La última carta de los organizadores de la Revolución Molecular Disipada para el presidente Iván Duque, despeja cualquier duda sobre sus identidades e intenciones.
Para resumir una lista larguísima y en parte maquillada para evitar evidencias, tenemos el resultado final: los del paro y la Revolución son las Farc, el ELN y todos los amigos de Santos. No falta uno solo.
Hubieran querido adherir los del Cartel De Sinaloa, Nicolás Maduro, Raúl Castro, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa, Dilma Rousseff y Lula Da Silva. Pero parece que salvo notable excepción, no se aceptaron firmas de amigos extranjeros. En síntesis, la carta viene de una congregación mamerta y ladrona de puros criollos.
La palabra ladrona no fue una licencia literaria, ni una inadvertencia. Los que firman, santistas purasangre, se robaron el país con mermelada. Se robaron la bonanza petrolera, la más grande de la Historia y se robaron el producto del endeudamiento más colosal de todas las épocas. En la lista, además de los ladrones activos, aparecen idiotas útiles que vieron robar, aplaudieron el robo y acaso tengan nostalgia de su falta de agilidad en el momento preciso.
Además de los promotores aparentes del paro o la marcha o la Revolución de marras, encabezan la lista los que negociaron el país con las Farc en La Habana. Desde el doctor De la Calle, eximio negociador y muy hábil abogado en cuerpo ajeno, hasta el inefable Roy Barreras, a los de La Habana no les faltó sino Jorge Enrique Mora Rangel, de quien se dice anda arrepentido de tantas traiciones a él mismo, y a lo que han significado su obra y su nombre en este país y en nuestras gloriosas Fuerzas Militares.
El ELN se hace representar por los que estaban listos para entregarle a estos bandidos lo que sus colegas le entregaron a las Farc. O aquello mismo y mucho más. Pero ahí están todos.
No falta, con representación plena, ninguno de los partidos que negociaron desde Colombia la mentida Paz . Los liberales, los del Polo Democrático, los de la U, los del Partido Verde. Salvo los conservadores, otros que hacen penitencia por sus pasadas veleidades, todos los que le dieron en el Congreso gobernabilidad a Santos, todos están en la lista. En pocas palabras, los que se robaron a Colombia en esos ocho años de ignominia, ahora andan de revolucionarios.
Dijimos que no militaban en la lista y la campaña de ahora los extranjeros. Dijimos mal. Porque Enrique Santiago adorna la lista con su nombre. Los comunistas recalcitrantes siempre quieren estar ahí, en la jugada.
El escuadrón está completo.
Toda la ultraizquierda, todo el santismo, todos sus corifeos emplumados,
todos sus auxiliares y cómplices, lo más selecto de los carteles narcotraficantes
Los columnistas de los grandes diarios no podían quedar ausentes. Los Santo Domingo, con Bejarano, y los Gilinski, con María Jimena Duzán, contestan a la lista con un sonoro “presente”.
Cómo iban a faltar los exministros de Santos, en persona. Esa revolucionaria lista, sin Juan Fernando Cristo, sin Riverita (el que dejó prohibido que la Policía salga a la calle con armas y que el Ejército la acompañe) sin la exministra de Cultura, no quedaría ni a medias completa.
Los parlamentarios de hoy, y los más decisivos, son parte de los insubordinados. El presidente del Senado, el nunca bien ponderado Lidio, se manda la carta, porque ya dijo que en la condición que tiene recibe el clamor del pueblo cuando descalabra policías, incendia el transporte público, asalta mercados y penetra en la brava a las casas de la gente. En otras palabras, Lidio se escribe y acusa recibo.
El escuadrón está completo. Toda la ultraizquierda, todo el santismo, todos sus corifeos emplumados, todos sus auxiliares y cómplices, lo más selecto de los carteles narcotraficantes y hasta alguno por ahí que se califica como empresario, accionista importantísimo del diario más conocido del país, los congresistas de oposición o independientes, todos se han congregado, cargados de nostalgias y ambiciones, para negociar el futuro del país.
Para negociarlo con el Presidente que elegimos con diez millones cuatrocientos mil votos para que cambiara el rumbo de Colombia; para que restaurara la moral ofendida; para que recuperara el crecimiento económico; para que destruyera los empresarios de la cocaína; para que multiplicara la producción del campo, de la industria, de la minería legítima; para que fomentara las exportaciones; para que nos dejara un Estado austero, cuanto ágil y eficaz; para que nos devolviera la seguridad; para que rescatara la Justicia; para que en fin, hiciera todo lo contrario de lo que le están pidiendo con pistola al cinto y fusil en bandolera. Solo nos queda por saber dónde está el Presidente. Ya abrió los diques por donde corre este torrente que lo amenaza todo. Veremos cómo lo contiene. O cómo se rinde. O cómo se une a la avalancha. No está lejano el día en que lo sepamos.