Sólo ahora, cuando el ciclismo ha dejado de importar, tenemos a un súper dotado. En esta temporada Nairo se muestra imbatible. En Cataluña, el País Vasco y ahora en Romandía, Quintana ha aplastado a todos y sólo el mejor Alberto Contador de los últimos cinco años podrá derrotarlo en Francia.
Si hace diez años, antes del escándalo de Armstrong, esto hubiera sucedido, uno de cada cinco edificios de Bogotá tendría la cara de Nairo Quintana. Lamentablemente el dopaje y la impaciencia de los nuevos tiempos han acabado con el ciclismo. Para un joven común y corriente el Tour de Francia es una mamera. Ellos son inmunes a la belleza del paisaje y no les impresiona ver como un hombre, desfallecido, logra la hazaña de coronar el pico de una montaña a punta de pedalazos. Admiran a Nairo sólo porque creen que es un campesinito humilde que la guerrea y son incapaces de ver que es el deportista colombiano más importante de toda la historia.
Así no lo sigan no nos importa. Gracias a las transmisiones de Espn, engrandecidas por la salida de Camilo Perez, de lejos el peor periodista deportivo del mundo, podemos ver la temporada esplendorosa de nuestro ciclista. A sus 26 años Nairo no para de crecer. En el País Vasco no ganó porque su equipo, Movistar, sufrió una virosis que le costó el retiro de los hermanos Izaguirre. Los antibióticos mermaron al colombiano quien, en las dos últimas etapas, cómo suele demostrar en cada competencia, era el corredor más fuerte de todos.
En Romandía Froome no le gana ni en las contrarreloj. Se ve que la preparación de Eusebio Unzúe y José Luis Arrieta, se ha centrado en mejorar su condición de contrarrelojero ya que el Tour, su gran objetivo, tendrá una de casi 50 kilómetros.
Qué lástima que el ciclismo ya no paralice a un país. Los que vivimos los años 80 recordamos las calles desiertas a las nueve de la mañana, los niños en los colegios pegados al bafle de un equipo de sonido, a los oficinistas sofocándose ante el televisor a blanco y negro que tenía en el local de la esquina la señora de las empanadas, a Julio Arrastia Bricca, el viejo macanudo, desgañitándose porque Patrocinio Jimenez coronó el Tourmalet.
Adoramos a Fabio Parra, a Lucho, a Martín Ramírez, a Alfonso Florez, pero ninguno de ellos se parece a Nairo. Con otitis, con fiebre o gastroenteritis, con la nieve del Stelvio o bajo el sol canicular del Mont Ventoux en verano, nadie puede con el Cóndor. Ganará en Romandía y si su cuerpo o un accidente no lo traiciona será el primera latinoamericano en ganar el Tour de Francia.
Hay razones de peso para creerlo, lo que no hay es gente para poder celebrarlo. El Giro que ganó y en donde Rigo fue segundo, fue el de peor sintonía y menos afluencia de público en 105 años. Acá la celebración sólo fue estruendosa en Boyacá y en algunas partes de Cundinamarca. Si les cabe duda de la poca importancia que tiene hoy en día el ciclismo vean no más los problemas económicos que carcomen la vuelta a Colombia, el Clásico RCN y la Vuelta a la juventud, tres competencias que hace 30 años paralizaban el país.
Igual nada de eso le importa a Nairo. Así en Colombia su fama no sea la misma que tuvieron en su momento Ramón Hoyos, Cochise o Lucho Herrera, a él lo único que le interesa es ser consecuente con el mensaje que tiene tatuado en su ADN: ganar