'Acabaron con la gelatina del mal'

'Acabaron con la gelatina del mal'

'Los vacíos en control de alimentos y bebidas en Colombia'

Por: Fernando Camargo Navarrete
julio 12, 2015
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'Acabaron con la gelatina del mal'

Una de las cosas que más me llaman la atención como psicólogo, y aún más como colombiano promedio, es ver nuestra capacidad de vivir ente mitos, chismes y mentiras que se caen por su propio peso. Tal vez se necesitan para mantener la falsa comodidad que añora el colombiano y cubrir las paradojas destructivas que rigen nuestra realidad.

Prohíben en Colombia la venta de una golosina porque se presentan en el país tres casos documentados de asfixia (con terribles consecuencias) relacionados con ella, mientras que el alcohol sigue siendo legal y su consumo promovido, por poner solo un ejemplo.

Es importante que se tomen medidas para la prevención de tragedias evitables. Y si la mencionada minigelatina es realmente el objeto de peligro, entonces la medida es totalmente adecuada. Aplaudible desde todo punto de vista.

Sin embargo, la medida paliativa, por no decir más, señala los vacíos de seguridad en alimentos y productos de cotidiano consumo, ya que es uno de tantos peligros a los que se expone un niño o un anciano, y a los cuales se puede acceder tan fácilmente como se hacía hasta hace poco con las mencionadas golosinas. Señala, también, la calidad de los criterios de quienes le proveen a un niño o a un anciano la mencionada golosina, porque por décadas quienes han comido saben que es una especie de proyectil y se requiere de habilidad en toda su manipulación, desde destaparlo, sin que se riegue o se caiga, hasta poder masticar la fruta interior sin que se vaya entera por la garganta. Era toda una aventura.

Ahora, en gran parte de los consumidores, se originan numerosos imaginarios relacionados con dicho producto que le llevan actualmente a ser poco menos que satanizado y convertido en un elemento del mercado negro. Es el objeto de moda para generar toda clase de mitos y de chistes, y, por supuesto, una de las cortinas de humo en uso.

Por eso la magnitud de la cobertura mediática que ha tenido esta situación de manejo popular también genera en otra porción del público muchas inquietudes y preguntas surgidas desde la más profunda decepción. Es fácil ver la intención de generar morbo y miedo, mientras que al mismo tiempo se presenta la medida para mitigar el peligro. Una sencilla técnica de manipulación, de esas que Chomsky de seguro catalogaría como básica en un supuesto "Manual del manipulador de masas". Hacer sentir al público que se está brindando seguridad es clave para estabilizar cualquier ánimo y para comprometer a la gente a estar agradecida con el organismo que se ha ocupado de "poner fin" a la amenaza. Es curioso cómo hasta ahora se toman medidas frente a la golosina y se socializa de una manera tan amplia, a sabiendas que en el país de referencia preferido de los colombianos, Estados Unidos, esta golosina fue prohibida y mandada a recoger (literalmente) desde octubre de 2001. Es decir, es algo que ya se sabía.

Sin embargo, hoy es una especie de chivo expiatorio popular (otro más) para limpiar culpas y penas, y producir en las masas la idea de que se les está defendiendo de las amenazas y peligros, mientras que por otro lado tenemos uno de los peores sistemas de salud en latinoamerica ... ¿para qué exaltar una medida aislada como está?... El tiempo lo dirá.

Mientras tanto, el ciudadano común pondrá de su parte para encontrar en este nuevo sofisma de distracción una herramienta para sentirse actualizado, atento e incluso popular, ya que es el tema de moda, uno que viene tras otro (como la crema de chocorramo, el vestido que cambiaba de color, charlie charlie, etc.) y es normal que se quiera tener temas ligeros y poco trascendentales para evadir muchos elementos de la realidad.

Pero, por otro lado, algo tan letal como el alcohol que se lleva todos los premios por ser el asesino más prolífico del país, y por estar asociado a la mayoría de las muertes en Colombia (suicidios, embolias, cirrosis, alzhaimer, atropellamientos, lesiones por riñas, trombósis, violencia intrafamiliar, desmayos, demencia, caídas mortales, ataques fatales y un largo etcétera...) sigue siendo paralelamente, uno de los productos de mayor consumo, desde menores hasta ancianos, y sus consecuencias están expuestas a los ojos de todos. Es curioso que en vez de satanizarlo se le idolatra con ritos, cultos y ceremonias porque se le atribuyen poderes sin los cuales no hay diversión.

"Qué pobre, limitado y tergiversado concepto de diversión tenemos", manifestó alguna vez en clase uno de mis profesores más queridos en la universidad, uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX, quién seguramente fue uno de los que más me ayudó a establecer la diferencia entre "distraerse" y "divertirse" y a entender cómo usamos ese mecanismo de distracción a nuestro acomodo. Alteramos con facilidad la realidad en nuestra mente, con la ayuda de los demás, para poder evadir responsabilidades o evitar renunciar a nuestros distractores favoritos.

Es así como nos salvamos de la terrible amenaza que representan las minigelatinas para la infancia colombiana, y que eso sea un motivo más para brindar.

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