El anuncio del gobernador del Magdalena, Rafael Martínez, en el sentido de que no reconoce al alcalde de Santa Marta, Carlos Pinedo Cuello, abre la puerta a diferentes interpretaciones de lo que significa este tipo de pronunciamientos y qué puede ocurrir en la práctica con el pueblo samario.
Lo primero que hay que recordar es que el gobernador Rafael Martínez es un militante de Fuerza Ciudadana, una colectividad política que considera que la Alcaldía de Santa Marta fue ganada por su candidato Jorge Agudelo y que es él quien tiene que estar al frente del destino de los samarios y no Carlos Pinedo Cuello.
En ese orden de ideas, Rafael Martínez está ratificando la posición de su partido. El Gobernador pertenece a Fuerza Ciudadana, un partido que como todo el mundo sabe fue fundado por Carlos Caicedo. Su anuncio es una recordación del reclamo de la Alcaldía de Santa Marta que hace el caicedismo. Es una forma de protesta.
Asimismo, el anuncio de Rafael Martínez consiente la interpretación de que en la práctica lo que sí va a ocurrir es que no va a ver articulación entre su administración y la Alcaldía de Pinedo. La armonía entre gestión de Martínez y Pinedo Cuello pudiera alcanzar niveles bajísimos, precisamente por la falta de una correlación de fuerza por la falta de correspondencia y afinidad política.
La explicación puede ser también que ambos mandatarios pertenecen a orillas políticas muy opuestas y que se han estado, digamos, atacando. Dicha oposición y división se agrietó aún más con el reciente acontecimiento que benefició a Pinedo Cuello.
En cuanto a la inquietud de si la decisión del Gobernador del Magdalena de no reconocer al Alcalde de Santa Marta perjudica al pueblo samario, podría decirse que eso depende si entre Rafael Martínez y Carlos Pinedo Cuello se presenta una competencia popular, una carrera democrática de obtener el respaldo de las gentes, y no populista ni demagógica, esto es, si cada uno busca la manera de implementar políticas integrales para ganarse el afecto de los samarios por medio de la realización de obras públicas y creación de bienestar real.
En el juego democrático limpio, el cada mandatario debería competir por crear condiciones de vida digna de la gente en lugar de caer en la inoperatividad por pertenecer a orillas políticas opuestas.
Lo único cierto es que los pueblos siempre saben agradecer a los que les sirven.