Popularmente sostienen que parte de ser joven o joven adulto es no sentirse identificado, al menos eso me dijeron y eso han dicho generacionalmente, la cuestión es hasta qué punto. La idea romántica de no encajar se ha convertido en una realidad que da miedo, llena de incertidumbre y protagonizada por una falta de representatividad dentro de la esfera que toma las decisiones estructurales y “decisivas”, valga la redundancia.
Así pues, usaré este espacio como una forma de desahogar este desasosiego político y civil que siento en este momento, sintiéndome inseguro del futuro que acarrea este país, y no principalmente por los hechos coyunturales, aunque estos prendan las alarmas, sino por la amenaza a la opinión y por la desarrollada miopía ideológica de muchos pasionales por estos días.
Al decir que no me hallo, no me refiero a un capricho adolescente, entiéndase que no me encuentro identificado con las decisiones que se toman actualmente en el país, ni tampoco me siento cómodo siendo parte de la ideología de la oposición, y no es para confundir con un centralismo que niega hipócritamente su procedencia, es que simplemente me siento políticamente huérfano en un país de ideologías fuertes y marcadas, de partidos que a veces pareciesen más bien deidades, que cuentan con sequitos y fanatismos arraigados que les impiden encontrar en su opositor ideológico (por mesurado que sea) la más mínima legitimidad.
De hecho, me sorprende cómo las personas en las redes sociales reaccionan sin espacio a la meditación para defender a cabalidad o a criticar irrefutablemente una medida, comentario, afirmación o negación, únicamente basados desde el hecho de quien sea el emisor. Se niegan a aceptar cualquier cosa que no provenga de sus influencias políticas a las que dotaron con un veto ideológico
En Colombia el mandamiento por excelencia es "si no está conmigo, está contra mí". A raíz de eso yo me pregunto: ¿acaso no hay espacio para un tibio?
¿Porque no puedo apoyar la renta básica y la hipoteca inversa a la vez? Una busca nutrir el crecimiento y el consumo, trayendo rendimientos progresivos a largo plazo, y la otra pretende dar nuevas oportunidades de renta e ingreso aquel que lo necesita.
¿Por qué no puedo pensar en trabajar para la erradicación de la pobreza por medio del acceso de los mas vulnerables a oportunidades sin apoyar un proteccionismo observado desde la presbicia populista? El primero busca reforzar la educación, crear oportunidades, dar garantías de ingresos y generar capacitación civilm cuando el otro simplemente vende (en muchos casos como el del petróleo y el aguacate) un producto nacional no tecnificado como una oportunidad “competitiva” ante un mercado internacional voraz que no tiene en cuenta “la reivindicación del pueblo”.
¿Por qué no puedo apoyar el aborto legal reconociendo la libertad de la mujer mientras me llaman incoherente por no apoyar el lenguaje inclusivo? Y aunque la naturaleza de ambas acciones suena dispar, hoy por hoy se siente como un encasillamiento de “todo o nada”. O se acepta todo lo referente a una ideología o se está apoyando mal. Así entonces, por un lado a uno lo llaman “asesino”, mientras que por otro lado soy tildado de ignorante o excluyente.
¿Por qué no puedo decir abiertamente que la decisión de la corte con el caso Uribe fue exagerada y más política que judicial? Lo anterior sin dejar de reconocer que el personaje ya no tiene cabida en el gobierno de este país y que las declaraciones de Duque fueron erradas y cercanas más bien a una suerte de discurso que incita a una democracia plebiscitaria. ¿Entonces por qué automáticamente hago parte de su militancia por mirar con reserva las decisiones de la corte?, ¿o por qué me convierto en parte del “mamertismo” si critico las comunicaciones del jefe de Estado y el absurdo “tutelatón”?
Por último, ¿por qué considero que una reforma a la justicia es necesaria, pero no como una venganza reivindicativa a un proceso judicial? Si existe una constituyente se debe crear desde una motivación plural para la ejecución de ajustes estructurales, no desde inclinaciones específicas ni bandos que solo piensan desde la unilateralidad.
La respuesta a esto es lo que usted muchas veces probablemente ha escuchado y es que soy un “tibio” y lo soy porque entendí que esta juventud se debería cuestionar antes que deliberar de forma desobligante; porque aprendí a respetar las posturas, motivado a entender en por qué se apoyan; y porque comprendí que muchos buscamos ese tibio idílico en nuestras vidas y creo personalmente que el esfuerzo y la búsqueda del matiz lleva a una sociedad a encontrar en el camino acuerdos y reformas tanto culturales como políticas que mitiguen tanta discordia.
Soy tibio porque entiendo que el liderazgo colectivo es suficientemente inclusivo para vivir y dejar vivir, pero más importante porque comprendó que de los radicalismos solo se sacan excesos del ego y necesariamente deben ser erradicados para vivir de una forma en la que todos nos toleremos un poco más. Así que la invitación para hoy es sea un tibio, porque existe más campo de acción en el “sin embargo” que en la aceptación o negación definitiva.