No voy a ser yo quien critique la decisión de la comisión de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos que ha condicionado la entrega de un tercio del monto de una ayuda a que se identifique y por lo menos se aparte del servicio a agentes y oficiales implicados en las graves violaciones de derechos humanos cometidas por la fuerza pública durante los paros nacionales y las jornadas de protesta que sacudieron al país hasta bien hace poco. Lo que sí me parece es que la medida es tan insuficiente, tan cicatera como los ciento y pico de millones que no se entregaran mientras no se satisfaga dicho requisito. Es muy poco si se compara con la gravedad de dichas violaciones que consistieron en centenares de muertos y heridos y otros tantos desaparecidos, por mucho que la prensa del régimen se empeñe en ocultarlo. O en reducir a unos cuantos casos. La importancia del gesto político obviamente no se cuantifica, pero es tanta que pone de presente que, por primera vez en muchos años, la clase política norteamericana no está dispuesta a correr un tupido velo sobre la respuesta criminal que el régimen suele dar a la disidencia y a las protestas populares.
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Creo que es el punto culminante de su desprestigio
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Iván Duque no tiene alternativa distinta a reconocer la contundencia del golpe que le han propinado, incluso si su corte de aduladores y sus incansables voceros mediáticos no están dispuestos a hacerlo. Es un hecho, señor presidente. Esta sanción corrobora cuan irreversible es su creciente aislamiento político. El que usted se ha ganado a pulso a fuerza de defender y aplicar a ultranza políticas y medidas, tanto políticas como económicas y sociales, que van en contra de la democracia y de las mayorías populares. Mas aún: creo que es el punto culminante de su desprestigio y la invitación inapelable a que, si en realidad desea la recuperación del crédito perdido por nuestras instituciones políticas, lo mejor que puede hacer es renunciar. Y abrir con esta decisión, por fin magnánima, las puertas a una salida política razonable al callejón sin salida en el que, con su incapacidad de reconocer la realidad, ha llevado al país. No espere más: de el paso que tantísimos colombianos estamos esperando que dé. Quizá con ello consiga hasta el perdón de nuestra parte.