Todos los niños de Boyacá sueñan con ser como Nairo Quintana. Es una locura pero lo adoran. Ya quisiera Egan Bernal tener ese tipo de afición. Pero en unos cuantos meses el mito terminó. Nairo dio positivo por Tramadol y no se necesitó una sanción para que la totalidad de los equipos World Tour se pusieran de acuerdo para no contratarlo y acabarle la carrera. En Colombia inmediatamente se entró en un momento en donde se decidió cerrarle la puerta a Nairo. Los años dorados del ciclismo colombiano ya son historia, las jóvenes promesas no cuajan en Europa. En Colombia ganan los mismos, acá no existe una política antidoping y todo se está acabando.
A finales de enero Nairo viajó a Europa. La idea era conseguir equipo, seguir en competencia. El papá le había dicho que basta, que se retirara. Pero Nairo quiere seguir compitiendo. Nadie lo contrata y lo más probable es que Quintana tenga que regresar al país a competir en nuestro famélico calendario.
Triste que a nadie le importa. Por ahí está Mario Sábato, vendedor de humo profesional, intentando hacernos convencer que todavía existen ilusiones cuando ni Daniel Martínez ni este Egan Bernal después del accidente están para pelear. Con Nairo afuera de la competencia, teniendo apenas 33 años, el ciclismo colombiano terminó. Lo triste es que a nadie le importa. Nairo está golpeado emocionalmente pero es como si no hubiera existido. Triste que se acabe de esta manera una carrera en un país de ingratos.