Cuando escucho hablar a los miembros de ciertos sectores políticos de nuestra mancillada Colombia (hasta el nombre deberíamos cambiarlo porque proviene de un invasor y genocida), me duele ver que son el eco del reaccionarismo y el atraso. No investigan y solo repiten a sus rancios amos; no tienen conciencia y solo los anima la reprimenda y la venganza; no construyen y cada uno de sus planes solo pretende dañar o destruir.
Es ya tiempo de que el infame mal que conocemos como Violación y Abuso de Menores ¡sea acabado de raíz!, pero, para que esto pueda hacerse, es indispensable primero comprenderlo.
La primera pregunta que hay que hacerse es: ¿Por qué se ha incrementado de manera tan alarmante este flagelo? ¿Qué está motivando a tantos hombres (y también mujeres) a buscar en los niños y niñas la satisfacción de sus apetitos sexuales?
La conclusión a la que he llegado es que, desde el momento en que se abrió la posibilidad de que todo el mundo -incluidos los pequeños- tuviesen una cámara a su disposición (en toda suerte de dispositivos), la puerta de la privacidad quedó abierta de par en par, y todos aquellos jugueteos, autodescubrimientos y desahogos sexuales de los pequeños (completamente naturales y respetables… salvo ciertos casos) quedaron a la vista del mundo entero, “gracias” a las empresas tecnológicas y de telecomunicaciones que comenzaron a guardar un registro de todo lo que ocurre en las alcobas de los niños para autocomplacerse, y luego, comercializarlo.
La suerte de imágenes y de actos que se han puesto a la luz, ha despertado un inevitable y peligrosísimo interés por los niños y, con inconfesada envidia, los adultos -sobre todo las mujeres- han decidido fomentar este interés dando a sus pubis aspecto infantil (rasurado) y exhibiéndose ante las cámaras con juegos que imitan la curiosidad que, en los niños es natural y en los mayores malintencionada.
Los niños ofrecen un interés adicional para el gran cúmulo de hombres inseguros, degradados, cobardes y carentes de talento para conquistar a una mujer: se les logra conquistar con pequeños regalos, se dejan intimidar fácilmente, muchos ansían llenar sus vacíos afectivos… y no son lo bastante críticos ante problemas de tamaño o funcionalidad.
Es pasmosa y alarmante la manera como, a través de la internet, han proliferado en pocos años los medios donde se difunde esta suerte de materiales y creo no exagerar si afirmo que, el comercio de pornografía infantil y la explotación de menores para prácticas sexuales personalizadas, es una de las peores plagas de este siglo XXI ¡y estamos en mora de arrancarla de raíz!
¿Y qué han hecho y qué hacen -principalmente- las instituciones de los diferentes Estados donde este mal presenta cifras espeluznantes? Esperar a que resulte una nueva víctima y una nueva denuncia para detener al victimario, meterlo a la cárcel… y luego todo el mundo (jueces, defensores de familia, parientes, amigos…) revictimizarán al niño o niña hasta asegurarle un trauma de por vida. Pero, el progreso de un país ni la erradicación de un mal lo determina la venganza (símbolo del atraso feudal) sino el evitar, con métodos precisos y de las más racionales maneras, que no haya nuevas víctimas, ni nuevos victimarios.
Hay muchas motivaciones y causas para ser un victimario, y hay muchas posibilidades y ocasiones para ser una víctima: Sobre esto y sobre la PREVENCIÓN para que no germinen nuevos casos que lamentar, es indispensable un compromiso nacional (y mundial) que implica:
1. Prohibición y cierre definitivo de todos los medios que difundan o comercien con este tipo de materiales y actividades.
2. Creación de un cuerpo investigativo especializado e internacional que persiga la trata de menores o su explotación en cualquier forma, y
3. La elaboración de un proyecto educativo -asignable para su ejercicio a psicólogos casado con idónea experiencia en la formación de familia- que desde muy temprana edad, prevenga a los niños sobre el uso inadecuado de los dispositivos con cámara; les dé herramientas que les permita identificar a los posibles abusadores; y les enseñe como actuar ante el inminente riesgo de ser abusado o violado.
Señal del más alto atraso, es que un país agote todos los esfuerzos para castigar cobrando una larga y penosa venganza, y siga haciendo lo mínimo para prevenir que haya tantas dolorosas víctimas. ¡Así no debe ser!
