Hemos visto con gran entusiasmo la llegada del proceso de paz con las FARC a un punto de no retorno. Sin embargo, el concepto de paz integral se convierte en algo lejano cada vez que se avanza en un acuerdo de la negociación (que hasta el día de hoy se ha adelantado en La Habana) ¿Por qué? Sencillamente porque cada buena nueva, cada avance, se transforma inmediatamente en un tema más para alimentar los factores de odio contra los insurgentes y el gobierno por parte de los opositores al proceso. Y así pretenden debilitar los acuerdos de paz. Por eso es increíble que tengamos que iniciar una campaña para refrendar lo pactado en La Habana a lo largo de estos tres años.
La paz es el estado de quietud y tranquilidad bajo un concepto de humanidad. Sin embargo, en política y derecho es la relación mutua de quienes no se encuentran en guerra. Siendo así las cosas, es sencillo explicar y deducir que quien no quiere paz quiere guerra. ¿Puede alguien querer la guerra? Lastimosamente en nuestro país sí. Y es por eso que diferentes organizaciones sociales, políticos y empresarios nos hemos tenido que ver forzados a iniciar una campaña política e informativa para lograr que se dé el primer paso a una paz estable y duradera. Este es tan solo primer el paso porque sencillamente faltan muchos puntos más para llegar a la verdadera paz. Y no hablo de las FARC, aquí debemos tener en cuenta los demás actores del conflicto, atacar de raíz el origen del mismo, dejar sin excusas aquellos que pretenden justicia social desde las armas, garantizando desde el Estado las necesidades básicas en zonas rurales. Sencillamente, para quienes se han tomado la molestia de leer los acuerdos, debe haber cumplimiento no solo de las FARC ,garantizando la no repetición, sino del Estado en las peticiones y puntos señalados en los acuerdos, en lo concerniente a la política de desarrollo agrario integral. En la misma línea, se debe dar cumplimiento a lo concertado en el tema de drogas y la creación de una agencia exclusiva para grupos emergentes y existentes, lo cual está contemplado en el acuerdo del fin del conflicto para así combatir a esas bandas criminales cuyo objeto es la apropiación de territorios para el negocio de narcóticos.
Cada uno de los comprometidos con LA PAZ debemos informar de manera clara a aquellos que han sido víctimas de la desinformación; apropiarnos de los acuerdos y divulgarlos; acabar las mentiras que surgen con argumentos. Sabemos que quienes dicen que quieren paz pero sin impunidad están apropiándose de este concepto para distorsionar la realidad y los resultados del proceso. La justicia y paz nos dejó una serie de paramilitares que nunca repararon ni dijeron la verdad, y que hoy empiezan a salir en libertad. Este acuerdo tiene salvamento ante este tipo de ineficiencias que contenía el acuerdo del gobierno anterior; la justicia transicional es clara al dar un castigo mínimo de 5 años para los próximos desmovilizados y una pena de 20 años a quienes no cumplan con la verdad y reparación. Por donde se mire, tiene garantías de no repetición. Por eso, debemos reflexionar, creer, no tenerle miedo a LA PAZ por nuestra costumbre a la guerra. Es cierto que ningún colombiano vivo conoce la paz pero no nos neguemos a probarla y pensemos en los que crecen o están por venir. Digámosle SI A LA PAZ y recordemos que este es solo el comienzo.