El país está pasando por uno de sus peores momentos en la historia, no solo a nivel político y social, sino por la pandemia a la que se enfrenta día tras día y con múltiples adversidades. Para nadie es un secreto que la ciudadanía está dividida políticamente, así que tratar de encontrar una respuesta a la problemática social que satisfaga los deseos de la comunidad en general, es prácticamente una utopía. Si bien es claro que no existe esa unidad por las diferentes perspectivas de la población frente al actual gobierno, como colombianos, tal y como se expresa en los derechos y deberes en salud, tenemos el deber de cuidar nuestra salud, la de nuestras familias, la de la comunidad en general y cumplir de manera responsable con las recomendaciones del equipo médico-asistencial. Es por esto, que al tratarse de un panorama tan atípico que nos afecta a todos, debemos estar más unidos que nunca por la preservación del derecho fundamental a la vida. Ahora, el real problema del colombiano promedio, viene tras la conveniente interpretación de la norma, en donde vociferamos y exigimos tajantemente nuestros derechos, pero vemos el cumplimiento de los deberes como si de una contribución voluntaria y bondadosa se tratase.
Después de más de un año tratando de sobrevivir a la pandemia, al jueves 10 de junio de 2021 y según la información oficial reportada por el Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública (Sivigila), el panorama no es el más alentador. Se han reportado un total de 3'665.137 de contagios en total, de los cuales 150.575 aún están activos y han fallecido hasta la fecha 94.046 personas. Teniendo en cuenta el total de casos y el número de fallecidos, se obtiene que la proporción de letalidad por COVID-19 en el país es de 2.57 personas por cada 100 habitantes, cifra bastante elevada teniendo en cuenta el tiempo trascurrido desde el inicio de la vacunación y que solo se ha logrado inmunizar por completo el 6.9% de la población colombiana. Es en este preciso instante donde se debe analizar la situación desde un punto de vista crítico y objetivo, ya que siempre defendemos el bien particular, pero poco pensamos en el bien general, porque es triste ver que a causa de la pandemia muchas personas perdieron sus empleos, otras tuvieron que cerrar sus negocios y otras frenaron bruscamente sus emprendimientos; pero por otro lado están aquellas personas que perdieron un ser querido o que están esperando una cama en una unidad de cuidados intensivos.
Para cambiar ese panorama desolador, la solución está al alcance de nuestras manos y es muy sencilla en la teoría: lavado de manos, uso de mascarilla y distanciamiento social. Las tres recomendaciones que han probado ser las más efectivas para combatir la pandemia. Ahora, llevarlo a la práctica es más complicado de lo que parece, no por la complejidad de las actividades en sí, sino por el pensamiento egoísta y facilista que tenemos. La dificultad de las personas para asumir responsabilidades es inmensa y la solución más sencilla siempre será culpar al otro. Es por eso que en las redes sociales las personas que no están de acuerdo con las marchas, expresan su preocupación por las aglomeraciones causadas por éstas y las personas que asisten a las manifestaciones dicen asumir el riesgo y encuentran más peligroso asistir a un partido de futbol o movilizarse en los diferentes medios de transporte masivo.
Sin embargo, el tema no se reduce a estos dos grupos, así que debemos hacer una autocrítica y empezar por el cambio propio. Las pequeñas acciones son las más significativas y empiezan con nuestro comportamiento del día a día. Antes de hacer cualquier cosa y criticar al prójimo debemos preguntarnos: ¿los establecimientos si están vigilando el aforo para dar cumplimiento a los protocolos de bioseguridad, ¿estamos usando correctamente los elementos de protección personal en los diferentes lugares que visitamos?, ¿las “reunioncitas” son en realidad un concierto con el nombre disfrazado?, ¿estamos saludando de manera adecuada? Pensar que porque se hizo apertura para recuperar la economía finalizó el problema de fondo, es solo una falsa sensación de tranquilidad.
Día a día con nuestros comportamientos demostramos que no estamos preparados para una apertura total, y de hacerla, estaríamos condenando a un gran número de compatriotas a la muerte. Es por esto que los diferentes gremios del área de la salud piden que no se dé una apertura total e inclusive algunos plantean que se vuelva a realizar una cuarentena obligatoria por el inminente colapso de los servicios de salud a nivel nacional, el desabastecimiento de dispositivos médicos y medicamentos como el oxígeno, los relajantes musculares, los anestésicos, los antibióticos y muchos más; acción que no se realiza por la presión de la misma ciudadanía. Así que antes de quejarnos por las medidas tomadas por los diferentes mandatarios, hay que pensar si estamos contribuyendo a la solución o al agravamiento del problema. Piense: ¿Le quedó grande asumir su propia responsabilidad?