En el paraíso de la corrupción, que hasta ahora ha sido Colombia, se quiere exigir vidas de santos para poder mantenerlos elevados en el cielo de la opinión pública, utilizando espejos de pulcritud divina, pretendiendo mostrar como perfectos a simples seres humanos llenos de errores es el mejor ejemplo de cuánto estamos de confundidos los ciudadanos y las sociedades; creyendo algunos individuos, disfrazados de periodistas o comunicadores, que son los propios Diógenes aunque utilicen como lámparas de la ética social los mismos medios de comunicación que han vivido de enervar al individuo hastiado, cuando paralelamente hacen parte de los medios que ayudan a tapar los robos a quienes lo hacen de verdad.
Que un borrachín no es buen ejemplo, creo que en ese punto estamos todos de acuerdo, que lo cojan infraganti y se dedique a utilizar argumentos baladíes estando orinado, vuelve peor la causa de su defensa, pero que sea por eso el demonio al que se quiera devolver hacia el supuesto infierno, ya es exagerado, en cuanto que los mayores responsables del caos social, perpetradores de masacres y de acciones similares, se puedan mantener mientras tanto tranquilos e invisibilizados, simplemente me confirma que los parámetros para encontrar las soluciones del caos moral no son los indicados.
Es tan pésima la imagen que tiene la clase política, como también la de la dirigencia en general, que son una fuente permanente para armar escándalos, siendo estos a la vez la principal herramienta que utilizan los medios de comunicación que viven y rentan sacando provecho de ellos, así las cosas los ciudadanos y las personas en general no podemos permitir que nos usen cual rebaño de ignorantes por los verdaderos abusadores del escarnio público, cuándo algunos eventos representan defectos y limitaciones individuales, que aunque sean repudiables no alcanzan a equiparar la gravedad de las acciones despreciables y mortales que los grandes grupos financieros y corporaciones industriales y comerciales han institucionalizado en nuestro país y en el mundo entero, frente a los cuales ahí sí las sociedades tienen que ser feroces y capaces de controlar.