“Y cuando hablamos, tememos que nuestras palabras no sean escuchadas, ni bienvenidas, pero cuando callamos seguimos teniendo miedo. Por eso, es mejor hablar, recordando que no se esperaba que sobreviviéramos” (Audre Lorde, Letanía de la supervivencia).
Cumplimos un mes desde que inició el paro nacional, y creo que ni el mejor o la mejor analista política pudo haber previsto hasta dónde llegaríamos. Desde el 28 de abril hasta el día de hoy, todos los días, miles de personas han salido a las calles con diferentes y creativas formas de protestar y reclamar sus derechos, nuestros derechos.
En este frabulloso mes, en Colombia ha pasado de todo, vivimos un momento histórico en el cual asistimos al mayor levantamiento popular desde el Bogotazo, en donde jóvenes, ancianos, pueblos negros e indígenas, trabajadores, campesinos, pensionados, sindicatos, en las principales ciudades y en las más pequeñas, reclamar su dignidad, el pueblo colombiano se ha enaltecido.
Pero también ha habido caos; hemos presenciado cómo el gobierno nacional utiliza a la fuerza pública y a grupos paraestatales, para asesinar, desaparecer, violentar y hasta abusar sexualmente; miles de manifestantes hoy engrosan la larga lista de víctimas del paro nacional. 49 jóvenes con lesiones oculares causadas por la fuerza pública[1], 75 asesinados —incluyendo los 13 muertos registrados la noche del 28 de mayo en Cali—, 129 desaparecidos según la fiscalía y 346 según Indepaz, más de 20 denuncias de abuso sexual, y más de 1.700 personas heridas según el Ministerio de Defensa.
Por su parte, el ejecutivo nacional, junto con la fuerza pública y congresistas del Centro Democrático, reducen todo a una perorata de conceptos que difunden para obviar el problema real; vandalismo, terrorismo vandálico, terrorismo urbano, infiltración de la protesta social por parte de disidencias de las Farc y la guerrilla del ELN, sin darse cuenta de que cada vez que dicen eso, están diciendo también que estos grupos armados al margen de la ley, tienen más influencia en la estabilidad colombiana que ellos mismos.
Ni una sola mención de reconocimiento por parte del presidente de la república, el ministro de defensa y los altos mandos de la Policía Nacional, sobre la responsabilidad del Estado, el uso desmedido de la fuerza por parte de la policía nacional y en algunos casos, de los militares desplegados en las ciudades, ni una sola disculpa por las muertes y abuso causado, una total insensibilidad por las motivaciones que hacen que la gente permanezca en las calles, una total desconexión con el dolor, la frustración, el descontento y el enojo de la gente y muertos, más muertos, la mayoría de ellos jóvenes, muy jóvenes, incluso algunos menores de edad, como Marcelo Agre de 17 años, asesinado en Cali de un disparo en la cabeza por un policía, la primera víctima fatal que se cobró el paro, el mismo día en que éste iniciaba.
Y sí, senadora Holguín, ahí en Colombia quienes tienen que llorar por un solo ojo, pero no por elección propia, sino porque el Esmad les sacó uno de ellos [2].
Un balance positivo que deja las jornadas de paro, es entender el papel tan importante que juegan las nuevas tecnologías para difundir información, visibilizar hechos, y sensibilizar tanto a la comunidad nacional como la internacional, de lo despótico que puede llegar a ser, hasta un estado democrático, cuando cree que nadie lo ve; hoy por hoy contamos con tecnología al alcance de nuestras manos que nos permite registrar en tiempo real todo lo que ocurre y transmitirlo, para que cada ciudadano pueda formarse su propia opinión, sino, pasaría como en 1928 cuando en Ciénaga Magdalena, durante las jornadas de protesta de los trabajadores bananeros de una empresa estadounidense, estos fueron masacrados por un pelotón del ejército y hoy todavía no es claro el número de muertos, hay quienes dicen que 47 y hay otros relatos que llegan hasta los 3 mil, como lo narra Gabriel García Márquez en 100 años de soledad.
Ha habido renuncias que se consideran un triunfo del paro, también, ha habido nombramientos lamentables y que se pueden considerar una burla a las demandas del paro, como el de Juan Camilo Restrepo, nuevo alto comisionado para la Paz, que básicamente se opuso a la paz firmada con la guerrilla de las Farc, a tal punto que la corporación privada que dirigía en ese entonces financió la campaña del no, también ha habido mermelada por doquier, como única estrategia del gobierno Duque para preservar la poca gobernabilidad que le queda.
Hace un par de días hubo una moción de censura contra el ministro de Defensa (Diego Molano) por las violaciones de derechos humanos cometidas por la fuerza pública; miles de colombianos, que nunca habían visto una sesión del Congreso de la República, siguieron las plenarias de Senado y Cámara y de votación de Senado y pudieron ver por vez primera, lo que pasa en la supuesta casa de la democracia, pudieron escuchar lo que piensan no en campaña, sino en ejercicio, los senadores y representantes elegidos por ellos y ellas, pudieron observar su juego y entender sus prioridades, pudieron ver su indiferencia ante su sufrimiento, pudieron ver su desprecio.
31 senadores votaron que sí a la moción de censura y 69 votaron que no, los que votaron por el sí fueron de los partidos progresistas o de izquierda, menos un honorable senador (solo en estos casos puedo decirle honorable a un senador) de Cambio Radical, que se fue contra corriente y voto positivo, los que votaron por el no, son los partidos que representan a la derecha colombiana y al conservadurismo, al cristianismo y a un partido liberal que, si Luis Carlos Galán pudiera verlo, lloraría.
Al terminar la sesión como si de triunfo frente a una gran batalla se tratara, los congresistas del CD y los militares, fueron a abrazar y festejar su victoria con el ministro, no les importó que los colombianos los estuviéramos viendo.
Confío en que mis compatriotas sepan interpretar lo sucedido a lo largo de este mes, los mensajes enviados desde el gobierno nacional, el mensaje enviado por aquellos que ostentan el poder que nosotros les delegamos, confió que en el 2022, en las elecciones parlamentarias y de presidencia, seamos nosotros y nosotras los que celebremos y riamos al final de la jornada por la derrota de las elites políticas, económicas y militares y por el triunfo del pueblo.
[1] Temblores ORG
[2] Declaraciones de la senadora Paola Holguín generan polémica