A propósito del Comandante
Opinión

A propósito del Comandante

Noticias de la otra orilla

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diciembre 31, 2016
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Que yo recuerde, siempre he sido Fidelista.

Cuando era un niño en los años 60 una de mis abuelas pretendía asustarme diciéndome: ¡Vaya a dormir que por ahí viene Fidel Castro! Y cuando mataron a Kennedy una de mis tías llorando a mares gritó mirando al cielo: ¡Ese tuvo que ser el hijeputa de Fidel Castro! Y una vecina que allí estaba remató: Cero y van dos: primero vino a Colombia y mató a Jorge Eliécer Gaitán el nueve de abril; y ahora fue al pobre Kenide (sic).

Con el tiempo la lista de crímenes a él imputados, dentro y fuera de Cuba, es apenas un poco inferior a la de Hitler. Manes de la revolución. Métete a redentor y saldrás crucificado. Decía mi abuela, la misma que me amenazaba con Fidel.

Desde entonces aprendí que en todo lo malo que pasara en el mundo Fidel Castro siempre iba a resultar teniendo la mano metida. Y así fue. Y para mi había algo en su maldad que siempre me llamó mucho la atención. Debía ser, a lo mejor, esa deliciosa simpatía que tuve siempre por el demonio.

Pero lo jodido era que las imágenes y relatos que empecé a ver en algunas revistas y libros en la biblioteca de mi pueblo, que atendía Juanita Navarro, por la época en que me empezó el virus de la lectura, me informaban otra cosa.

 

fidel 2 - A propósito del Comandante

 

 

Las fotos mostraban a un hombre de gran carácter y atractivo, casi siempre en trance iluminado de discurso. O empujando una recua de mulas famélicas en las montañas de la Sierra Maestra. O metido en un tanque de guerra repeliendo a unos cochinos gringos en una bahía. O pescando en el Caribe. O jugando beisbol. U obsesionado con la vaca más lechera del mundo. O fumándose un habano como un actor de película mexicana.

Y muy rápido aprendí que no era ningún demonio pero en cambio sí era un “juanlaverga”, como decían mis primos del barrio Cevillar en Barranquilla. Y nunca más pude dejar de admirarlo y de quererlo. Pese a toda la carrandanga de improperios que siempre adornó su leyenda.

Y ahora me digo: si los uribistas lloran y añoran a Pablo Escobar, cómo va a ocultar uno la admiración y el cariño que siempre me inspiró Fidel Castro. Ni por el putas!!

Nada de lo que digan lo rebaja un tris en su grandeza. No importa si lo dicen en Miami o lo dicen en La Habana.

Cinco veces he visitado Cuba. Y nunca como un triste turista güevón. Y en cada ocasión me he maravillado con mil cosas; y emocionado hasta las lágrimas al ver la grandeza de su gente; al ver juntas la belleza y la pobreza; la dignidad y la rabia; la exclusión y el privilegio; la inteligencia y la esperanza; la loa y el reproche; el humor y el orgullo; el talento y la queja; el dollar y un peso de mierda; el gran prestigio cultural y el gran desprestigio político...

De todas formas cómo me gustaría que alguien muy serenamente respondiera por qué Estados Unidos que entró en Grenada y asesinó a su presidente; que entró en Panamá, mató a 5000 panameños y secuestró a Noriega; que se fue de caza tras su socio Bin Laden y lo mató como a un perro; que entró en Irak y colgó a Husein; y que persiguió a Gadafi y le dio muerte de la forma en que lo hizo; ¿por qué después de 60 años y de once presidentes nunca se atrevió con Fidel teniéndolo a tiro de 90 millas?

Será porque seguramente pensó que aplicando una lenta asfixia económica durante 60 años terminaría con él y con todo rastro de pretensión revolucionaria, logrando además dirigir toda la frustración y el odio de los cubanos de adentro y de afuera hasta desfigurar ante la faz del mundo cada logro, cada victoria, grande o pequeña, en la educación, la salud, el deporte, la cultura, la economía… que los cubanos ganaban a brazo partido a terribles adversidades.

Había que demostrar que el fracaso de Fidel y de Cuba era algo que no podía repetirse jamás en Latinoamérica o en el mundo. Lastimosamente experiencias tan fallidas como la venezolana y la vergüenza escandalosa de Ortega en Nicaragua no ayudaban para nada a sostener el sueño de Fidel.

Pero así y todo, siempre seguí teniendo la certeza de que era infinitamente mejor que más de la mitad del mundo conocido. O díganme dónde es entonces mejor.

Publicada originalmente el 3 de diciembre de 2016

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