Carlos Alberto Montaño Mejía es un samario que camina el mundo con el ritmo de las olas marinas en su música y con la sabiduría de las palabras, legadas por los ancestros indígenas, en su poesía.
Es autor de 12 libros de poemas con los que ha conquistado un espacio importante en el mundo de las letras hispanas. Actualmente, reside en los Estados Unidos.
Llegó a Cali, según sus palabras “para aprender, para compartir y a vivir la experiencia de estar con la gente, leerle mi poesía y ver qué es lo que está pasando en el mundo de la literatura que cada vez es más amplio. Además participar de esa fiesta cultural que es la Feria del libro en ese sitio maravilloso que es el bulevar, a la orilla del rio donde se encuentran publico y escritores de las más diversas temáticas para compartir palabras y experiencias. Es una costumbre muy bonita”.
Carlos Alberto hace parte de la delegación llegada de los Estados Unidos y que están agrupados en Mi libro hispano, entidad que propende por la literatura en español dentro de los Estados Unidos. “Fue muy especial compartir con ellos y en particular, estar en la bibliotecas públicas de escuelas, colegios y comunas. Uno escribe para tocar a la gente, para interactuar con ella”.
Su presencia en Cali le permitió mostrar sus libros La amante perfecta; La alquimia del beso y El cuerpo del delirio. Además, Carlos señala: "es bueno reafirmar que cada quien tiene su propia voz y que es importante que esa voz se oiga. Creo que lo que uno escribe es lo que uno es. Lo que quise entregar a la gente cuando interactué con ella fue el mensaje para que sean ellos mismos, que uno tiene que ser coherente con lo que piensa y con lo que escribe. Yo vivo como escribo y así he sido siempre. Eso es lo que trato de trasmitir con lo que escribo".
Carlos Alberto dice que empezó a escribir desde muy niño. “Desde los 9 años escribía cuentos cortos de ciencia ficción y en el colegio les parecía curioso que yo escribiera sobre esos temas”.
Después cantó en coros polifónicos durante 22 años y eso marcó los tempos de la métrica de lo que luego sería su poesía. “Empecé a escribir poesía cuando estudié literatura en la Universidad Javeriana. Tuve grandes mentores como Jaime García Maffla, director de la revista Golpe de dados; Félix Grande, un poeta español maravilloso; y me apadrinó el gran José Luis Díaz Granados, uno de los mejores poetas vivos de Colombia. Giovanni Quessep, quien fue mi profesor, y otra serie de personas que influenciaron mis inicios”.
Dejó la música para dedicarse a la poesía, porque “De alguna manera la poesía me permite esos dos mundos: jugar con la rítmica, los matices y la métrica; y la rima de la poseía sigue siendo música, entonces la disfruto mucho”.
Lo primero que escribió fue un grupo de poemas en la facultad de literatura. “Jaime Maffla los vio y él fue quien me animó a seguir. El libro luego se llamó Icononzo, una palabra indígena que significa “susurro de aguas profundas”, el libro era como una radiografía de la situación de Colombia, la violencia que nos ha golpeado tan fuertemente”.
De ese ayer, a este hoy Carlos Alberto ha escrito 16 libros y tiene publicados 12: En legítima defensa; El relámpago y el trueno; Los milagros provocados, entre otros títulos.
Luego de una pausa en la escritura ha retomado su trabajo con la poesía y escribió: 36 versos breves; La alquimia del beso; La amante perfecta, poemas eróticos y El cuerpo del delirio.
Carlos dice que las motivaciones de su poesía “como en todos los casos, es lo que nos atañe como seres humanos: la muerte, el amor; que son como constantes de la poesía. Al comienzo la poesía era más como una catarsis, era ese tema del dolor y de lo infames que somos a veces al no ver el dolor ajeno, al no ver las diferencia sociales. Respecto al amor me dedique a escribir sobre el amor y el erotismo de una maneara más divertida, más apasionada, más solidario y a tocar vidas desde ahí”.
Pero qué es la poesía para un poeta: “Es un estilo de vida. No es solamente una manera de escribir, ni una rítmica, ni una métrica; es una manera de vivir. El poeta debe parecerse a lo que escribe, ser coherente”.
Quiero saber que piensa sobre ¿para qué escribir poesía si parecería que hay tanto sordo ajeno a estas manifestaciones del alma?
“Yo creo que con un alma que se toque ya vale la pena hacer poesía. Creo que el amor está ahí para quien quiera recibirlo y para quien desee oírlo y la poesía está ahí para conmover. Alguna vez escuché decir a alguien que a todo el mundo le gusta la música clásica, lo que pasa es que aún no lo saben. Yo creo lo mismo de la poesía: que a todo el mundo le gusta la poesía pero sucede que aun no lo sabe. Cuando doy charlas en colegios, escuelas etc., les hago notar que siempre han vivido con la poesía: en el vallenato, en la salsa, en las canciones, en los boleros, las coplas paisas. Yo creo que si uno deja, lo van permeando esas rítmicas, esas historias porque finalmente la poesía está en todas partes”.
Sobre si hay una musa poética o si el poeta es un mirón que va por la vida observando todo para construir sus versos, Carlos precisa: “Yo creo que uno va observando todo, pero llega el momento en que aparece una musa y es ella la que dicta las palabras. Una vez a una de esas musas le dije: escribamos juntos un poema: usted pone la inspiración y yo las letras y salió algo como:
Por culpa de tus besos
de repente comenzaron a salir de mi boca
sonidos de pájaros, palabras que enamoran la vida,
hechizos, cascadas de risa,
seducciones maravillosas y apasionados excesos.
Todo por culpa de tus besos.
Pero me intriga: ¿cómo sabe alguien que escribe versos cuándo se recibe como “poeta”?
“La verdad es que yo cometo poemas. Yo creo que decirle poeta a alguien son palabras mayores. Ojalá algún día reciba ese título. Amo la poesía; sin embargo, no sé si me atreva a llamarme poeta. De pronto vivo poéticamente”.
¿Y cómo identificar la buena poesía? ¿Qué debe contener la buena poesía?
“Creo que la buena poesía es aquella que está en la capacidad de tocar el alma, el corazón y la razón de quien la lee. Yo creo que esa es la buena poesía. Recuerdo unos versos de una canción de Miguel Matamoros: “La muerte me anda buscando para llevarme al cementerio, pero me ha visto tan serio que me ha dicho que era jugando”; para mí eso es poesía. Pienso que la buena poesía es la que le toca a uno fibras interiores”.
¿En la elementalidad de la construcción poética también hay belleza o es necesaria esa pirotecnia verbal de la que algunos poetas hacen alarde?
“La pirotecnia a mí no me llega, pero digamos que es bonita cuando tiene una razón de ser, no que se utilice para impresionar. Yo creo que menos es más. Por ejemplo el poeta Sufí Rumi cuando dice: «No eres una gota en el océano, eres el océano en la gota», él ya lo dice todo. Y uno se cuestiona: ¿Cómo un poeta llega con versos tan sencillos a cosas tan profundas? Pienso que lo sencillo es difícil.
Le pregunto a Carlos qué desea a futuro como poeta “Quiero llegar a ser un poeta de verdad algún día y pienso que me falta mucho para lograrlo. Pero trabajo constantemente para hacerlo. Todos los días escribo y espero alguna vez tener un libro que me haga sentir orgulloso de él”.
¿Cómo ve la poesía que se hace hoy?
“Veo que hay muchos jóvenes interesados en escribir de verdad, con respeto, por las formas y las palabras. Porque en música hay unos versos que es mejor no escuchar. Hay gente haciendo las cosas con detalle, con amor con disciplina, y eso es reconfortante”.
¿Poesía con rima o con ritmo?
“Si se puede con las dos. Creo que el ritmo es clave en la poesía. Porque a veces el ritmo reafirma el mensaje. La rítmica en la poesía es como un baile de palabras. Y en cuanto a la rima ayuda mucho a esa música, a esa sonoridad del poema y a los matices que se le puede dar. Creo que igual hay versos libres que son fantásticos”.