La semana pasada el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, dijo que está pensando en invocar la aplicación de la Carta Democrática para Venezuela con el fin de detener los atropellos de que viene siendo objeto la oposición en el vecino país.
La Carta Democrática Interamericana es un mecanismo creado por la asamblea general de la OEA en septiembre de 2001. Dicho mecanismo tiene como objetivo principal preservar el orden democrático entre los países miembros. Si se altera dicho orden de manera grave, cualquiera de los países integrantes o el propio secretario general pueden invocar la Carta con el fin de detener la participación del estado violatorio de la Carta en cualquiera de las instancias decisorias de la OEA.
Almagro quiere hacer valer el artículo 20 de dicha Carta, el cual dice que “en caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático, cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente”.
En caso de que el país señalado continúe en su propósito de no respetar el orden constitucional se podrá solicitar la votación con el fin de definir la suspensión de dicho país dentro del concierto de naciones miembros de la OEA. Para ello se necesitará de la votación de dos tercios del total.
Hasta aquí la explicación de para qué sirve la Carta Democrática. Como instrumento para preservar la democracia en el continente es una maravilla. Pero la realidad es bien distinta y frustrante. Las intenciones de Almagro se estrellarán de frente con la influencia político-petrolera de Venezuela entre los países de América Latina y del Caribe.
Si bien es cierto que lo que viene pasando con el pueblo venezolano avasallado por el pésimo gobierno de Nicolás Maduro es indignante, es innegable que este presidente latinoamericano tiene compradas las voluntades de los países que conforman el Caricom (Comunidad del Caribe). Estos pequeñísimos países tienen un enorme poder dentro de la OEA pues cada uno tiene un voto dentro de la organización. Son 15 estados, los cuales casi igualan en votación a América Central y Suramérica juntos.
Granada, San Cristóbal y Nevis, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda… en fin, todos los países del Caricom tienen sus conciencias compradas con el petróleo regalado que les envía Venezuela. Esta estrategia inaugurada por el difunto Hugo Chávez ha funcionado infaliblemente y le ha permitido al gobierno bolivariano detener cualquier embate en su contra por parte de naciones preocupadas por la disminución de la democracia en el hermano país.
Si Almagro intentara invocar la Carta Democrática no le serviría de nada. La votación ya está decidida pues los pequeños países caribeños no están dispuestos a sacrificar el combustible que les regalan por defender el sueño democrático de 30 millones de venezolanos. Además, Maduro aún cuenta con apoyos en Suramérica, a pesar del retroceso de la izquierda en Argentina. Es seguro que gobiernos aliados como Bolivia y Ecuador votarían en contra que cualquier censura que afecte al gobierno de Maduro. Brasil, en medio de la crisis que está enfrentando Dilma Roussef, probablemente se abstenga para no despertar las iras del sátrapa venezolano, pero sin irritar a los otros países latinoamericanos que sí voten por invocar la famosa Carta.
Es triste reconocerlo, pero el sistema interamericano está cooptado por una sola nación a punta de cupos de combustible. Tal vez ha llegado el momento de replantear el sistema de votación o de disminuir el número de votos necesarios para poder aplicar los principios de la Carta Democrática. Esta ya fue utilizada una vez, cuando en 2009 en Honduras hubo un golpe militar que derrocó al entonces presidente Manuel Zelaya. Esta vez hubo acuerdo entre tirios y troyanos (léase entre gobiernos neoliberales y socialistas) para declarar ilegítimo al nuevo gobierno, logrando que se llamara a nuevas elecciones en el país centroamericano.
Hoy la situación es distinta. Lo triste de todo es que no se ve una pronta solución para lo que está sucediendo en Venezuela. A pesar de que la oposición está dando la batalla por todos los medios legales para lograr la salida constitucional del presidente Maduro, este último también ha recurrido a todos los medios a su alcance, legales e ilegales, para evitar que la mayoría del pueblo venezolano alcance su cometido. Lo preocupante es que maduro ha sido muy claro ante la comunidad internacional: “la Revolución continuará por todos los medios y se mantendrá en el poder SEA COMO SEA”.
@rollop69