La tragedia de la justicia en Colombia radica en que de justicia hay poco y en cambio abunda la burocracia, siendo la verdad la primera sacrificada durante décadas desencadenando nuevas violencias. Un día fueron los azules y los rojos peleando a muerte, tiempo después fue el Bogotazo y en nuestros días se viven los estallidos sociales.
Eso va acompañado de una institucionalidad que no hace más que preservar el statu quo, donde el congreso le hace el juego a la fiscalía, la procuraduría persigue a funcionarios del gobierno y las cortes le dan largas a decisiones trascendentales como si este hervidero no fuera con ellos, ¡ah! Pero se ofenden y dicen sentirse presionados cuando la ciudadanía exige que cumplan con sus funciones.
Así puede retratarse la historia de los representantes de nuestra sociedad colombiana que ostentaron el poder y a partir de allí usaron sus influencias para llenarse los bolsillos aún a causa de la muerte y el dolor ajeno, secuestrando, extorsionando y matando; otros más sofisticados cobrando coimas y vendiendo el país a su antojo con órdenes que salían desde el propio palacio presidencial, altas cortes, ministerios, notarías y cuanto cargo burocrático existe.
Recibiendo sobornos de Odebrecht, despilfarrando plata de empresas del Estado como Reficar, entregando dineros públicos a terratenientes haciéndolos pasar por subsidios como Agro Ingreso Seguro, amañando fallos judiciales, robándose la salud y gastando los impuestos de las EPS para invertir en sus propios negocios; y así se cuentan infinidad de casos, que se dan tanto en los pueblitos más apartados donde se roban los recursos de las regalías diciendo que “plata es plata”, hasta llegar a la capital, donde llevamos más de 20 años pagando por las losas con sobrecostos de un Transmilenio pensado solo como negocio, y ad portas de lanzarnos a un hueco fiscal inmenso que endeudará a la ciudad por otros 20 años a causa de la construcción de un metro que no tiene ni pies ni cabeza (ni estudios) hecho con la genialidad y terquedad del mismo que nos condenó a pagar esas losas y quien desechó los estudios aprobados por el Banco Mundial sin que nadie lo detenga ¡Genio!
Hoy tan solo hay despojos, el desperdicio de lo que quedó después de feriar la riqueza de nuestro país, resultado de la repartición que hicieron los más ricos, cuando antes y después del llamado Frente Nacional decidieron que el poder estaría en manos de los mismos con las mismas, pasando el mando a sus parientes, hijos, nietos y bisnietos quienes por generaciones han permanecido en el gobierno. Su memoria selectiva azuzada por la estrategia de los medios de comunicación es usada para culpar al presidente Gustavo Petro por este caos en que dejaron a nuestro maltrecho país por décadas.
Casos como el de los López, que llevaron a la presidencia al Alfonso López Pumarejo dos veces (1934 y 1942) y luego al hijo Alfonso López Michelsen.
A López hijo se le cuestiona porque en su gobierno impulsó la industria y el empresariado, pero redujo el presupuesto que debía destinarse a programas sociales y a quien se le acusó como jurista por presunta influencia en el gobierno de su padre en la compra, venta y nacionalización de acciones de empresas extranjeras a las que representaba y que le reportaron luego una multimillonaria ganancia.
A su turno, los Ospina, con Mariano Ospina Pérez, ya desde esa época en 1946 los liberales y conservadores se repartían los puestos del gobierno por mitades. Para sorpresa de muchos en su mandato pasó algo similar a lo que ocurre hoy en Venezuela, cuando por causa de una disputa entre liberales y conservadores por adelantar las elecciones a la Presidencia en 1949, ya que los primeros habían obtenido mayor votación en las elecciones legislativas de ese año y se sintieron con los bríos para implantar un nuevo orden mediante un proyecto de ley para tal fin.
En pleno debate en el Congreso se inició una disputa que terminó en balacera dejando muerto al representante liberal Gustavo Jiménez, por lo cual se propuso un juicio político a Mariano Ospina Pérez, quien fiel a su talante se adelantó, declaró el Estado de sitio, clausuró el Congreso y censuró a la prensa (vea pues, en el fondo no somos tan distintos a Maduro), luego la historia nos mostraría en la Presidencia a su hijo Pedro Nel y a su turno a su nieto Mariano, otro nieto, Rodolfo Ospina Baraya alias “el chapulín” estuvo en el ojo del huracán acusado de tener vínculos con el Cartel de Medellín.
Por ese mismo camino viene la familia Lleras, primero con Alberto Lleras Camargo en 1945 y 1968, como primer Presidente del Frente Nacional, y Carlos Lleras Restrepo quien ocupó la Presidencia en 1966, éste último abuelo del ex vicepresidente Germán Vargas Lleras quien es el jefe del Partido Cambio Radical que es el que lleva la deshonra de ser el de más miembros acusados y detenidos por corrupción y nexos con grupos paramilitares, en los que se cuentan el exgobernador de La Guajira, Juan Francisco “Kiko” Gómez, a quien incluso se le condenó por homicidio, hoy ese lugar se lo pelean codo a codo con el Centro democrático.
No se nos puede olvidar que Carlos Lleras Restrepo por aquello del amiguismo llevó a su gobierno al muy conocido Julio Cesar Turbay quien sería presidente en 1978 y en cuyo periodo se dio el verdadero auge del narcotráfico, los secuestros, el resurgimiento guerrillero, y se disparó la deuda externa causando daños irreparables a la economía colombiana.
Precisamente y bajo la ilusión de un gobierno de equidad, Turbay creó el primer sistema de subsidios cruzados a partir del cual surgen los estratos socioeconómicos que más que ayudar en temas de subsidios a los más pobres, les puso un lastre hasta nuestros días donde todo se mide de acuerdo al lugar donde se vive y las condiciones de la vivienda que se habita, es el estigma que le recuerda a cada colombiano y sobre todo a los más humildes cual es el lugar que ocupa en la sociedad.
En la actualidad para ofender a alguien se le dice que: “Se le nota el estrato”, y esa frase puede resumir esta política clasista. Su nieto Miguel Uribe Turbay ha vivido del Estado ocupando cargos públicos en la Alcaldía de Bogotá. Fue concejal en esta ciudad promoviendo el bloqueo de las políticas del entonces alcalde Gustavo Petro y fue adoptado por el presidente Alvaro Uribe quien lo llevó al senado y está en sus planes para aspirar a la presidencia.
Están también los Pastrana con Misael, en 1970, último presidente del Frente Nacional, padre de Andrés Pastrana Arango. Este par nos dejó una difícil misión: tratar de saber cuál de los dos fue peor en su cargo, el primero endeudó a los colombianos con el UPAC, impuesto con el que millones ilusionados por tener casa propia perdieron sus ahorros, su casa y su ilusión con hipotecas en bancos; y el ultimo, que le entregó a las FARC el Caguán quedando como la novia plantada en la puerta de la iglesia y hoy tiene el cinismo de atacar a cualquiera que busque la paz a través de diálogos y negociaciones.
Hablemos de Juan Manuel Santos quien tampoco se salva de este entuerto, sobrino de Eduardo Santos, presidente en 1938 y uno de los fundadores del Frente Nacional que usaron para alternarse el poder, dividirse ministerios y repartirse la burocracia de forma vil y descarada. Esa burda práctica quedó incrustada en el sistema de Gobierno colombiano, mezclando lo electoral con el tráfico de influencias, llamado amiguismo, clientela, pago de favores y hoy conocida como “mermelada”.
Por décadas, esas grandes familias armaron toda una maquinaria a base de cargos públicos y en las grandes empresas privadas donde tenían incidencia, compraron conciencias y medios de comunicación, diseñaron un sistema acusatorio acorde a sus necesidades clientelares donde entre ellos se eligen y entre ellos se juzgan.
Por eso “entre ellos se hacen pacito”, se anquilosaron en los organismos de control como la Fiscalía, la Procuraduría, las notarias, y un largo etcétera, poniendo funcionarios y comprando testimonios con jueces, fiscales y magistrados de bolsillo, cargos ocupados por fichas claves como hijos, nietos o amigos cercanos para que defendieran sus intereses y se convirtieran en intocables, corrompiendo incluso a los que llegaban precedidos con la mejor reputación y confiabilidad.
Transformaron la institucionalidad a su acomodo para que nadie pudiera juzgarlos en caso de que todo lo demás fallara. Esto explica por qué a ellos la justicia no los toca, pues a estas alturas al interior de los gobiernos operan las mafias que arreglan juicios, destruyen pruebas o tumban procesos que nunca terminan en nada y es que cuando las cosas se agravan actúan sin temor desapareciendo personas para que muchísimos años después sus casos sean declarados crímenes de lesa humanidad, pero sin culpables, como lo hicieron con Gaitán, Galán y Garzón ¡Total impunidad!
El problema actual es que hoy altos magistrados de la corte suprema de justicia que debe elegir a la nueva fiscal no lo hacen, mientras deja en manos de Martha Mancera a esa entidad, obviando que Francisco Barbosa seguirá de plácemes mientras ella es cuestionada por las contundentes pruebas de presunta corrupción y criminalidad denunciada por agentes encubiertos que hoy son perseguidos como lo han denunciado periodistas de la talla de Daniel Coronell y la Revista Raya.
Mientras la procuradora Margarita Cabello y el fiscal Barbosa hacen oposición al gobierno y dejan sin avances cientos de casos y denuncias que duermen el sueño de los justos en sus despachos impidiendo el avance del gobierno del cambio del presidente Petro, la corte suprema recibe la silbatina de los ciudadanos que hoy son conscientes de la repartija de puestos donde familiares de varios de esos jueces están contratados en esa procuraduría y esa fiscalía opositoras al gobierno. ¡Es que así definitivamente es muy berraco elegir a una fiscal en estos momentos!