¿A quién le cabe el país en la cabeza?
Opinión

¿A quién le cabe el país en la cabeza?

Por:
diciembre 04, 2013
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La frase sería más acertada bajo la forma de '¡A quien le puede caber un país así en la cabeza!'.

En efecto, el 'despelote' —porque ninguna palabra sirve mejor— al que ha llegado Colombia supera cualquier capacidad de comprensión; ya no es 'descuadernado' como decía Carlos Lleras, o desinstitucionalizado como sería el vocablo formal; el tema ya no es de 'caos', o de 'Estado fracasado'; no se explica con 'choque de trenes' ni con 'corrupción'.

Solo se pueden ilustrar algunos de sus aspectos, pero es difícil buscar interpretaciones o explicaciones.

Vivimos en una Colombia que reconoce que su mayor urgencia es la garantía de un mínimo de atención a las necesidades ciudadanas: Educación, Salud, Justicia. Sin embargo pasan los años y siguen siendo reformas pendientes que no se concretan.

El atraso en la infraestructura nos sitúa como el país más deficiente en esto en el hemisferio, y sin embargo pasan mandatos y cuatrienios en que solo se oyen promesas pero nada de obras.

Con la gasolina más cara del continente, tras una inversión en megaproyectos en la Altillanura, o pendientes de la definición de políticas ambientales como la delimitación del Páramo de Santurbán, lo que oímos es que todo se difiere para el año entrante (o quién sabe para cuando).

Normas ordenadas por la Constitución —como el Estatuto del Trabajo—, por las Leyes —como el desarrollo del Ordenamiento Territorial—, o por las sentencias de la Corte Constitucional —como el Estatuto Minero—, simplemente desaparecen o se desvanecen en el tiempo y en el contenido, como si no existieran, como si cumplirlas no fuera una obligación, o como si nada dependiera de ellas.

Los escándalos y la ineficiencia en la Rama Judicial la han colocado en el penúltimo lugar de credibilidad ante la opinión pública. Lo que es igual o más grave es que la calificación del Legislativo es una de las que está peor, y que solo la guerrilla queda con menos calificación que estas dos.

¿Ante esto, quién puede comprender que todas las reformas se difieran, los proyectos presentados se retiren, las decisiones prometidas se pospongan?

Los expresidentes montan un escenario vergonzoso en el que lo único que dejan es la sensación de resentimientos personales y el mal ejemplo de agresividad y falta de propósito de convivencia civilizada.

Se multiplica la falta de armonía entre los órganos institucionales de control, ya llevada al extremo que aparece ante la ciudadanía que se usan los respectivos despachos para dar más importancia a las peleas personales que a cumplir las funciones asignadas.

El presidente contradice a sus ministros u ordena retirar los proyectos de ley que presentan, y estos impávidos siguen en sus cargos. La Procuraduría es olímpicamente ignorada por el primer mandatario. Una convención partidista (del ‘Partido Liberal’) elegida por menos de 26.000 votantes desconoce el mandato aprobado por 2.500.000 constituyentes. Lo candidatos presidenciales salen de colectividades ajenas a las que pertenecen.

Las autoridades y los medios de comunicación del establecimiento hablan de un 'país de las maravillas', y mientras tanto se multiplican los paros, las propuestas, las críticas gremiales, y la protesta social.

Divulgan encuestas sobre la disminución de la violencia o la delincuencia y las noticias muestran una escalada en el sentido contrario. Es más, todos los días balas perdidas matan niños, bebés son robados de los hospitales, rompemos el récord de asesinatos para robar celulares, mujeres son violadas y cámaras de televisión graban atracos en las calles o robos en los almacenes; sin embargo la publicidad oficial habla de aumento en la seguridad, al tiempo que divulga la captura de un promedio de más de veinte delincuentes diarios; con la paradoja que no se sabe a donde los llevan dado la sobrepoblación existente en todas y cada una de las instalaciones carcelarias del país (incluyendo todas las adaptadas —guarniciones, calabozos del DAS, etc. —).

'Carruseles' y 'Conciertos para delinquir' en el sector público, escándalos como Interbolsa o Saludcoop en el sector privado, supuestos o ciertos pero que involucran a decenas de individuos constituirían un cuadro de deterioro moral y ético de la Nación; con una degeneración de una Justicia que pretende que sea el acusado quien deba probar la inocencia; con 'detenciones preventivas' que llevan a prisión sin sentencia ni juicio adelantado; con un sistema de 'colaboración' que prácticamente obliga a hacer denuncias ciertas o falsas contra otros para rebajar sin condiciones las penas; y al mismo tiempo calificaciones de 'lesa humanidad' o de ' genocidios' y 'crímenes de guerra' para revivir juicios de hace varios lustros.

Todo esto con procesos que no terminan, o, en gran parte de los casos, resultan siendo el equivalente a falsos positivos de una 'justicia mediática' que se ha tomado el país.

Y al mismo tiempo se invisibilizan investigaciones, denuncias, testimonios, y conclusiones como las de 'Basta Ya' y las del Centro de Memoria Histórica que nos permitirían conocer otra parte de nuestra realidad para intentar por lo menos aprehenderla en sus otras dimensiones.

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