Fotos: cortesía Festiver
Vuela el tiempo: ha pasado un año del fallecimiento de Toto Vega, el histrión santandereano, quien con su esposa Nórida Rodríguez, y sus dos hijos, Juliana y Julián, sembraron, abonaron y vieron crecer el Festival Internacional de Cine Verde. La parca se lo llevó en la noche del 25 de septiembre de 2022, minutos después de pronunciar el discurso de clausura de la edición número 12 del certamen cinematográfico ambiental que se celebra en Barichara.
La luctuosa noticia conmocionó al país escénico, porque Toto, además de dejar huella como uno de los grandes de la actuación en Colombia, era uno de esos tipos que se quedan en la memoria sin conocerlos demasiado. Su cheveridad se medía de entrada con un estrechón de manos, su mirada franca, y una sonrisa amplia que no urgía de palabras.
Tres días antes de su deceso le habían celebrado su cumpleaños 52, rodeado de su familia, su razón de ser; de la gente de la producción del festival, y de amigos y amigas de muchos años en el tren actoral, como Marcela Carvajal quien, en el instante de su desvanecimiento, presurosa corrió a reanimarlo. Lo trasladaron agónico al hospital en una ambulancia destartalada donde dejó de existir por un paro cardiorrespiratorio. Nórida quedó en blanco. Los reflectores se apagaron. La noche enmudeció.
Juliana Paniagua debuta este año como directora del FestiVerde
Ariosto Vega Sandí, como Toto aparecía en el registro civil, era un comunero alegre espigado, corpulento, nacido y criado hasta los diecisiete años con el olor de la guayaba que ha hecho célebre a Vélez, su pueblo, por los almibarados manjares envueltos en hojas secas de bijao, que en cajitas de madera rústica conquistaron el mundo, y que han deleitado a reyes, papas, poetas y luminarias.
Toto se inició de pelado en las lides teatrales, en alpargatas, como el campesino arraigado que nunca dejó de ser, gracias a las primeras luces que le dio su paisana Patricia Ariza, actriz, dramaturga, activista política por la paz, ex ministra de cultura, creadora de la Corporación Colombiana de Teatro y cofundadora con el maestro Santiago García del Teatro La Candelaria (Casa de la Cultura, su primer nombre), fuerte pilar de la escena nacional, permanente laboratorio de experimentación teatral y de formación de actores.
En Bogotá, en La Candelaria, sin cumplir la mayoría de edad, Toto bebió en las fuentes místicas de las tablas, inspirado en el legado de sus sumos sacerdotes: desde Esquilo, Sófocles y Eurípides, pasando por Shakespeare, Bretch, Beckett, Ionesco, Pirandello, Lope de Vega, Valle Inclán, García Lorca, el mismo Cervantes, entre otros clásicos, y en la fecunda simiente del trabajo de autor y de creación colectiva que impartían Santiago García y Patricia Ariza.
La amable sonrisa que caracterizó al célebre histrión y gestor cultural santandereano
Cinema Paradiso
Hizo el curso completo del actor de ley que se mete de cabeza en el cuento, por encima de los desafíos a contracorriente del teatrero silvestre y soñador, las premuras económicas, el hambre aullando desde las vísceras, reducido a un estrecho cuarto de estudiante provinciano, cerca de la Universidad Nacional, donde en las noches, para embolatar el tedio y la gurbia, desgranaba recuerdos de infancia en la comarca santandereana que lo vio nacer:
El antiguo teatro municipal donde se hizo amigo del hijo del operario de máquinas, que le permitió el acceso al proyector, pasaporte a los clásicos del viejo oeste norteamericano: John Wayne, Clint Eastwood, Franco Nero, Gregory Peck; el siglo de oro del cine mexicano con sus galanes de patillas y mostachos; reyes de la comedia como Héctor Suárez, Tin Tan, Viruta y Capulina, Clavillazo, y el gran Cantinflas, y del acervo nacional, el 'Taxista Millonario', al volante del "Gordo' Benjumea, y 'La virgen y el fotógrafo', con Amparo Grisales y Frankie Linero.
Toto y Nórida rodeados de amigos de la actuación y del FestiVerde
Invocaba a su abuelo Francisco, el filósofo de Vélez, que sin pasar por las aulas lo aleccionó desde niño en la honestidad y la lealtad, el amor por el campo y el cuidado de la naturaleza, la música vernácula de sus ancestros comuneros, el tiple y la guabina; las tardes de billar en el café del parque, esa educación sentimental que no se aprende en los tableros sino al oído de los viejos sabios.
De la generación ochentera del vinilo y el casete, el teléfono de candado, los Beatles, los Rolling Stones, la trova cubana, Silvio Rodríguez, Marcuse, el Nadaísmo, Patti Smith, Bob Dylan, Charly García, Los Prisioneros, y el derroche de salsa que chisporroteaba noche a noche en La Tía Ana, de La Candelaria, escampadero de poetas, intelectuales y teatreros, Toto Vega se unió al "baile de los que sobran", y concentró sus ideales con el puño en alto de la revolución, convencido de que el teatro, los libros, el amor y la música, cambiarían el mundo.
Diestro en las artes histriónicas, inició una ruta por ciudades y provincias como tallerista de teatro, con poblaciones vulnerables, en sitios apartados, de Caquetá, al Huila, del Tolima a los santanderes, en las periferias de Bogotá, El Codito, Usme, Ciudad Bolívar. Afianzado en la experiencia teatral, también creó un programa de entrenamiento laboral en empresas, para incentivar las buenas relaciones laborales, y despertar el sentido de convicción y persuasión en el sector comercial.
En 1992, Toto hizo su debut en la televisión con 'La mujer doble', y de ahí en adelante una imparable carrera ante cámaras, en series, docudramas, telenovelas, producciones cinematográficas: 'La mujer doble', 'El oasis', 'Detrás de un ángel', 'El manantial', 'Hombres de honor', 'De pies a cabeza', 'Me llaman Lolita', 'Armero', 'La pasión de Gabriel', 'Tiempos difíciles', esta última, donde en medio de las grabaciones en Ambalema, quedó prendado por la belleza y el carácter de Nórida Rodríguez, que él declaraba como «el gran amor de mi vida».
En la Librería El Aljibe,de Barichara, punto de reunión de cineastas, lectores y defensores del medio ambiente.
Ella, con una hija, Juliana, fruto de su matrimonio con el fallecido actor costarricense José Luis Paniagua. Él, con un hijo, Julián, de una relación del pasado. "Los cuatro mosqueteros", solía llamar Toto a ese entrañable grupo familiar que se propuso engendrar un quinto elemento: El Festival Internacional de Cine Verde, encuentro anual de propuestas y reflexiones urgentes sobre la salvación del planeta, cuya cuna no podía merecer otro paraíso que el de Barichara, uno de los municipios más bellos de Colombia, cuyo nombre, derivado de la lengua guane, significa "lugar para el descanso".
El descanso, la meditación, el cine. Fueron doce años de un trabajo mancomunado, a pulso familiar, de grandes esfuerzos y alianzas por mantener vivo un evento que germinó del amor por la vida, y por la conservación de la misma, con el espíritu latente y el músculo cada vez más fortalecido, que ha hecho del Festiver (como se le conoce), en cada convocatoria, una cita de amplia y vigorosa repercusión internacional.
El castaño florecido
Aquella fecha luctuosa del 25 de septiembre de 2022, cuando el alma de Toto se extravió en la noche estrellada de Barichara, Nórida Rodríguez descifró, con el corazón compungido, el enigma que místicos, rapsodas y esotéricos remiten a la soledad del mundo: un duelo al desgarro, de silencio y encierro de tres meses a cortina cerrada, esa insufrible "negrura" que el cubano Rolando Laserie evoca en su bolerazo: «Para mí, todo es negro / ya en tinieblas vivo sin ti».
"Los árboles mueren de pie", le dijo Toto Vega en mayo de 2021 a la periodista Adriana Giraldo, en el curso de una amena y reveladora entrevista, marco de 'Mi banda sonora', donde el invitado hace un resumen de su vida a través de sus melodías preferidas, o de las que han acompañado su recorrido.
El eco de esa metáfora, como en el verso del poeta extremeño Basilio Sánchez: «En el valle, un castaño ha elevado sus hojas / sobre el tejado rojo de una casa / y ahora puede mirar al horizonte», reforzó el valor y la sinergia de Nórida, Juliana, Julián y su equipo de trabajo: el arcano entre líneas proféticas estaba develado: el castaño era Toto. La casa, el Festiver. Y el horizonte estaba despejado.
Promocional del FestiVerde 2022
A principios del presente año, Nórida solicitó una audiencia en presidencia de la república para presentar de manera formal la versión 13 del Festival Internacional de Cine Verde. A lo mejor, desinformado, o por intríngulis burocráticos, el funcionario que atendió a la actriz, abogada, productora audiovisual y gestora cultural oriunda de Villavicencio, le pidió su currículum. Ella, comedida, lo entregó.
La hoja de vida fue a parar al despacho del presidente Gustavo Petro. A los pocos días se dio la noticia de su designación como gerente de RTVC Sistema de Medios Públicos de Colombia. El 30 de mayo de 2023, Nórida Rodríguez Muñoz dejaba su rúbrica como responsable de su cargo ante el Ministerio de las TIC. No estaba en su libreto, pero asumió el reto. Acto seguido, le entregó la dirección del Festiver a su hija Juliana, quien hasta esa fecha se desempeñaba como productora general del festival.
El espíritu de Toto florece en el árbol que hace 12 años dejó sembrado: el Festiver 2023, que Barichara acogerá entre el 21 y el 24 de septiembre. Un árbol de raíces fuertes y profundas, frondoso y soberano, de generosos frutos, que se mantiene incólume, pese a las tempestades y los infortunios.
Poster del 13° Festival de Cine Verde de Barichara, homenaje a Toto Vega
El símbolo de ese reverdecer, más allá del dolor de la ausencia, está impreso en el magnífico poster de la presente edición del festival, que brotó de la sensibilidad y el ingenio de Juliana Paniagua y Andrés Cajigas, productor de medios audiovisuales, y de la creatividad de Edgar Portela, diseñador gráfico del certamen. Bello y oportuno homenaje al gran Ariosto, cuyo rostro aparece entre las hojas del "verde que te quiero verde" lorquiano, la mirada dulce y promisoria del verde esperanza.
Juliana, la directora en pie de lucha, anuncia para esta nueva edición 52 películas procedentes de 18 países, entre los que se cuentan Turquía, Tanzania, Haití, Noruega, España, Reino Unido, Brasil, Argentina, Alemania y Colombia.
Enfatiza, que como ha sido habitual desde el inicio del festival, se mantendrán las proyecciones en espacios cerrados y al aire libre, igual que la agenda académica nutrida y variada en talleres y conversatorios, todo con acceso gratuito, y el infaltable mercado verde, cuota de las costumbres y tradiciones de la acogedora y pintoresca parcela santandereana.
Toto debe estar que no cabe de la dicha. Que su árbol siga reverdeciendo por los siglos.