¡Quién no quiere vivir bueno! Y no me refiero solo a tener comodidades, sino porque para mí vivir bueno tiene que ver con que los demás también vivan bueno a través de nuestro aporte desde nuestro trabajo, desde nuestros talentos, desde nuestra espiritualidad, desde nuestro servicio a la sociedad.
¿Muy sensible? Si lo quieren sí. Cada que vamos subiendo los escalones de la edad, analizamos más, promediamos más, hacemos cada vez con más frecuencia el balance de nuestra vida. Comenzamos un camino y analizamos desde antes, nos tropezamos y analizamos, nos caemos y analizamos… nos levantamos, retomamos fuerzas y nuevamente analizamos. Pero cada vez queremos ser mejores, dar más y -eso sí- vivir más bueno desde nuestro interior; por lo menos es lo que me pasa a mí. Qué importa cuánto tiempo nos pueda quedar; es que en últimas no sabemos.
En este camino me he tropezado y ya sigo con mucho empeño los conversatorios y las entrevistas que ofrece la muy reconocida periodista, presentadora de televisión, productora, actriz, empresaria, filántropa y crítica de libros estadounidense Oprah Winfrey. En una fabulosa entrevista contó cómo encontró que entre ella y la audiencia no había ninguna diferencia más allá de un par de zapatos, porque todos somos iguales. ¿Por qué? Porque todos perseguimos lo mismo.
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Aprendemos a punta de caídas y levantadas, a saber leer la vida, a saber qué ingrediente es el que tengo que ponerle a esa taza que es mi vida interior
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“Todos estamos en la escuela de la vida y aunque hagamos cosas distintas, tengamos distintos talentos, habilidades, dones… todos estamos buscando lo mismo”, dijo. Todos queremos hacer lo mejor como profesionales y como personas, pero también “llenando cada uno su taza”, que es nada más y nada menos que llenarse espiritualmente. Las situaciones cada día nos están mostrando de qué adolece nuestra taza, qué le falta; el entorno nos lo recuerda y aprendemos a punta de caídas y levantadas, a saber leer la vida, a saber qué ingrediente es el que tengo que ponerle a esa taza que es mi vida interior, deduzco de sus palabras.
Oprah Winfrey tiene una historia meritoria más allá de los negocios y con su vida personal; destaca que para que un emprendedor o quien esté adelantando su proyecto avance, debe saber “quién soy y de dónde vengo”. Debe saber que vengan de donde vengan las críticas, deben ser asumidas como los maestros que vienen a enseñarnos a salir adelante, a superar las dificultades… a mejorar el camino y eso tiene que ver con “quién soy”. El “de dónde vengo” lo relata a través de la historia del cuadro que adorna la sala de su casa “Al postor más alto”, del pintor Harry Roseland, que muestra a una mujer esclava en una tarima de subasta, tomando la mano de su hija. “No puedo entrar por la puerta de mi casa, o no puedo salir, sin pasar por la pintura que me recuerda de dónde vengo cada día de mi vida. Y lo recuerdo porque nunca lo quiero olvidar”, dice la periodista, quien repasa también a diario la lista de los esclavos que aparecen en inventarios de la época junto con las vacas, los caballos, los carruajes y otras propiedades. “También pronuncio sus nombres en voz alta, sus edades y por cuánto fueron vendidos. Decir esos nombres en voz alta me recuerda no solo de dónde vengo, sino qué tan lejos debo llegar por ellos”, enfatiza.
Mucho inspira a esta maravillosa mujer que encontró dónde está la base de su poder, el alineamiento de su personalidad. Y es que todos tenemos talentos, pero lo que nos tiene “llevados” es que siempre nos estamos fijando en los talentos de los demás y en tener algo de ellos; toda la energía la gastamos en eso, muchas veces llegando hasta los celos y la envidia, que se nos devuelve negativamente porque nos la está restando para dársela a eso que uno quiere para uno mismo. Entonces da un giro e insiste en que lo mejor es enfocarse en qué tiene uno para dar, en cómo se puede servir. Como Oprah, tengo profunda admiración por la filosofía de Martin Luther King, quien decía: “no todos pueden ser famosos, pero todos pueden ser grandes, porque la grandeza está definida por el servicio”. Por eso es que ella habla de que todos, ella y su audiencia son lo mismo, porque persiguen lo mismo. No importa cuál es nuestro trabajo: cantante, bailarín, artista, una profesora, un doctor, un pastelero, un carpintero o alguien de mantenimiento. Agrega: “Si los miras desde cómo pongo esto al servicio de todos, como algo más grande que mí mismo, ya deja de ser un trabajo para convertirse en una ofrenda al mundo”. Qué lindo, ¿no? Engrandecer lo que hacemos dándolo como corresponde al mundo, “porque cuando llevas esto al mundo, todo lo que haces proviene del centro de ese alineamiento que proviene de la fuente que llamamos Dios, energía divina, inteligencia divina; cualquier nombre que le quieras dar. Lo llamamos vida. Cuando estás sincronizado con la vida, la vida simplemente te da”, dice maravillosamente Oprah… y yo digo que la vida en correspondencia te da sencillamente para vivir como toca. Entones, ¡a vivir bueno!.