A nadie le importa que Colombia se haya convertido en un basurero

A nadie le importa que Colombia se haya convertido en un basurero

Un ejemplo de esta barbarie ecológica es el río Bogotá y otras ciudades que han hecho de sus aguas, cloacas y vertederos de residuos sólidos y líquidos

Por: Jaime Rivas Díaz
septiembre 20, 2022
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A nadie le importa que Colombia se haya convertido en un basurero

Los problemas del entorno ambiental en la historia de la actual república de Colombia tienen, en cierta medida, su origen en el conflicto cultural que generó la invasión española en el antiguo territorio de los Muiscas, Taironas, Pastos [1], y demás pueblos americanos.

Si bien, españoles, africanos y americanos provenían de culturas tradicionales, en el caso de americanos y africanos se diferencian de los españoles en su relación con el entorno natural.

Entre estos pueblos, existía (y existe hasta ahora) la creencia de hacer parte de la naturaleza; entre los pueblos prehispánicos con alguna influencia inca eran la Pacha Mama (la Tierra) y el Papa Inti (El Sol) los dioses protectores de la vida y padres de la humanidad.

Así mismo, entre los pueblos africanos de los cuales provenían las personas esclavizadas existía un universo de dioses que encarnaban la fuerzas naturales como el mar (Yemayá) del Trueno (Changó),entre otros,  que   estaban presente en la conciencia colectiva de los africanos y que luego heredaron a sus descendiente en América.

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Esta conciencia colectiva pone de manifiesto una relación profunda, familiar, de los individuos precolombinos y africanos con su medio ambiente: son parte de la naturaleza; al contrario, los españoles vienen de la civilización judeocristiana en la que  según la religión católica el hombre, desterrado del Paraíso terrenal,  por su pecado original, está obligado a reproducirse y sojuzgar la tierra y reinar sobre todo lo creado.

Por esto, los europeos, y especialmente los españoles que llegan a América, ven el territorio americano y sus habitantes como subhumanos para explotar y un ambiente salvaje para derrotar. A los humanos los convierten en esclavos y al ambiente lo socaban sin preguntarse. Había que explotar la selva americana y sus habitantes.

Esta visión europea se ve en la devastación de antiguas colonias en África como el Congo,  por ejemplo, en las que no solo se extrajo recursos de la selva sino a los propios seres humanos que habitaban esos territorios.

En el caso de Colombia y de la América, en la Colonia e inicios de las repúblicas los españoles y sus descendientes tenían miedo y en ocasiones odio a este ambiente plagado de moscos y alimañas, por eso, eliminar el ambiente salvaje y la presencia e historia de los hombres y mujeres salvajes que la habitaban fue parte de las políticas racistas (y antiambientalistas) de los colonos europeos.

Era un proceso civilizatorio. La civilización se simbolizó en los andes colombianos con un hacha clavada en  el tronco de un árbol derribado por el colono de ascendencia europea.

Millones de hectáreas de selva se tumbaron para ganadería y aunque las ciudades españolas se construyeron, como las indígenas, a orillas de los ríos, estas fuentes de agua con el tiempo fueron contaminadas por los desechos sólidos y líquidos de la vida urbana criolla.

Para un ejemplo actual de esta barbarie ecológica es el tratamiento que Bogotá le dio al río que lleva su nombre, Cali con los siete ríos que la atravesaban.

Pasto, Medellín, y demás ciudades que han hecho de los ríos de antaño cloacas y vertederos de residuos sólidos y líquidos.

Una lectura sobre la cultura del agua en la prehistoria colombiana nos dice que pueblos como los Zenues y los Tumac, administraron eficientemente las crecidas de los ríos Zenú, en el caribe colombiano, y el Caunapí en el Pacifico, mediante canales, cuya tierra extraída era usada para la agricultura.

Actualmente en Colombia, en el caso del Caribe, la lluvia invade los territorios produciendo desastres imprevistos para los que las poblaciones no están preparadas y que el Estado no resuelve adecuadamente.

La causa, podría ser que ganaderos y terratenientes del banano y oros cultivos coloniales rellenaron y acabaron con los canales que controlaban las crecidas de los ríos.

En la lucha por el poder económico, en las primeras décadas de la república colombiana la propiedad de la tierra se volvió clave para la economía del país.

Los antiguos esclavistas aprovecharon para ampliar sus feudos. Una manera legal para hacerlo fue la tala del bosque.

Entre más bosque se podía tumbar, más tierras se podía titular como propia. Allí se fundó unos de los conflictos que más  ha influido en la paz de los colombianos y es el de la lucha por la tierra: grandes terratenientes con miles de hectáreas de tierra para ganadería (una hectárea para cada vaca, era la costumbre) o monocultivos de café, caña y banano, mientras que el campesinado compuesto por negros libres, indígenas y blancos pobres no tenían la suficiente para sobrevivir.

Esa tendencia de la acumulación de la tierra para la producción de monocultivos, la ganadería o para alquilársela los campesinos que no tenían, llevó a la transformación ambiental de selvas tropicales como las de la costa caribe colombiana para la siembra de monocultivos y la ganadería, así como la del valle geográfico del departamento del Valle del Cauca que en la actualidad está completamente sembrada de caña de azúcar.

El impacto ambiental no calculado en estos doscientos años de ocupación y republica dejan un saldo cruel: personas desplazadas por los sangrientos conflicto por tierra, ríos contaminados por la acción humana urbana y la minería ilegal y legal, extinción de buena parte de la fauna y la flora originaria de este territorio, entre otras desgracias.

Aunque con la Constitución de 1991 se planteó el derecho ciudadano a un ambiente sano, la apertura económica que la siguió acabó por profundizar el daño ambiental.

El mercado libre no solo vende mercancía sino que también vende basura. Si el consumidor compra una libra de arroz, el sistema le vende el arroz más la chuspa de plástico que tiene un solo uso y termina en el basurero.

Entonces un hogar urbano compra comida, utensilios del hogar, químicos para el aseo, todo en cajas, chuspas y botellas plásticas y luego tiene que sacar eso de su vivienda para que el servicio de basuras municipal las recoja, pero las ciudades cada vez más pobladas, no alcanzan a recoger ni eliminar toda la basura que el sistema industrial produce y vende.

La basura que es el drama permanente porque no solo contamina las ciudades sino que la gran mayoría de esos residuos van a los ríos, ya contaminados por la industria y el sistema de vida urbano, y de ahí al mar donde  afecta la vida de las especies marina. ¡Hay islas de basuras en los océanos del mundo!

El sistema productivo del libre mercado en la época del neoliberalismo es la principal fuente de producción de basura y éstos industriales le pasan el problema de la basura al Estado, que al no resolverlo, se lo deja a los consumidores que no tienen la capacidad de resolverlo.

De ahí el caos ambiental y la amenaza planetaria del calentamiento global y la destrucción de la vida en el planeta. Ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, en Colombia, son un ejemplo de que pese al esfuerzo presupuestal e institucional por desterrar la basura, la basura no se reduce y no lo hace porque está asociada al mercado, y como los mercaderes presionan para que cada día haya más productos que vender y más consumidores, siempre habrá más basuras.

Acabar con la basura es acabar con el mercado y el sistema industrial neoliberal y globalizado que la produce y nos la vende.

La Constitución de 1991 también abrió el camino para  la creación del Ministerio del Medio Ambiente y fortaleció Corporaciones Autónomas Ambientales y un Sistema de Parques Nacionales.

Sería bueno que el nuevo gobierno evaluara el impacto de estas instituciones en la contención de la contaminación ambiental y la preservación del medio ambiente sano.

Con solo saber que Codechoco autorizó la explotación de miles de hectáreas de bosques en el Pacifico chocoano, que el Ministerio del Medio Ambiente autorizó el Fraking para la explotación petrolera, que la CVC vio como los cañeros convirtieron el valle geográfico del Cauca en un monocultivo de caña.

Que la Corpocauca no hizo nada frente a la minería ilegal que destruyó los ríos del norte del Cauca y sur del Valle, que Corponariño no detiene la contaminación ambiental por lo derrames de crudo en los ríos Mira y Caunapí, del Pacífico sur colombiano, se podría suponer que las instituciones estatales que debían garantizar en Colombia el derecho al medio ambiente sano, no lo han hecho y al contrario han operado como socios de su destrucción.

La corrupción política podría estar en el fondo de esta incapacidad institucional.

Para concluir: La cultura judeocristiana le da al ser humano occidental  la potestad de reinar sobre la naturaleza y destruirla si se interpone a sus interés comerciales.

El capitalismo neoliberal atenta contra la salud humana y del planeta mediante sus grandes industrias productoras de gases de invernadero y la producción de la basura que envuelve sus productos contamina las ciudades los río y los mares  y enferma a la población que consume sus productos súper procesados con azúcar y sal.

Los estados como, el de Colombia, pese a tener  constituciones e instituciones orientadas a garantizar el derecho al medio ambiente y de la vida de la población no lo hace por la cultura corrupta de la politiquería. Este es un coctel  muy peligroso para el planeta y la vida humana y de la naturaleza

Nuestro país requiere un Cambio en este caso. El nuevo gobierno de Colombia se sustenta en ese cambio.

Los hermanos indígenas, afrocolombianos y campesinos tienen todo el conocimiento y experiencia para reorientar un modelo de progreso distinto, basado en el respeto de la vida de los seres humanos y de la naturaleza.

[1] En Colombia habitan 87 pueblos indígenas:Wayú, kogui, arhuaco, chimila, arzario, yuco yukpa, zenú, motilón barí, tulé, emberá chami, emberá katío, wuonaan, coyaima, dujo, eperara siapidara, misak, yanacona, nasa, inga, awa kuaiker, camëntsa, coreguaje, cofán, pijao, desano, Uitoto, cocaima, tanimuka, bora, taiwano, bara, nukak makú, tukano, barasana

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