Cuarenta y cuatro años después de la charla y el contundente mensaje de la Unesco en contra/favor de los museos*, estos siguen sin ser “populares” en la ciudad.
Si se mira para el exterior, Chile en 1972 de la mano de Allende, comenzó una reforma a los museos creando un nuevo concepto de museología, permitiendo un mayor acceso a la comunidad a la ‘cultura’ que hay en estos lugares. Años más tarde, esos mismos pasos los seguirían México, Argentina y Brasil, país en el que incluso se llegó a hablar de “Ecomuseos” de acuerdo a las problemáticas ambientales y la diversidad de estéticas que allí se encuentran.
A Medellín le quedó ‘grande’ popularizar los museos. Y cuando se habla del fastidioso plural, se hace énfasis en el Museo de Antioquia y el Museo de Arte de Moderno. Y es que estos espacios siguen siendo una institución pulcra casi que al nivel de una porcelana aún empacada con cuidado, a la que siempre van los mismos, ya sea estrato medio-alto y alto, y académicos que ven al museo como un laboratorio científico.
A pesar de las múltiples campañas hechas por el Museo de Antioquia, este sigue siendo una marca registrada que no trasciende del empaque arriba del estante. “El museo de Botero” dicen las personas del común que a fin de cuentas son las que viven la ciudad, “¿Ese no es el de las gordas?” dice una señora que está sentada en una de las bancas de la Plaza de las Esculturas, justo al frente del museo mencionado. La gente sigue siendo indiferente al tema de los museos, pues perdura el imaginario de que para entrar a estos espacios hay que tener por lo menos un “cartón”, cuando la entrada está a un paso del tan voluminoso “aporte voluntario”.
A pesar de los intentos que se han venido haciendo, los museos siguen siendo sede-ntarios. Les falta simpatía con la comunidad, pues pese a los intentos por acercar a la gente del común a la cultura que emanan aquellas baldosas y paredes, estos siguen atendiendo a un público muy específico que está unos centímetros más arriba del ‘común y corriente’. Decepciona la mera idea de que estudiantes de instituciones educativas de la ciudad vayan de salida pedagógica a un espacio de estos, como si fuera un espacio de rehabilitación, recogimiento y normativo (¿Para eso están Los Pomos, no?). Eso sin apuntar que esa puede ser la única vez que vayan a un museo por el resto de sus vidas o dejando el dramatismo a un lado, por lo menos en un lapso considerado.
El Mamm ha venido vendiendo una imagen más bien light, siendo a su vez, fieles a las personas que usan el mismo término en sus conversaciones a diario. Su contemporaneidad está casi ligada a otro cierto tipo de público que responde a patrones parecidos a los que se mencionaba con el de Antioquia. Solo que, si bien el anterior es la jetset pasada de años o que está catana, el Mamm es para los que apenas están escalando o posibles herederos de fortunas con diplomas de universidades de sus propios familiares.
Claro está que el punto principal no es despotricar de los dos museos emblemas de la ciudad, no hay que dejar a un lado la realidad que los cobija. Si bien ambas instituciones tienen actividades en los barrios de la ciudad y municipios cercanos, esto se queda solamente como un ejemplo de la responsabilidad social que tienen que facturar ambos a fin de mes y anualmente.
El punto no es acercarse con las obras y tallercitos de pintura a la gente de los barrios, total, pintar caritas, untar témperas en un papel y extender crayola en folios sin salirse de las márgenes, son temas de cualquier clase de Artística en la educación pública, lo que hay que hacer primero es educar a las personas en estos temas y no seguirlos estimulando como personas inertes que van a un museo o que contemplan la obra en la acción comunal de su barrio y ya, sólo eso: la miran y pasan a la que sigue.
La sensibilización con los públicos debería ser una prioridad para estos lugares (museos), que al menos, no llegando al extremo de la crítica ácida, le han apostado al cambio y se han atrevido a ir a lugares a los que ni los taxistas van. Sin embargo, sería grato aprovechar esas salidas, esos intercambios de lugares para que el trabajo con la gente que en la vida se le haya pasado por la cabeza ir a un museo, sea la excusa para acercarlo a las realidades que hay en el fondo de estos espacios.
Así las cosas, los estos dos museos deben esforzarse más y empeñarse en mostrar resultados de educación y no galerías de personas pintando y jóvenes trabajando o haciendo labor social pintando caritas a los niños como cualquier centro de recreación de fiestas. La enseñanza no debe ser delegada a las instituciones educativas de todos los campos y saberes, lugares como los museos, desde la misma comunicación visual, deberían permitir mayor comprensión y entendimiento para las personas que quieren aprender.