A los líderes sociales se les olvidó la gente cuando los pusieron a escoger camioneta blindada

A los líderes sociales se les olvidó la gente cuando los pusieron a escoger camioneta blindada

La lucha social se diluye entre el miedo y el confort. Líderes cambian demandas comunitarias por camionetas blindadas, olvidando su esencia y compromiso popular

Por: Nerio Luis Mejia
abril 03, 2025
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A los líderes sociales se les olvidó la gente cuando los pusieron a escoger camioneta blindada

Quizás muchos de nosotros, aún navegamos en los recuerdos de aquellos tiempos de la historia reciente, cuando existieron expresiones sociales, surgidas en el seno campesino, y en las barriadas pobres de nuestros pueblos y ciudades, quienes luchaban incansablemente por alcanzar un mínimo de dignidad, en cuanto a mejorar las condiciones de vida, de los habitantes en nuestras regiones.

Hoy desafortunadamente el conflicto social y armado persistente, el cual ha dañado en gran medida el tejido social de las diferentes manifestaciones populares, quienes hemos dejado de lado nuestra génesis del interés común, por el interés personal y el confort que brindan las camionetas.

Es tanto el miedo que sentimos a la hora de autorreconocernos como líderes, que antes de visibilizar los distintos problemas que aquejan a las regiones, ponemos en primer lugar la necesidad de protección que nos brinda el Estado, que muchas veces va desde un simple chaleco balístico, pasando por un hombre de protección, hasta llegar a los más afortunados, que gozan del privilegio de embarcarse en una camioneta de alta gama blindada, lo que muchas veces se convierte en una verdadera paradoja, a la hora de hablar de la lucha de clases.

Es sorprendente el nivel de inseguridad que se vive en Colombia, especialmente sí eres un líder o líderesa social o defensores de derechos humanos, quienes para poder realizar sus actividades rutinarias, deben estar acompañado por hombres de protección armados, dispuestos a responder ante las distintas amenazas que hoy tienen bajo tierra, a miles de mujeres y hombres, que valientemente se atrevieron a defender los derechos de sus comunidades.

La gran paradoja de los líderes y las camionetas, es que a veces los ruidos de los poderosos motores, nos llevan a comportarnos iguales, a quienes les reclamamos por apropiarse del erario público, y terminamos sentados en los privilegiados asientos de las camionetas, las que muchas veces nos damos el lujo de elegir, entre una Mitsubishi o la preferida de todos, la Toyota TXL.

Nuestra esencia y carácter se diluye entre las amenazas y en el tiempo, quien a la vez no sabemos cuál de los dos es más peligroso. Cualquier amenaza debe tomarse muy en serio, como también deberíamos tomarnos muy en serio nuestro rol de dirigentes sociales, y poner en la lista de prioridades las necesidades históricas e irresueltas de nuestro pueblo.

La austeridad de la que hablan nuestros gobernantes, esa que en público aplaudimos, pero que en silencio nos roba la tranquilidad al saber que los recortes presupuestales, pueden alcanzar mi nivel de comodidad, al tener que pasar de una camioneta blindada, a un simple chaleco antibalas, acompañado de un celular, lo que hace olvidar la esencia de mis luchas que son, y deberían de ser siempre, mejorar las condiciones de vida de nuestras comunidades.

Ya nuestras reuniones no están alentadas por nuestra jerga de veredas, parecen cumbres ministeriales, por la manera como se adornan las calles en los espacios a los que asistimos, debido al gran número, y a la variedad de camionetas de todos los gustos y estilos.

Nuestras intervenciones ya no tienen el reclamo sobre el arreglo de las carreteras, y las mangueras que necesitamos para las bocatomas de nuestros artesanales acueductos; de la pintura para las escuelas, ni la dotación de picos y palas, que caracterizaron siempre nuestro sentir campesino. Se perdieron los reclamos del puesto de salud, y la ambulancia que trasladará al hospital a Doña Nacha, ya nadie reclama las cuerdas para ajustar el puente hamaca, pero que tristemente se incurre a los autoatentados, y a la falsa amenaza, contar de no desprenderme de mi amada camioneta blindada.

Hoy primeramente reclamamos camionetas, y después proseguimos a hablar en nombre de la vereda que decimos representar. Algunos de nuestros procesos organizativos, parecen grandes corporaciones, presididos por líderes de saco y corbata, de joyas y toda suerte de alhajas, que nos hizo olvidar el sombrero, la mochila, y la alpargata.

Pero la paradoja está, de que en la vereda muchas veces no conocen mi función de líder social, y defensor, pero por fortuna, si distinguen a leguas el ruido de mi camioneta blindada. 

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