Sin avisarle a su mamá, Emanuel fue hasta la rectoría de la Universidad Externado: no estudiaba más. Sufrió el complejo de la gordura durante su adolescencia, y encontró en las Artes Marciales Mixtas (MMA) la motivación para adelgazar. Pero no paró ahí.
Lo que era un deporte se convirtió en su vida: invitarlo a la casa en Bogotá para emborracharse era perder el tiempo. No iba a perder la mañana del fin de semana en la cama, pues tenía que entrenar. En Bogotá conoció a Andru Fernández, o como le dicen los amigos JC, un luchador de MMA que ya era profesional con el que empezó a entrenar. En ese proceso dedicó cada minuto libre a correr, perfeccionar jujitsu (su arte marcial de partida) y aprender a dar golpes y patadas, pero ahora junto a un profesional.
Su compañía lo motivo a dar el salto al vacío: quiere vivir dentro de una jaula metálica. El MMA se convirtió en su vida.