El mundo occidental, abierto y libre pensador, dice que no puede comprender a dónde ha caído el mundo para que un ser tan maquiavélico como Donald Trump haya sido elegido presidente de los Estados Unidos.
Y sí, no es de creer.
Lo normal y deseable, piensa uno, es que hubiera resultado ganadora Hillary Clinton, con el único propósito de que las cosas sigan igual.
Tal como ocurre en casi todo el mundo de hoy, regido por gobiernos flojos y sin ideas diferentes a que la cosa siga rodando, sin que ninguno de ellos sea vanguardista en temas tan claves como una lucha férrea contra la pobreza, la igualdad plena entre hombres y mujeres en lo que respecta a trato, consideración y, obvio, ingresos por un mismo trabajo, y un historial pequeño de derechos que una minoría viene pidiendo desde la década de los sesenta del siglo pasado. ¿Más cosas? Por supuesto, el listado es largo y lo que llama la atención es que ninguno de estos puntos está en la agenda de los gobiernos occidentales de hoy.
Cuando todos esperábamos la continuidad de lo mismo en la reciente elección, Estados Unidos nos da una lección al ver a cerca de sesenta millones de sus habitantes que le dan el aplauso a la demagogia indescifrable del magnate.
¿Preocupante? Sí.
Y pienso que no tanto por todas las frases que salen de su boca, sino al palpar que las ideas avanzadas y vanguardistas van perdiendo su peso.
Es un hecho que las ideas del tú me miras raro ven que te doy un guantazo del que te vas a acordar toda la vida, con el macho varón por delante que es el que paga los gastos de la casa y cientos de arcaicas máximas más que creíamos relegadas al pasado, están tomando, a falta de claridad de los líderes, una fuerza asustadora.
No quiero ni pensar qué ocurra en Colombia
cuando un ser tan claro en sus ideas como el señor Ordóñez
comience a arengar en pueblos y veredas las mismas ideas retrógradas
Eso ocurre en una sociedad conservadora como la norteamericana, y no quiero ni pensar qué ocurra en Colombia cuando un ser tan claro en sus ideas (como lo fue Trump) como el señor Ordóñez comience a arengar en pueblos y veredas las mismas ideas retrógradas que mantiene la población colombiana.
Y hablando de…
Y hablando de posiciones, queda claro que la frase mágica soltada por Carlos Caballero Argáez en El Espectador en el sentido de que el estado tiene dos funciones: cobrar impuestos y el monopolio de las armas, da para mucha tela que cortar.