Farides Pinto es venezolano. Llegó a Colombia hace ocho meses a vivir con sus cuatro hijos y su esposa Yuni Pérez al barrio Altos de la Estancia, donde levantaron un modesto rancho con plástico y madera. El 1 de mayo la Alcaldía de Claudia López les cambio los planes de empezar un vida una nueva, lejos de la persecución en Venezuela. Ese viernes llegaron más de 10 uniformados de la Policía y el ESMAD a tumbar su casa y las del resto de sus 250 vecinos. El argumento era la inestabilidad que se encontraba el terreno y el peligro inminente de deslizamiento.
Al tercer día de desalojos en esta zona del sur de la ciudad, el hijo mayor de Pinto, Ysmail Antonio Pérez, fue agredido por un proyectil de gas lacrimógeno que lanzó uno de los uniformados del Esmad. Estos operativos son ordenados por la Alcaldía local de Ciudad Bolívar y apoyados por el resto de funcionarios a nivel distrital. Sin embargo, para Farides Pinto no hubo institución que le tendiera una mano mientras su muchacho estuvo en la UCI del Hospital Tunal, para comprar los medicamentos después de 10 días de hospitalización y para pasar la dura pena de volver a la calle. Ha sido la voluntad de donadores anónimos que envían o suben a esta montaña de Bogotá a dejar algún peso o plato de comida.
Antes de llegar a Colombia, Farides Pinto era un chofer naval. Todo un capitán de navío y civil de capitanía, que conocía a profundidad los secretos del mar. A Pinto le cambiaron los planes de envejecer en las sales de los mares, cuando varios de sus compañeros fueron asesinados por trabajar allí y conocer las movidas irregulares en el muelle. De ahí que decidiera salir de Venezuela, según él, por intimidaciones del gobierno y antes de que él fuera el siguiente.
De Venezuela se vinieron caminando durante un mes y 20 días, durmiendo bajo los puentes donde cayera la noche, hasta que conocieron a un amigo en la calle, que les contó de los Altos de la Estancia. Ese barrio informal fundado por desplazados, víctimas de la violencia y algunos venezolanos, que buscaban empezar una nueva vida. Fue el resto de la comunidad que le ayudó a los Pinto a armar su rancho. "Esta es una población demasiado tranquila, nadie se mete con nadie y no hay ningún miembro de paramilitarismo como dicen. Aquí lo que hay es pura gente humilde y necesitada", dice mientras echa una mirada al barrio en trizas.
La familia Pinto sigue en los predios de Altos de la Estancia, donde lograron levantar un nuevo cambuche a medias con los restos de plástico que dejaron las llamas de la Policía. Farides Pinto teme volver a cubrir a sus hijos debajo de un puente, como cuando se vinieron de Venezuela . "Yo creo que no nos va a tocar lo mismo que hicimos como la primera vez . Pero ahorita sí estoy pensando porque ya mi hijo está afectado y no va a poder hacerlo, a él le puede afectar más la situación en la que está".