A Zaragoza en sus 440 años de historia

A Zaragoza en sus 440 años de historia

Zaragoza se hizo famosa porque a mediados del siglo XVII llegó un Cristo tallado en madera a la iglesia de la Villa de Zaragoza. Según los fieles, hace milagros

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
septiembre 30, 2021
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A Zaragoza en sus 440 años de historia

En nuestro afán por hacer el trayecto más corto entre Caucasia y Zaragoza, se abrió como tema de conversación todo lo que pudiéramos saber acerca de la historia de nuestros vecinos, con la vaina de que ninguno de los cuatro viajeros atinamos a acertar, en lo más mínimo, en las fechas de fundación de dos de los más antiguos municipios que están asentados en el Bajo Cauca.

Solo cuando abrimos un libro de historia, nos enteramos de que la hidalga ciudad de Zaragoza estaba de plácemes por sus 440 años de fundación, la cual se registró el 14 de septiembre de 1581 y desde 1770 ostenta la categoría de municipio. —Cáceres, ubicado en la margen derecha del río Cauca, lo aventaja en cinco años—.

Por allá en los años de upa y según los registros dejados por los conquistadores españoles, en las vegas del río Nechí, muy cerca del sitio donde años más tarde sería fundada esta población, había un asentamiento indígena de la tribu de los Yamesíes, catalogados como indios pacíficos, cuya principal ocupación era la minería y la facilidad con la que hacían luego las más diversas piezas a partir del oro, muy abundante en la región.

Dicen las crónicas que desde el día de su fundación le dio el nombre que todavía lleva hoy en memoria de la ciudad aragonesa del mismo nombre.

Eso no es nada, porque el apelativo original fue el de Nuestra Señora de la Concepción de las Palmas del Nuevo Zaragoza de Indias, y a diferencia de su tocaya española y pese a su antigüedad, esta cabecera carece hoy de edificios coloniales.

Para ubicarnos en este relato, es necesario recordar que la región donde está situada es una confluencia de dos ríos: el Nechí y el Porce. —El primero de ellos nace en terrenos que son de la jurisdicción del municipio de Yarumal, en el pleno corazón del norte antioqueño, el cual le sirve de límites entre varias de sus cabeceras vecinas como Campamento, Angostura, Anorí, Yarumal, Valdivia, Tarazá, Cáceres, Zaragoza, El Bagre, Caucasia y Nechí, municipio que toma su nombre en consideración de las aguas que cada año le cobra una sobretasa de inundación—.

En lo que tiene que ver con el Porce, este nace de la confluencia de dos importantes ríos como son el Medellín y río Grande, entre los municipios de Donmatías, Santa Rosa de Osos y Santo Domingo. Es por ello que este río es a veces confundido como una extensión del río Medellín, debido a que este a su paso rumbo al norte por Barbosa se interna en el territorio limítrofe entre el Norte y el Nordeste antioqueño, y además recibe unos kilómetros aguas abajo al ya reducido río Grande, el cual debido a los proyectos hidroeléctricos y de aprovechamiento múltiple fue desviado hacia las centrales de Niquía y la Tasajera de propiedad de Empresas Públicas de Medellín.

Aparte de esta historia hídrica, hay que señalar que el fundador de esta población, que hoy forma parte del Bajo Cauca, fue un personaje que nació en Trujillo, provincia de Cáceres en España en 1518 y fue bautizado como Gaspar de Rodas, quien ya en su condición de conquistador se convirtió en el segundo gobernador de lo que hoy es el territorio antioqueño, ya que el primero fue Andrés de Valdivia.

Murió en la ciudad de Santafé de Antioquia, capital de la provincia de Antioquia, siendo gobernador de la misma, en el año 1607. —Los textos señalan que arribó al continente americano en 1539 a bordo de la expedición de Pascual de Andagoya y luego pasó, en su calidad de andariego, a los territorios de la actual Colombia, donde estuvo buena parte de su vida, y en especial en tierras de Antioquia—. Fue teniente de gobernador, capitán general y por último gobernador de la provincia de Antioquia hasta su fallecimiento, como queda dicho.

Cuando estaba preso en Cartagena, Rodas tuvo la suerte de encontrarse al mariscal Jorge Robledo que algún tiempo después lo liberaría para devolverlo al viejo asiento de Santa Fe de Antioquia. Allí pasó unos años de poca actividad cuidando de sus encomiendas y organizando nuevas fundaciones hasta cuando se produjo la ejecución de Jorge Robledo. Fue por esas fechas cuando Gaspar de Rodas fue nombrado gobernador de Antioquia.

Gaspar de Rodas era uno de los personajes más importantes de Antioquia, tenía enemigos mortales debido a sus múltiples masacres contra pueblos indígenas o por razones de su puesto. En los primeros días de 1562, por un asunto turbio del que no se conocen detalles, Gaspar de Rodas dio muerte en duelo a Francisco Moreno de León. Por esta muerte, Rodas sería condenado al destierro, hasta que en 1569 el gobernador de Popayán, Álvaro de Mendoza Carvajal, le levanta el castigo y Rodas se reintegraba a la vida edilicia de Antioquia y ocupaba el puesto de regidor.

No obstante su historial como conquistador, este personaje perdurará en la memoria colombiana por sus masacres contra los pueblos indígenas y su ambición por el oro, al punto de que en su vejez contaba de manera cínica sus fechorías por los parajes de Colombia, y hablaba sobre las montañas de aquella comarca que las consideraba las más escabrosas conocidas por él; y además comentaba sobre los indígenas tuangos, que eran los más valientes guerreros que hubo durante la conquista española.

Por una extraña facultad concedida por el reino de España, que era ser gobernador por dos vidas; es decir, tenía la facultad de nombrar su sucesor, dispuso que lo sucediera su yerno Bartolomé de Alarcón, quien sería confirmado por el rey en su cometido el 2 de febrero de 1597. Cuentan que Gaspar de Rodas, después de sortear tantos peligros y librar tantas batallas, moriría de manera apacible rodeado de su familia, pero siempre con la nostalgia de no haber podido fundar, pese a que trató de hacerlo muchas veces, una ciudad que llevaría su nombre, San Juan de Rodas.

Sin embargo, Zaragoza no solo puede contar esta historia, sino que se hizo famosa porque a mediados del siglo XVII llegó a esta cabecera un Cristo tallado en madera con destino a la iglesia de la Villa de Zaragoza. Con el pasar de los años los pobladores acumularon testimonios sobre los dones recibidos por sus fieles, muchos de ellos verdaderos milagros que sus beneficiados le devolvían a la imagen transformados en pequeñas reliquias de oro puro. —Fue así como su túnica se llenó de los más variopintos elementos que representaban la parte del cuerpo que fue salvada por el milagro del Santo: un par de ojitos para el ciego que pudo ver; una pierna por el que pudo caminar; unas manitas que por fin se pudieron mover y un largo etcétera que fue origen de una leyenda y fue que poco a poco esas piezas desaparecieron; también como producto de esos milagros hechos por la mano del hombre—.

Otro de los atractivos religiosos de Zaragoza consiste en su procesión del Cólera, prevista para el mes de octubre, que se convierte en otra oportunidad para las fieles que no pudieron asistir a sus tradicionales fiestas de septiembre ya que es la última del año en la que sacan al Cristo del Templo. Dice la leyenda que por la década de 1950 hubo un brote de cólera que puso en peligro a su población, por lo que la gente acudió al Cristo y además a la Secretaría de Salud Pública de Medellín para que despachara brigadas que contuvieran el peligro. Para muchos, sirvieron más los rezos de los fieles que la presencia de los funcionarios y fue así como el riesgo no llegó a mayores.

En gratitud a esta respuesta milagrosa, la mayoría de sus pobladores pudieron establecer la fecha del 30 de octubre para hacer esta procesión, que se convierte así en una manda de todo el pueblo. —Igual ocurrió con una gran inundación, la misma que fue frenada una vez llevado en andas la santa imagen a las aguas del Nechí para que este detuviera su cauce y las aguas volvieran a la normalidad—. Pese a todo, muchas de estas cosas ya no ocurren, como la costumbre de mantener tapada la imagen con una cortina, que cuando él quería que lo vieran se corría sola y cuando no, nadie la podía abrir, no se movía un centímetro, cuanto un fiel seguidor de esa leyenda.

Una mujer dice que los milagros de ahora no son tan palpables y una de las razones es la falta de fe, la misma que se ha perdido por razones que no logra descifrar y más bien subraya como punto final para esta historia y es que ahora “la gente se ha vuelto muy incrédula, pero el Cristo de Zaragoza siempre ha sido respetado por todos”.

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