La primera vez que tuve noticia de los ataques a mujeres con ácido fue en una revista feminista que mencionaba cómo en Afganistán y otros países de mayoría musulmana se “castigaba” de esa manera a las mujeres por algún hecho que el marido o la familia de este considerara una afrenta: querer divorciarse, no querer servir de esclava doméstica a la suegra, incluso no tener hijos con la premura que la familia había planeado. Me horroricé ante la noticia, mas sentí que estaba ante un drama doloroso, pero ajeno.
En general en Colombia, los ataques con ácido nos parecieron, al principio, hechos insólitos y hasta exóticos. Provenientes de culturas lejanas a la nuestra y que además consideramos atrasadas y primitivas con relación a nuestro “alto grado de civilización”, los medios de comunicación, el sector salud, la justicia y toda la sociedad estábamos muy poco preparados para nombrar este tipo de violencia, para enfrentarla, para sancionarla y para prevenirla.
Los medios de comunicación han desempeñado un importante papel visibilizando los ataques y condenando esta conducta. En el tratamiento a estos casos se ha notado un avance de la mayoría de periodistas tratando de hacer un cubrimiento responsable, delicado y sensible.
Sin embargo, algunas personas analistas de información han notado una especie de efecto paradojal, al notar que algunos temas se convierten en moda con la exposición mediática. Tal como en las películas sobre espectaculares robos bancarios, que fueron replicados con detalle en muchos países, el tema del ataque con ácido ha llegado a un campo social y cultural predispuesto a enfrentar todas las situaciones con violencias, incluso el amor y el desamor.
Es así como hombres que se sienten propietarios de sus parejas o exparejas o que se sienten ofendidos ante un rechazo, e incluso mujeres que se sienten desplazadas del afecto y atención de su pareja por otra mujer, han tomado atenta nota del macabro método para reducir la dignidad y dejar una huella permanente en aquella mujer considerada mala, bandida, quitamaridos, etc.
Es un caso tan preocupante, que escuché a niños de primaria amenazar en un juego a las niñas con lanzarles ácido si se seguían riendo, o si les ganaban el juego o si.... cualquier justificación sobra.
Con un grupo de mujeres nos reunimos a pensar el trasfondo de esta dolorosa situación.
Lo primero que hicimos fue dolernos y condolernos de todo: de las víctimas y los victimarios (y victimarias también). Pensamos en borrador, pero logramos articular algunas ideas en una especie de campaña que buscara “activar los antiácidos” de los hombres, las mujeres, los medios y la sociedad entera.
Logramos inventarnos recetas o prescripciones para algunos de los posibles públicos de interés. He aquí algunas que recuerdo:
Si usted es hombre y empieza a sentir punzadas de acidez que le hacen querer agredir a una mujer:
ñ Acepte el reto de resolver la situación sin violencias.
ñ Por dolorosa que sea la situación, recuerde que no se puede obligar a alguien a amarnos y no somos propietarios ni propiedad de nadie.
ñ Recuerde que hay vida antes y después de una ruptura amorosa. No pierda tiempo en venganzas. Empiece ya a sanar y a rehacer su vida.
ñ Intente que en su solución no haga nada que dañe el cuerpo, que socave la dignidad, la autoestima o empobrezca a su pareja o expareja.
ñ Desfigurar a una mujer no nos hace más hombres, ni nos aproxima al amor ni a la felicidad.
ñ Si nada le conmueve, por lo menos piense que es un delito y puede terminar en la cárcel en circunstancias terribles y penosas.
Las mujeres podemos, debemos y necesitamos activar nuestros antiácidos. Activo mis antiácidos cuando:
- No justifico las violencias bajo ninguna circunstancia.
- No juzgo la vida de las demás mujeres. No me creo mejor ni peor que otras. Sé que la historia de cada una tiene huellas, dolores y también oportunidades distintas.
- Nunca le digo puta a otra mujer por las decisiones y comportamientos sobre sus relaciones afectivas ni sexuales.
- No repito chismes, rumores, maledicencias ni cotilleos sobre la vida de otra mujer.
- Si mi novio o esposo se enamora de otra mujer, me resisto a declarar que ha sido “culpa de esa zorra”.
- Aunque esté en medio del despecho, evito insultarla, golpearla o mandarla a agredir por otros.
Sobre el relacionamiento entre mujeres: se afirma que el principal triunfo de la cultura patriarcal ha sido hacer creer enemigas a las mujeres. Ver sombras y rivalidades, amenazas y enemistad en cualquier persona del mismo sexo que se me aproxime.
Nos atrevemos a proponer dos claves para activar los antiácidos desde el origen mismo:
ñ Aprender a disfrutar de nuestra propia compañía, de nuestra soledad, para cuando lleguemos a una relación con otra persona no sintamos que nos tiene que completar o que si se va de nuestro lado, la perdemos, nos quita algo, nos arrebata pedazos.
ñ Aprender a ser amigas. Muchas hemos tenido la fortuna de haber construido amistades, casi hermandades con otras mujeres a lo largo de la vida. A otras todavía les parece sospechoso, pero les retamos a intentarlo. Quiero dejar la invitación con un ejemplo reciente y conmovedor: mujeres palestinas e israelíes reunidas, jugando en el mar, como lo que podemos y debemos ser: Amigas.
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