Para las elecciones del 2022, lo que se conoce como izquierda plantea: “acabar el modelo económico, social y político que ha existido en el país”. Por eso habrá que preguntar: ¿por cuál lo cambiamos?, ¿será por el de Venezuela con el socialismo del siglo XXI, que es una simple máscara del marxismo-leninismo (que busca la perpetuidad en el poder sin importarle las aflicciones de las masas, pues a la secta comunista totalitaria lo que le interesa de acuerdo a la superstición basada en el materialismo histórico y la inevitabilidad es tener el poder in saecula saeculorum)?
También es importante reiterar que el Polo, el Partido Verde y la coalición de Gustavo Petro pertenecen al Foro de São Paulo, que es el soporte internacional de la dictadura de Nicolás Maduro, y que los dirigentes de esas colectividades se hacen los de la vista gorda, tratando de pasar por alto que la logia fue fundada por el sátrapa de Fidel Castro y Lula da Silva en 1990, para darle oxígeno en Latinoamérica al marxismo-leninismo después de la caída del muro de Berlín en 1989, aprovechándose del atraso conceptual e ideológico de dirigentes políticos tradicionales en la región.
Hay que recordarle a las directivas de los partidos anteriormente mencionados, que tanto hablan de corrupción y especialmente con la de Odebrecht, que el ingrediente político de la corrupción en esa empresa brasileña fue el Foro de São Paulo, impulsado por Lula da Silva y Dilma Rousseff, con el que buscaban cooptar a la mayoría de gobiernos en Latinoamérica para el proyecto del socialismo del siglo XIX; subrayando que para el engendro marxista la corrupción hace parte de la combinación de las diferentes formas de lucha.
Los dirigentes de la llamada izquierda del Polo, los Verdes y Colombia Humana han tenido a su favor, para no explicar su presencia en el Foro de São Paulo, que periodistas de los llamados grandes medios de comunicación no preguntan nada al respecto. No se sabe si es por desconocimiento del tema o que hay instrucciones precisas para evitar conocer la verdad sobre un asunto tan azaroso, cuyo objetivo ha sido conspirar en contra de la democracia en los países de esta parte del mundo, debido a que la esencia del esperpento creado por Castro y Lula da Silva es indudablemente marxista-leninista, sin que haya la mínima posibilidad de demostrarse lo contrario.
Las proclamas contra la corrupción de la llamada izquierda son demagógicas y electoreras, porque hace parte de la internacional comunista del Foro de São Paulo, mentor de Odebrecht, que ha sido el factor de corrupción más grande que han conocido nuestros países en los últimos tiempos. Además es fantasmal decir que ese conciliábulo se creó en 1990 para contrarrestar al neoliberalismo, sabiendo que el origen del mismo fue aproximadamente 13 años antes, cuando el Partido Comunista de China en alianza con las grandes transnacionales se juntaron para superexplotar a los trabajadores de la nación asiática y repartirse la plusvalía, lo que ocasionó en el mundo la flexibilización laboral que hoy padecen los trabajadores en diferentes partes de la tierra.
La denominada izquierda planea vencer las candidaturas del “continuismo” en el 2022, para impulsar un gobierno de transición; pero la historia nos enseña que han existido ejemplos calamitosos como el de Alemania, en donde Hitler representaba el cambio en 1933, pero los resultados fueron calamitosos para la humanidad; la revolución de octubre hace 103 años dirigida por el genocida de Lenin pudo crearle expectativas a muchos, sin embargo su resultado fue el camino a la muerte de cerca de 40 millones de seres humanos en las purgas estalinistas; Fidel Castro representaba la liberación de la dictadura de Batista en Cuba en 1959, pero después de 62 años ese país es una isla prisión sometido a una monarquía comunista sanguinaria que ha llevado a la población a la esclavitud; también Mao Tse Tung durante la guerra popular prolongada que duró más de 20 años prometió la felicidad de los chinos, y cuando se tomó el poder el primero de octubre de 1949 comenzó el genocidio más gigantesco que conoce la historia en nación alguna, con cerca de 82 millones de asesinatos en la colectivización y la revolución cultural.
En la vecina Venezuela hace 23 años sus habitantes fueron tramados, por el teniente coronel Hugo Chávez, con el cuento del cambio, en contra de la corrupción y el continuismo de los partidos Adeco y Copei y los resultados saltan a la vista, pues la corrupción con el chavismo se aumentó exponencialmente y el continuismo con el socialismo del siglo XXl apunta a que la camarilla comunista jamás entregue el poder, amén de los cerca de 6 millones de refugiados y una pobreza en la población que frisa el 96%.
Teniendo semejantes espejos y muchos más, la ciudadanía colombiana no se puede dejar alucinar por los sectores de la denominada izquierda que anuncian el cambio, ya que dentro de la democracia liberal se pueden realizar las transformaciones requeridas y combatir la corrupción teniendo la voluntad política por parte de los sectores que dirigen la nación, porque la democracia que ha sostenido la institucionalidad en Colombia ha sido imperfecta, pero persistente para que los colombianos hayan podido vivir a pesar de las vicisitudes en un Estado de derecho, no obstante la conspiración marxista-leninista de los últimos 60 años para tomarse el poder, teniendo como punta de lanza a las guerrillas comunistas.
Siguiendo el sentido común en las elecciones de 2022 habrá que reiterar que si la democracia liberal se encuentra en peligro se tendrá que defender la libertad sin vacilar, visto que la fábula de los cambios y en contra del continuismo nos conduciría a una situación como la de Venezuela, que debe de ser tema obligatorio del debate en las próximas elecciones, para que algunos dirigentes comunistas como Gustavo Petro expliquen su silencio cómplice por los horrores cometidos en contra de ese pueblo y además de su contubernio con el chavismo.