El boom del narcotráfico, que vivió Cali en los años 80 y 90, dejó una secuela terrible. Además de la violencia, que la ciudad no ha podido superar. Se trata de la cultura traqueta que llegó con ese flagelo que tanto daño le ha hecho a la ciudad. Esa cultura, que sigue viva, implica un modo de vivir, de actuar, de relacionarse con la gente, de hacer negocios y política.
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Esa cultura traqueta permeó a otros sectores de la sociedad y muchos caleños que no tenían que ver con el narcotráfico comenzaron a comportarse como tales. Vivían en ostentosos palacios al sur de la ciudad, les gustaba ‘embambarse’ (ponerse gruesas cadenas de oro), andar en vehículos de alta gama, vestirse con ropa de marca, hacerse acompañar de las mujeres más hermosas, caminar y comportarse como camajanes, etc.
Quizás la personificación más notoria de ese fenómeno es Juan Carlos Abadía. No creo que este personaje se haya involucrado directamente en el narcotráfico, aunque su padre, Carlos Herney Abadía, era conocido como ‘El hombre del maletín’ y se decía que era el encargado de pagarle los sobornos de la mafia a los políticos de la región.
Lo cierto fue que en su cuenta corriente del Banco Ganadero, sucursal San Fernando, se movieron 14 cheques girados por el cartel de Cali, por un valor total de $138.700.000. Uno de ellos, por $20 millones, fue girado personalmente por Miguel Rodríguez Orejuela.
Por estos hechos, Abadía papá fue condenado a purgar una pena de prisión de 50 meses y a pagar una multa superior a los 92 millones de pesos.
Ante la imposibilidad de seguir haciendo política, Abadía papá decidió impulsar a su hijo Juan Carlos, quien ‘debutó’ como diputado del Valle (2000 a 2003). Estando en esa corporación, Abadía se salvó milagrosamente de caer en el grupo de diputados del Valle secuestrados por las Farc. En realidad se salvó por incumplido, porque ese día llegó tarde a las sesiones de la Asamblea.
Al terminar sus período como diputado, pasó al Concejo de Cali, donde mostró el estilo de política que iba a hacer en su tortuosa carrera. En el 2006 se propuso llegar a la Presidencia del Cabildo, aunque ya había un acuerdo para elegir a Clementina Vélez. Se encargó de hacer voltear a varios colegas y llegó al punto de que el día antes de la elección encerró en una casa de Ciudad Jardín a quienes lo apoyaban, con el fin de que no fueran a hacerle ‘conejo’. A lo Vito Corleone.
Su meteórica carrera siguió en ascenso y en el 2007, cuando apenas tenía 29 años, fue elegido gobernador del Valle. Para esa elección fue clave el apoyo que le brindó el entonces senador Juan Carlos Martínez, quien se convirtió en su gran aliado político.
En el primer cargo del departamento, Abadía se dedicó a hacer política de la forma más descarada, con el fin de consolidar el poder de su alianza con Martínez.
Una de sus primeras acciones como gobernador fue echarle mano a 38.000 millones de pesos del patrimonio de la Corporación Autónoma Regional del Valle, CVC, para ejecutar una serie de contratos de dudoso objetivo. Al parecer, dicho dinero se utilizó para pagar compromisos adquiridos en su campaña a la gobernación.
Hasta que en el 2010 lo pillaron organizando una reunión para el entonces precandidato Andrés Felipe Arias y fue destituido por la Procuraduría por participación indebida en política. Además fue inhabilitado por 10 años para desempeñar cargos públicos.
Posteriormente, en 2019, fue sancionado con una nueva inhabilidad por 10 años para ejercer cargos públicos, por irregularidades en la suscripción, cuando era gobernador, de un contrato para realizar cirugías bariátricas. (Se dice que quien se benefició con una de esas cirugías fue su socio Juan Carlos Martínez). Sin embargo, esta segunda sanción acaba de ser revocada por el Consejo de Estadoque determinó la falta de competencia de la Procuraduría para sancionar a servidores públicos de elección popular.
Cumplida la primera sanción que le impuso la Procuraduría y revocada la segunda, Abadía amenaza con retornar a la actividad política. Aunque en realidad nunca se marchó de ella.
En los últimos años, se convirtió en jefe en la sombra, El Padrino, del Partido Liberal, gracias a la cercanía que logró entablar con el jefe de esa colectividad, César Gaviria.
Abadía es el que reparte avales, hace nombrar y destituir funcionarios, manipula los entes de control. Al punto de que el actual contralor de Cali, Pedro Pablo Ordóñez, le dedicó públicamente su elección
Abadía es el que reparte avales, hace nombrar y destituir funcionarios, manipula los entes de control. Al punto de que el actual contralor de Cali, Pedro Pablo Ordóñez, le dedicó públicamente su elección, en pleno hemiciclo del Concejo. También se dice que el apoyo de Abadía fue fundamental para la elección de Carlos Hernán Rodríguez como Contralor General.
En los últimos días Abadía volvió a ser noticia debido al supuesto encuentro que tuvo con la candidata a la Alcaldía Diana Carolina Rojas, a expensas del exalcalde Maurice Armitage.
Dejémonos de hipocresías, como diría ‘Chuspas’ Velasco: que un político caleño se reúna con Abadía no es un hecho extraño, gracias al poder que el exgobernador tiene en la región. Pero que la adalid de la lucha contra la corrupción y quien ha usado como bandera para su candidatura esa causa se reúna con quien personifica mejor que nadie ese flagelo en el Valle, sí es noticia.
Diana asegura que esa reunión se produjo en el 2002, por un tema de seguridad. Inicialmente ese argumento me generó dudas, pero conociendo al personaje es perfectamente posible que Abadía haya sacado a relucir ese encuentro para petaquearse esa candidatura y favorecer al aspirante de sus preferencias, que no se sabe muy bien quien es porque aunque en privado muchos lo adulan y lo buscan, en público lo repudian.
Sea como sea, la mejor muestra de la degradación que sufre la política en el Valle del Cauca es que un personaje tan nefasto como Juan Carlos Abadía siga siendo El Padrino que muchos buscan para que bendiga sus aspiraciones.