Es muy difícil escribir en medio de tanta tragedia; mientras el chat de WhatsApp está disparado recibiendo fotos y videos de colombianos masacrándose entre sí. El pueblo matando al pueblo; en la lejanía no paran de sonar las sirenas del carro de bomberos, del carro de policía, de las ambulancias. ¿Quién irá en el último vehículo? ¿Cuál será la causa?
Nada justifica la muerte de nadie, no importa cuál sea su bando o el lado, en el cual en estos momentos por azares de la vida nos encontremos. Según la declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 1: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Aquí, según los últimos acontecimientos, nos comportamos peor que hienas y leones, con el debido respeto y la admiración que merecen estos seres, dado su comportamiento en el reino “animal”.
Por otra parte, y en concordancia con el artículo 1, en el artículo 3 de la citada declaración se afirma: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Sin embargo, la sed de venganza, el rencor y las diferentes carencias hacen de nuestra situación un cóctel superexplosivo, donde se respeta todo menos la vida y la integridad del otro/a, y por supuesto ese comportamiento fraternal no se vive, ni mucho menos se lleva a la práctica.
Ejemplo de lo anterior, se presentó la noche del día 02 de mayo, cuando en un reconocido noticiero de televisión independiente, un miembro de la policía nacional (de quién no se sabe su identidad) confesó el uso de armas ilegales durante las manifestaciones presentadas en los últimos días. De igual manera, el uniformado también afirmó obedecer las órdenes, frente a lo cual aclaró cómo él y muchos de sus compañeros no están de acuerdo con las directrices emitidas por sus superiores, porque, de acuerdo a sus palabras, él también hace mercado y paga impuestos al igual que cualquier otro colombiano. Los policías solo están cumpliendo con su deber de obedecer, según palabras de este uniformado.
Algunas consideraciones al respecto, para, ojalá, reflexionar: ¿En los procesos de formación, esta institución tiene en cuenta la Declaración Universal de Derechos Humanos? Además, en concordancia con lo anterior, el artículo 218 de la Constitución Política de Colombia establece: “La policía nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz”.
Entonces, ¿por qué disparar a quien se debe proteger?, ¿quién da las órdenes?, ¿por qué nos matamos entre hermanos?, ¿hasta cuándo tanto odio y tanta sed de venganza? Sin duda, pueden surgir más preguntas al respecto. Por lo tanto, sería bueno que tanto miembros de la fuerza pública, como algunos obedientes periodistas, entre otros, se valieran del derecho al uso público de la razón[1], el cual representa un ejercicio de autonomía, en donde se debe razonar, pensar y no solo obedecer.
Según Immanuel Kant: “… sería muy pernicioso si un oficial, a quien su superior ordena algo, quisiera argumentar en voz alta estando de servicio, acerca de la conveniencia o utilidad de esta orden. Tiene que obedecer. Pero no se le puede impedir con justicia el hacer observaciones acerca de los defectos del servicio militar y presentarlas al juicio del público”[2]. Aquí es válido desobedecer; ya que, resulta ineludible, inevitable e imprescindible observar el valor y el principio fundamental de todos los derechos: la vida.
La invitación cordial y amable es al diálogo. En toda Colombia debemos evolucionar y dejar a un lado ese resentimiento y tan enconado rencor heredados de las castas políticas colombianas tradicionales. En distintas regiones, sino en todo el país, vivimos como Caín y Abel. Mientras tanto nuestros “honorables” parlamentarios sesionan desde Miami, donde a su vez observan, con indiferencia, correr ríos de sangre en Colombia.
Tanto dolor y tanta miseria, sin duda, se debe al mal manejo dado a nuestras riquezas por parte de estos HP (“honorables parlamentarios”), porque como dijo el habitante de calle y reciclador: “Es mejor untarnos las manos y no el corazón… porque preferimos meter las manos en las bolsas de la basura, y no en los bolsillos…”. En tal sentido, él coincide con lo afirmado en el texto La Violencia en Colombia, porque ambos concurren en reconocer cómo en esta tragedia, el pueblo colombiano ha sido desgarrado por una política nociva diseñada por una oligarquía perpetuada en el poder a toda costa, donde el terror, la violencia y la corrupción son pan de cada día.
Mis respetos, de nuevo, para hienas y leones; ya que, a pesar de estar al borde de la extinción, estas dos especies no se han eliminado así mismas de la faz de la tierra. Es decir, estas dos familias de animales “salvajes”, a pesar de tan “rencorosas y violentas” diferencias, al parecer, sí tienen claro a quién se debe proteger.
[1] Kant, Immanuel. Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?. Señal que cabalgamos. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional, sede Bogotá. Bogotá. 2002: “El oficial dice: ¡no razones, adiéstrate! El consejero de finanzas: ¡no razones, sino paga! El pastor: ¡no razones, sino cree!”.
[2] Ibíd., p. 8.