Contra todos los pronósticos, hoy, en un fallo de primera instancia, acaban de ser absueltos los hermanos Uribe Noguera, quienes estaban o están siendo juzgados por varios delitos relacionados con el presunto encubrimiento del crimen de la niña Yuliana Samboní, quien murió en manos del hermano de los ahora absueltos, el señor Rafael Uribe Noguera.
Este fallo, que sin duda va a levantar polémica, es muestra inequívoca de la independencia que debe tener la rama judicial, hoy representada por ese juez de la capital, quien pese a todos los pronósticos y con base en la teoría de la “emergencia vital” señaló que existe duda razonable en favor de los implicados y que por esa razón y apartándose a “pruebas de referencia” no podía condenar a los famosos hermanos.
Situación difícil la que les tocó vivir a Francisco y Catalina Uribe, ese fatídico día, enfrentándose a dos situaciones verdaderamente dramáticas: por un lado, la tragedia y el crimen de la niña y por el otro, el desespero por la situación de su hermano.
Es fácil juzgar y quemar en la hoguera desde esta orilla a los hermanos, pero quizás cuántos de nosotros, y me incluyo, hubiésemos actuado en igual sentido frente a una situación de similares características a la envuelta en esta tragedia. El amor filial entre hermanos es un sentimiento de profundo calado y pretender desprenderse de este y actuar, cuál particular, frente a cualquier posible vejamen cometido por uno de nuestros consanguíneos no es tarea fácil. Hagamos un ejercicio mental e imaginemos cómo actuaríamos nosotros y después de este ejercicio, creo yo, hay si, saquemos nuestras propias conclusiones.