En las faenas de campo, en el cultivo del toro de lidia, hay una que se denomina “acoso y derribo”. Consiste, esencialmente, en llevar trotando a la vaquilla en un espacio abierto y detrás dos jinetes y derribarla (como en el coleo) con la garrocha. Ello prueba la destreza de los jinetes, de los caballos y es una tradición que exhibe la brega del mundo del toro.
Y aludo a esa faena porque en pasados días quedé estupefacto, al observar cómo derribaron de una manera -por demás grosera con el patrimonio y el artista que la hizo- la escultura de la imagen del maestro César Rincón. Un torero que instaló el nombre de Colombia -en un momento histórico donde solo se hablaba mal de nuestra patria-, en Europa (cuyo nombre nace de una historia mítica con un toro), México y otros países donde puso su humanidad en riesgo, ante toros de lidia enormes, y salió en hombros victorioso, orgulloso de su humilde origen colombiano.
En Duitama, la plaza de toros donde la fiesta se vivía cada año, lugar donde concurrían alegremente los aficionados y la economía se dinamizaba de tal modo que hasta el municipio de beneficiaba por el turismo, la gastronomía y el pago de impuestos, ahora han atentado contra una escultura que exalta a cesar rincón.
La forma en que fue derribada la estatua no atendió ninguno de los protocolos de conservación de este tipo de bronces, que sea de quien sea, debe tener unos mínimos de cuidado para su traslado. Vista esa desfachatez, me surgen interrogantes, y acudo a la historia para hacer un símil, con este acto.
Según la historia de Colombia, la bella “loca” Manuela Sáenz, una noche de festejo colgó un muñeco que simulaba a Santander, con el fin de que fuera golpeado a palazos como sucede en las fiestas infantiles con las piñatas. Cuando Bolívar se enteró de este acto, sufrió un disgusto por lo que representaba esa afrenta.
Es evidente que al querer “matar” a alguien -así sea ficticiamente o en alguna representación imaginaria-, hay también un sentir del deseo de desaparecerlo. Y eso tal vez lo interpretó así Bolívar (El Libertador) por supuesto.
Siento que lo mismo puede interpretarse con el acoso y el derribo que ha sufrido la fiesta brava en Colombia y en el mundo, que hoy sigue siendo legal, aún con la reciente aprobación de la ley que las elimina. Así que es un acto violatorio de la ley, el tumbar de esa forma la estatua de César Rincón.
Y surgen más interrogantes. ¿Por qué pedir tolerancia hacia sus gustos, sus afinidades, pero no respetan el gusto de los demás? Imponer una ideología, un unanimismo de pensamiento, uniformarnos, es una manera de oprimir, de borrar al otro y su historia, y eso justamente es lo que la constitución política de 1991 no quiso, por eso incluyó el pluralismo, la diversidad, el respeto al patrimonio, pero, viendo ese bochornoso y atroz acto del derribo de la escultura a César Rincón, se concluye que se han saltado o asaltado, el querer de nuestra carta fundamental.