Interpretaciones acomodadas y forzadas para evitar el pago de impuestos. Pruebas en contra sustraídas a mordiscos y enredos de un expediente. Denuncias y procedimientos temerarios para amordazar a la verdad y a quienes la defienden. Redacción de leyes y decisiones inapelables que disfrazan de interés general a la voracidad y gula de algunos, los de siempre. Abogados corruptos pero sobre todo abogados infelices. Infelicidad de juzgado, de estrado, de oficina, de aula. Corrupción dañina y creciente.
Poco se ha reflexionado sobre la importancia de la felicidad de los abogados y de los estudiantes de Derecho, desatención pesada y costosa, teniendo en cuenta la prevalencia y relevancia que nuestra sociedad le da a los oficios jurídicos. Paradójico. Infelicidad es debilidad, fragilidad e inclinación ante la corrupción. Tentación y carne débil, infidelidad.
Poco se ha reflexionado sobre la importancia de la felicidad
de los abogados y de los estudiantes de Derecho,
costosa desatención dada la prevalencia de los oficios jurídicos
A pesar de que la pregunta del mejor vivir durante miles de años se ha considerado la pregunta de preguntas (posiblemente la única pregunta verdadera) oficios tan importantes como el Derecho y vocaciones tan sensibles como el estudio de las leyes, la han considerado superflua o innecesaria. Un abogado sin sentido vocacional, un infeliz, representa un peligro ante la sociedad y un estudiante sin interés y rumbo, otro infeliz que representa una perdida humana, un malgastar de la contrarreloj que es la vida.
Hace unas semanas llegó a mis manos el texto “Felicidad” escrita por el taquillero profesor de la universidad de Harvard Tal Ben-Shahar, filósofo y sicólogo que buena parte de su vida la ha dedicado al estudio de la felicidad. Un texto práctico y elemental, construido sobre la premisa aristotélica de la reiteración de la virtud como parte esencial y facilitadora del actuar virtuoso.
Este profesor con acierto reflexiona sobre la necesaria comunicación que debe tener nuestro presente y nuestro futuro, en un diálogo constante y equitativo hacia la búsqueda genuina e infinita de aproximarse a la felicidad. Presente y futuro, placer y significado. Concluye que es necesario construir esos momentos de placer y esos rumbos de sentido y significado a partir de un conocimiento propio libre, un saber íntimo de nosotros y de nuestros deseos. Parece obvio, no lo es.
Los últimos diez años de mi vida he sido además de abogado, profesor de estudiantes de Derecho y la experiencia me dicta que es imposible desconocer que la corrupción derivada del proceder de muchos abogados y el aburrimiento y hastío que flagela a ciertos estudiantes, podría provenir de esa desconexión mencionada por Ben-Shahar entre presente y futuro, que no es otra desconexión diferente a la que se halla entre el quehacer y la vocación. Abogados medidos por resultados y extravíos, abogados sin esperanza u optimismo en la justicia de los hombres, abogados por minuto, por hora, por instante; estudiantes adormecidos, viejos por dentro, cínicos por fuera. Maleza y semillas de corrupción.
Pecaría de hipócrita si como abogado y profesor solo me sintiera defraudado y me redujera a una denuncia o a un lamento, sin intentar proponer una alternativa. Una que no me pertenece. El texto “Felicidad” en sus últimas páginas, posiblemente las de mayor lucidez, establece una ecuación entre ser feliz y ser benevolente con los otros. Tener en el sentido que se pueda compartir, diría mi papá. Síntesis entre el otro y yo. Felicidad en abundancia que cuando se comparte se multiplica en otro, y en otros, sin agotarse. Abogados para los demás y para ellos mismos. Dignos, respetuosos, completos. Simplificar las causas y móviles de la profesión. Reducir la velocidad.
Volvamos atrás para mirar hacia adelante. Regresemos a los días de la esperanza en la ley y la paciencia en el proceder de los hombres. Recordemos que ser abogado y estudiar las leyes significa comprender el ejercicio del derecho en función de valores supremos que fueron testigos y fuentes del nacimiento de los mejores hombres y mujeres, los justos, los tolerantes, los íntegros, los valientes.
Decía San Agustín que la felicidad es la alegría que nace de la verdad, felicidad que parece confundirse y hacerse una con la justicia, ese ideal que lleva a los estudiantes a ingresar a la facultad pero que rara vez los despide, aunque siempre al pasar de los días y los errores, fiel y devoto, se dejará encontrar.
@CamiloFidel