Primero quiero aclarar que no soy una figura conocida ni tengo aspiraciones políticas, aunque no disfrazo mi simpatía a un candidato en mis redes sociales (los que me siguen saben o sabrán a quien me refiero). Hace días quería escribir un texto y enviarlo a Las2Orillas, para luego "hacer fuerza" y esperar a que me la publiquen, dado que como dije, no soy conocido en el medio, ni periodista, ni he sido político.
Al leer la columna de Daniel Samper Ospina, su ataque contra Antioquia, solo pude pensar, como se dice coloquialmente, "que se le fue la mano". Si bien es cierto que dicho periodista usa la sátira como su estilo, eso no evitó que muchos de nosotros, oriundos de la región, nos sintiéramos ofendidos de una u otra manera de la generalización caricaturesca que Daniel describe a los paisas.
Un ejemplo de ello fue Federico Escobar, autor de una carta que circuló en redes sociales, y en la cual manifestaba su descontento. Yo no le veo nada de malo a ese tipo de respuesta a dicha columna. Al contrario, me parece sano que las personas que se sientan ofendidas se hagan sentir, de una manera respetuosa.
Lo que no comparto, sin embargo, es la manera como el expresidente y ahora senador, aferrado al poder, Álvaro Uribe, calumnia al periodista y lo trata de callar, como se dice coloquialmente "a las malas".
Incluso algunos de las figuras importantes en los medios que antes apoyaban a Uribe, lo están haciendo de lado. Yo quisiera ver el día que dicho senador ofreciera disculpas públicas, pero lastimosamente es soñar con cosas imposibles. Al contrario, Uribe ha incrementado su ataque y lo justifica.
Como paisa, no me identifico con él, y abogo por una libertad de prensa, incluso cuando lo que leamos no nos guste o nos ofenda. Si no nos gusta, pues dejamos de seguir a la persona o no la leemos más, o si estamos de verdad ofendidos, le respondemos, pero siempre con respeto. Nunca utilizando la calumnia, ni los ataques a la persona.
En un país tan polarizado como este, donde las redes sociales se han vuelto campos de batalla para expresar todo tipo de frustraciones y donde algunos de los ataques virtuales pasan al campo real, incrementando la violencia, nosotros NO podemos perpetuar ese círculo vicioso.
Me llegan a la mente los periodistas que han sido callados, ultrajados o en el peor de los casos, asesinados, como el gran Jaime Garzón, solo por expresar algo que a algunos les ofende. No podemos volver a esa etapa tan oscura de nuestra historia reciente.
Aún tengo esperanza que los colombianos aprendamos dos principios de convivencia: empatía y respeto. Empatía, ya que implica ponerse en los zapatos de otro. Respeto, tratar como quieras que te traten. Sin empatía y respeto, los pilares básicos de la sociedad se diluyen. De hecho, todos los otros males que vive Colombia (corrupción, intolerancia, violencia) nacen de no seguir esos dos principios básicos.
Yo quiero decir, como el líder político a quien sigo porque creo en él y en su integridad, que debemos pasar la página a la esperanza y que se puede. De verdad, los colombianos necesitamos cambiar la mentalidad egoísta y pensar colectivamente, trabajar en equipo y con respeto.