Desde hace un par de semanas he estado en la búsqueda de cabos sueltos para escribir un artículo interesante para la Universidad de Antioquia, tratando de estar despierto también en mi búsqueda personal del Ser y la Verdad. Y como el Universo conspira permanentemente, siempre está ahí bombardeándote de todo lo que pides, como un genio misterioso que nos dice: “Tus deseos son órdenes. Lo que pides así será”; me puso de frente las circunstancias que necesitaba. La ciencia lo llama leyes físicas, los pseudocientíficos lo llaman ley de la atracción. Yo por mi parte, sin definirlo trato de aprovecharlo, mientras que algunos estudian las raíces otros cosechan los frutos.
La semana pasada me dirigí hacia el Archivo Judicial de Antioquia, de la Universidad Nacional para hacer un trabajo de historiografía. El objetivo es investigar procesos judiciales de pleitos amorosos o amancebamiento a finales del siglo XIX en Medellín. No obstante, no fue tarea fácil; y no sólo por la intrincada caligrafía de los escribas judiciales hace 125 años, sino también por el difícil acceso de las personas a las universidades del país.
Mientras que el internet libre apertura su acceso a cualquiera, y como en el caso de Wikipedia todos aportan a formar el conocimiento, contrariamente las Universidades de Colombia, cada vez cierran más sus puertas. Nombré por internet libre al que uno paga en su propio hogar, no al restringido y cerrado de las universidades de Antioquia y Nacional cuando se accede a la red Wi-FI, sí es que se logra pasar el filtro o proceso de loggeo.
En la portería de la Universidad Nacional dos guardas de seguridad se debatían entre su desempeño laboral y la humanidad. ¿Dije humanidad? No existe tal concepto cuando de ello depende tu empleo.
Mientras que aquí en Colombia se restringe cada vez más el acceso en las porterías de las universidades con sistemas electrónicos de seguridad en otros países se conciben estos centros de conocimiento como parte de la ciudad. Es el caso de la Universidad más grande del mundo –como me dijeron en 2006- cuando tuve la oportunidad de visitar el Campus de la Universidad Auntónoma de México (UNAM). Cuando accedes a su Alma Matter te sorprendes de que no existan mallas de seguridad tipo cárcel que cohesionan el conocimiento de estas barreras físicas hacia adentro, y que extrañamente, a mis ojos, todo sea parte de un todo donde cualquiera puede acceder sin demostrar que es segura su permanencia en las instalaciones. Además, sin ser estudiante del campus puedes montarte en cualquiera de las 4 rutas internas de buses sin pagar un solo peso. Ese día en noviembre de 2006 quise algún día tener la oportunidad de regresar con más tiempo, quizás con una beca, a conocerla más a fondo o estudiar allí.
¿Hasta dónde se justica la seguridad en las Universidades del país?
Sí las universidades se mantienen con los impuestos que aportamos y el dinero común, y sí son centros de conocimiento público abierto a cualquiera, entonces por qué tengo menos derecho a entrar a la Universidad Nacional que dos extranjeros. Precisamente ese día en que no aparecía en la lista de estudiantes de Historia de Colombia II, por ser parte del curso de Colombia IV, se presentaron dos jóvenes turistas, aquellos que piensan que vienen a una selva, vestidos como para cacería en África. Un guarda de seguridad le pidió a la guarda que me atendía, mientras que ésta trataba infructuosamente de comunicarse con un superior, el consentimiento para que ambos pudieran entrar a conocer dicho Templo del Conocimiento. Yo por mi parte me decidía a escribir esto. Cuando menos lo esperé, estos ciudadanos del universo ya no estaban, quizás estarían sorprendidos hablando de los avances en arquitectura del tercer mundo, o de los murales vandálicos que abundan en el mundo universitario al límite del anarquismo, de los que trataré en mi próximo artículo. ¿Cómo es posible que dejen entrar dos turistas extranjeros por la misma portería en la que a mí, colombiano, no me dan el permiso?
Por último, sueño una Universidad abierta a la ciudad y al mundo, un espacio físico que haga parte de la ciudad sin necesidad de mallas, donde cualquier ser humano pueda entrar sin inseguridad.
Para terminar mi interpretación de los hechos les dejo el consejo que me dieron a mí para entrar toda esta semana a la Nacional, hay que solicitar en la Universidad de Antioquia una autorización de préstamo interbibliotecario para ir a la Universidad Nacional sin ningún inconveniente,
Hace 5 años cuando inicié la Universidad, uno podía entrar a la Nacional, a la de Antioquia, a EAFIT y a la de Medellín simplemente diciendo que iba para la Biblioteca o con la excusa de conocer. Se confiaba en la palabra. El ser humano no ha cambiado, es el mismo que hay desde el origen de los tiempos: pícaros, vándalos, honestos, humildes, normales. ¿A dónde llegará la seguridad?