Termina como paradójico que en tiempos más recientes y donde abundaría la opción audiovisual de entretenimiento, el panorama parece reducirse a “más de lo mismo”.
A la fecha ya no es muy claro cuál es el afán de seguir espectacularizando a los narcos criollos, de volverlos casi heroicos, y de proyectarlos con la tilde del biopic en el variado de telenovelas o series que a por estos días son protagonistas en canales nacionales, internacionales o plataformas de streaming. Una moda que, sobre el aparente éxito, hace tiempo desbordó los límites geográficos colombianos para llegar también a otros países latinoamericanos y que, con la democratización del internet en la última década, trascendió las fronteras continentales.
Siendo sincero, cuando apareció el fenómeno se notó entretenido -hablándole como un espectador más-. Y cómo lo no iba a ser si, apelando a la memoria, en la plaza local veníamos de ya clásicos como Yo soy Betty la fea (1999) o Pedro el Escamoso (2001) -todos unos best-seller audiovisuales capaces del reconocimiento en pantalla del colombiano del pie- y se nos atravesó La Saga negocio de familia (2004), sin ser más que el primer drama ilícito nacional proyectado en la televisión pública -o por lo menos relacionado en su génesis con el narcotráfico- protagonizado por Robinson Díaz y en el que también participó Marlon Moreno.
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Último que más tarde sería el actor principal de El Capo (2009) -en Caracol Televisión- y que entraría a competir por rating con El Cartel (2008) -en RCN-, donde también haría presencia Díaz ya con El Cabo y que no era más que la primera representación en pantalla de un verdadero narcotraficante: Wilber Alirio Varela Fajardo, alias ‘Jabón’. Aun así, para la década del 2000 y sin mucha más opción, era lo que nos tocaba mirar.
Sin embargo, termina como paradójico que en tiempos más recientes y donde abundaría la opción audiovisual de entretenimiento, el panorama parece reducirse a “más de lo mismo”. Un tema preocupante cuando varios estudiosos de la ciencia social ya han determinado el tremendo daño a los valores culturales cuando de una aparente validación del fenómeno del narcotráfico se trata. Obsérvese así, la conexión entre el fenómeno del narcotráfico y la psicología social se puede entender a través del concepto de la Representación Social. Categoría conceptual que se define como un conjunto de valores, creencias y costumbres compartidas por individuos dentro de un grupo social. Entonces, estas representaciones sociales terminarían como fundamentales para justificar y respaldar las acciones de las personas dentro de la sociedad; funcionando como un sistema ético que establece ideales para guiar a las acciones de los individuos, fomentando la identificación con propósitos sociales y la búsqueda de la realización personal.
Dicho de forma más sencilla: las representaciones audiovisuales de estos aparentes héroes sí influirían en la forma en que el espectador percibe el mundo y se relaciona con su entorno. Más aun en etapas tempranas de la vida. Créame que en el 2023, viendo Rigo o La primera vez (también de Netflix) me estaba volviendo el alma al cuerpo y creí, por algunos días, que la moda de la proyección de "historias de ficción" sobre comercio de drogas tóxicas a gran escala era historia. Sin embargo, series como Griselda y donde la violencia estaría en todas partes, primando incluso sobre el desarrollo del personaje, llegan a recordar nuevamente el trágico panorama de un Medellín corrompido, de la brutalidad criminal y de una Colombia administrativamente incapaz.