Juan Pablo Montoya no le debe nada a Colombia. Pablo, su papá, lo envió a competir a Estados Unidos con los ahorros, incluso muchas veces se iba con su hijo en aviones de carga. Acá nadie le dio la mano. Montoya no estaba resentido ni nada parecido, sólo estaba concentrado en lograr su objetivo mayor: ser campeón de la Fórmula 1. No tuvo suerte en su intento, en los años en los que estuvo en la Gran Carpa del automovilismo, Monty tuvo que competir contra los Ferrari de Michael Schumacher que eran absolutamente invencibles entre los años 2001 y 2006. Sin embargo, cuando tenía alguna posibilidad, Montoya les ganaba. Durante el 2003 ganó 7 Pole Position. Siete también fueron las carreras que ganó en la F1, algunas conseguidas en templos como Monza o Mónaco.
Montoya también se enfrentó a una prensa que lo tildó de arrogante porque no daba entrevistas. Era otro rolo gomelo insoportable y así quedó catalogado y todavía muchos imbéciles patrioteros, que no tienen idea de qué es la F1, lo tildan de fracasado. Dios, Montoya es el gran héroe de nuestra infancia, el que nos hacía madrugar, el deportista más top que hemos tenido en la historia de este país, más reconocido que el Pibe, que James, que Nairo. Una personalidad apasionante, un agresivo dentro de las pistas, un atleta que debió haber tenido otro público, otra prensa porque los colombianos nunca le ayudamos.
Montoya le tenía terror a los aficionados colombianos que se lo encontraban en el exterior, le tocaban el culo, le jalaban el pelo y si lo veían en un restaurante no lo respetaban, los colombianitos querían el abrazo, la fotico, el autógrafo y a Montoya no le gustaba que lo molestara nadie, tenía un genio de los cojones.
En el 2006, a los 31 años, y con problemas con los directivos de McLaren se retiró de la F1 y se fue para las Nascar, una decisión sorpresiva que nos deprimió a todos. Montoya nunca se arrepintió. A los 46 años sigue compitiendo y buscará su tercera corona en Indianapolis. Esta nueva generación, la que eran niños cuando corría en la F1, lo entiendo mejor y lo adora. Ojalá Montoya alguna vez pueda perdonarnos.