un enemigo sin cuartel. El poder de estos movimientos no tiene límites.
Pues bien, las guerrillas virtuales están en plena efervescencia. Y estos combatientes están en los bolsillos de los individuos, en las oficinas de los empleados públicos, en las cocinas de los hogares, en las aulas de colegios y universidades, en los púlpitos religiosos, en todos los dispositivos electrónicos, sobre todo móviles, y, como no, en la estrategia político militar en cualquier parte del planeta.
¿Sabe el mundo que Venezuela tiene intervenida su economía desde hace muchos años?, ¿que todo intento de diálogo ha sido saboteado por los Estados Unidos?, ¿sabe el mundo que en Colombia se han asesinado a más de 400 líderes sociales en los últimos dos años, por parte de mercenarios y paramilitares, justo desde que se firmaron los acuerdos de paz en La Habana,?, ¿conocen que Lula Da Silva, el expresidente de Brasil, fue encarcelado sin pruebas contundentes para evitar que sea candidato a la presidencia?
El "mundo mundial" no tiene claro lo que sucede a su alrededor. Por ejemplo, que la Unión Europea lleva a cabo un genocidio a gran escala contra inmigrantes africanos víctimas de guerras fratricidas que ellos mismo promovieron. El mar mediterráneo es hoy el cementerio más grande del mundo en las narices de gobiernos que hoy lanzan la operación salvamento en Venezuela. Que Estados Unidos continúa su genocidio cultural y racial histórico sin ninguna contemplación. Que en Colombia, desde la década de los 80, se lleva a cabo un genocidio político, sostenido y a gran escala por parte del castañouribismo que deja al menos medio millón de muertos, 250 mil desaparecidos, 5 millones de desplazados internos, y otros 5 millones viviendo en el exterior. Ya había sucedido en Argentina y Chile, Uruguay, Paraguay y Centro América. Hoy, se corre el riesgo de un nuevo genocidio ideológico, al estilo nazi, por parte de Bolsonaro, pues ya ha anunciado la creación de grupos armados y el exterminio del pensamiento socialista en Brasil.
¿Son estos actores los que tratan de derribar al gobierno bolivariano tapando sus propios crímenes y vergüenzas y ensañándose con Venezuela, un país que trata de valerse por sí mismo y llevar a cabo unas reformas que no representen los intereses de potencias extranjeras sino el sus propios ciudadanos? ¿Son estos hipócritas que en sus propios países llevan a cabo crímenes de lesa humanidad los que quieren salvar al pueblo venezolano de los ideales de su propio destino? Sí. Eso es lo que pretenden. Y como las políticas del gran garrote ya no funcionan, echan mano de la realidad virtual, o aumentada, para distorsionar lo razonable y hacer de esa distorsión la verdad que legitima sus actuaciones.
Tanto al interior como en el exterior de Venezuela estas guerrillas están haciendo estragos. Un pelele del imperio se ha proclamado presidente y lo han reconocido todos los países amigos de lo ajeno. Ante esta avalancha de “nuevos ejércitos”, de “trolls”, apoyados por “bots”, que tienen el cometido de inundar las redes con información tóxica, la misma que es percibida y reproducida por “odiadores locales” (personas que reciben mensajes manipulados y consciente o inconscientemente, los multiplican utilizando sus propios perfiles o formatos anónimos), que reproducen los mensajes manipulados, es necesario la activación inmediata de contraguerrillas virtuales para neutralizar esta acción delictiva de alteración de la realidad concreta. Una de las primeras tareas sería ubicar a estos personajes, hackers y odiadores locales, y neutralizarlos, como lo ha empezado a hacer el programa de la televisión sueca Trolljagarma (Cazadores de odiadores locales), con un éxito muy notable.
Ante esta situación, sin descuidar el territorio, existe la urgente necesidad de poner en marcha ejércitos y tácticas en red para hacer precisamente lo contrario de estas macabras organizaciones: reducir la realidad aumentada a la real específica y crear poderosos muros de contención virtual contra los “odiadores locales” y ponerlos en evidencia.
América Latina es un continente que ha ensayado varios estilos de políticas sociales en las tres últimas décadas. Sus errores, que no han sido pocos, han sido aprovechados por las nuevas tecnologías militares virtuales para cambiar las políticas del gran garrote por las políticas blandas, que consisten en levantar a los pueblos contra sus propios gobiernos democráticos.
“Estamos en los albores de la guerra virtual que, en teoría, es la política por otros medios cuando esta última se agota”, encabeza la nota Olivia Muñoz. Habría que preguntarnos hoy si el llamado Grupo de Contacto, que se ha reunido en Montevideo, lleva su propia estrategia virtual. Habrá que descubrir los puntos estratégicos de las guerrillas virtuales de Juan Guaidó, dónde están los nuevos guerreros de las redes sociales y actuar en consecuencia. Estamos, sí, ante el inicio de una nueva forma de guerra y nos han sorprendido en completa indefensión. Comprender esta nueva forma de hacer política es una obligación de aquellas personas que amamos la libertad y la paz en el mundo.
Coloquemos a nuestros simpatizantes a trabajar en la red. El lema: creer en la realidad para poder crear la verdadera realidad con justicia que reclaman nuestros pueblos desde hace muchos siglos.