Nacido en 1926, en Filandia (Quindio), fue uno de los muchos hijos de una familia humilde, en todos los sentidos de la palabra. Sin embargo, desde pequeño le inculcaron el amor por el trabajo honrado. Sin haber podido acabar ni siquiera la primaria, tuvo que salir de su pueblo hacia Cali por culpa de la violencia y desde ese momento empezó a trabajar. A pulso pudo crear sus propios negocios, volviéndose comerciante, teniendo almacenes de ropa, que traía de Medelíin y Bogotá. Luego, en la cúspide de su carrera fundó con sus hermanos el almacén Albert, que muchos caleños y payaneses recuerdan con amor. Por la llegada de las grandes plataformas comerciales el Albert tuvo que cerrar, siguiendo así los principios sagrados del capitalismo que favorecen la libre competencia.
Con el dinero de sus ahorros compró una finca, en la que ve reflejada su infancia campesina y en la que todos mis primos y yo guardamos nuestros mejores recuerdos. Es posible que esta sea para el candidato Petro profundamente improductiva. Los arboles frutales motivan alguna recolección ocasional, pero la inmensa mayoría de las frutas terminan en el piso de la finca; los lagos que alguna vez tuvieron peces ya no los tienen; la tierra no se cultiva y el único trabajo que genera es el de Franklin el mayordomo y su familia.
Según la propuesta de Petro, a las exenciones de tierra improductivas se les subirán los impuestos hasta que los propietarios tengan que vendérselas al Estado. Esto es como una expropiación, pero con tortura previa, que fuera de violar directamente el derecho a la propiedad privada, que es columna vertebral de las sociedad occidentales, muestra el despotismo del modelo estadista que ese candidato busca implementar en Colombia. Es ahí donde se evidencia la incoherencia del populismo petrista: condena la reforma tributaria, pero celebra que le alcen impuestos a los propietarios de las tierras; supuestamente abogan por los derechos, pero irrespetan el derecho a la propiedad privada y a su libre uso y goce. Dicen que compararlo con Chávez es un absurdo, cuando él igualmente expropió los campos de golf por considerarlos tierras improductivas para la revolución.
No sé si mi abuelo haga parte de esas mafias que señalan Petro y sus seguidores, o si sea un miembro de la oligarquía a la que tanto aborrecen, pero yo lo que veo es a un hombre trabajador, que todo lo que tiene, lo tiene gracias a su esfuerzo y al sudor de su frente, que ha madrugado casi todos los días de su vida para poder trabajar y gastar en lo que quiera como el ciudadano libre que es. Me atrevería a decir que su bien más preciado es la finca, porque aparte de ser una extensión de tierra, es un bien sentimental, que le ha costado, así como lo ha disfrutado y que ahora puede estar en riesgo por una propuesta, casi sin pudor, de un candidato que casi sin vergüenza busca convertir al Estado en un cuasiladrón, no solo de la tierra, sino también de la libertad.