Hace sesenta años Charlie Watts no quería dedicarse al rock, lo de él era el jazz. El rock era una cosa para fumetas anfetamínicos que vestían chaquetas de cuero. Y Charlie no era ningún desadaptado. Admiraba a Jimmy Cobbs, el baterista que llevó el ritmo de Kind of blue, el disco más importante de Miles Davis. Le tocó entrar a los Stones en parte porque Brian Jones, líder y creador de la banda, iba por el ritmo crudo y salvaje del blues y no la farándula barata del rock and roll. Cuando Jagger y Richards hicieron el golpe de estado, aupado por el productor Andrew Old Oldham y por las drogas que quemaban el cerebro de Jones, el grupo pasó más a ser rock que blues y Satisfaction y su riff salvaje fue toda una declaración de principios. Desde entonces a Watts estar en la banda más importante del mundo era más un trabajo que un goce. Y así lo asumió. Siempre amenazó con separarse pero entonces venía Jagger a arrodillarse y a pedirle que por favor no los abandonara, que sin él no existían los Stones.
Entonces, cada vez que podía se conectaba con la banda de jazz que capitaneaba, con sus caballos, con su esposa y después con sus nietos. Charlie siempre fue eso que vimos a través de las imágenes que nos llegaban, un inglés típico, flemático, preciso, hosco y de humor difícil.
Muchos de los que desprecian el rock creen que 80 años era una edad aceptable para morir. No creemos eso. Ochenta tendría John Lennon y casi todos los Beatles, 80 años está a punto de cumplir Jagger quien todavía mueve su culo esquelético con autoridad. Tenía ochenta años y un cáncer que lo perseguía desde hacía dos décadas. Ochenta años y se iba a embarcar en una nueva gira hasta que la enfermedad reapareció y lo acostó. A los Stones los tuvimos en el Campín en el 2016 y estuvieron maravillosos. Charlie sobre todo, una lección de cómo se lleva desde la batería a una banda tan exigente como los creadores de Exile on Main Street. Creíamos que iban a durar para siempre. Por eso, a los 80 años, nos parece que un rockero es demasiado joven para morir.
Le acabo de avisar a mi amigo el periodista de los Informantes José Monsalve. Él me escribió este wasap: “Ayer vi una entrevista a Steven Kaufman, un políglota de 74 años q empezó a aprender idiomas sobre los 50 años y le dijeron: “Tienes 74 años, ¿por qué sigues aprendiendo lenguas, por qué no estás en la playa descansando tranquilamente?”. Y él respondió: “Bueno, en realidad no me gusta la playa”. Todos deberían morir como Charlie Watts, en la carretera, haciendo lo que más les gustaba en la vida.