No es que esté incitando al desorden, solo que hay noticias que pasan como de agache, como si no se tratara de nada, y son tremendamente alarmantes. Me refiero al informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en junio pasado, en el que se habla del millón de seres humanos que diariamente, en el mundo, contraen una infección de transmisión sexual (ITS)… ¡un millón diario! ¡376 millones de personas al año! Es como si Brasil completo estuviera infectado.
Claro que, si pensamos que el planeta -según la ONU- tiene hoy siete mil quinientos millones de personas, pues un millón resulta siendo no mucho, pero un millón diario si me parece impactante. Revisé el registro de medios y la noticia apareció como una más; bueno, no era para extra, pero es sin duda un tema muy importante de salud pública.
La OMS dice que son fundamentalmente cuatro: clamidiosis, gonorrea (esto me recuerda una pelea de gamines), sífilis o tricomoniasis. Horribles todos los nombres de estas infecciones, como horrible debe ser padecerlas, porque unas son “curables” y otras “tratables” según el doctor Andrés Daste, ginecólogo y obstetra de la Universidad del Rosario. Qué susto todas, pero esas “tratables” suenan a permanentes, y efectivamente lo son.
500 millones de personas son portadoras de Herpes, 290 millones de personas tienen virus del papiloma humano (base del cáncer de cuello uterino, relación descubierta por la doctora colombiana Nubia Muñoz, nominada al Premio Nobel). Estas son algunas de las cifras que hasta aquí nos dan un dato y nos llaman la atención sobre algo. Pero lo importante, para quienes están leyendo esta columna, es que se pregunten cómo pueden evitar el riesgo de contagiarse.
Estas enfermedades, según el doctor Daste, afectan no solamente los genitales como muchos se imaginan. No. Pueden afectar cerebro, hígado, corazón, sistema inmune, aumentar el riesgo de cáncer o adquirir enfermedades como el HIV. “Cuando se educa por pedacitos, con la única preocupación de evitar el embarazo, se impide prevenir. El día que veamos la sexualidad como parte del desarrollo humano, sin negarles a los hijos que algún día tendrán vida sexual -queriendo tapar el sol con un dedo- las cosas pueden cambiar”, dice el ginecólogo. Pero eso que parece tan retrógrada todavía se ve.
Lo peor de todo no es que el contagio se dé yendo a prostíbulos, por ejemplo. Las infecciones sexuales no son exclusivas de los promiscuos. Las personas pueden contagiarse con el compañero de universidad que se ve muy bien puesto, o con la que parece más juiciosa. Sí mis queridos lectores. La gente cree o que no es con ella, o que eso se sabe a puro ojo, ¡y no es así!
Las personas pueden contagiarse
con el compañero de universidad que se ve muy bien puesto,
o con la que parece más juiciosa
Hay más de treinta enfermedades de transmisión sexual entre virus, bacterias y parásitos. Hablábamos al comienzo de las “curables” que se tratan con antibiótico y se superan (gonorrea, clamidia tracomatis, tricomoniasis y sífilis), y las “tratables” que son las que no se pueden curar, pero sí manejar (herpes, HIV), porque no se van con nada… ¡se quedan de por vida! Reaparecen cuando la persona está baja de defensas. Hay unas que presentan síntomas y la gran mayoría son asintomáticas. Y aquí es donde caben los y las juiciosas, y los y las desjuiciadas.
Contó el Dr. Daste que por estos días llegó a su consultorio una jovencita, muy juiciosa, de muy pocos compañeros sexuales; como dirían las tías: “muy de su casa”, con síntomas propios del herpes. “Explicarle que esa infección la iba a acompañar de por vida, que lo íbamos a tratar y a manejar su incidencia; que podía reaparecer cuando bajaran sus defensas, o no volver nunca más, pero que ahí iba a estar por siempre fue toda una tragedia”.
¿Y qué pasa con los desjuiciados y las dejuiciadas? Pues que en términos generales son más cancheros y se cuidan. Lo que no sucede con las jovencitas que han sido de su casa, muy cuidaditas y se enamoran del muchacho superpopular en el colegio y no le exigen el condón por miedo, por falta de experiencia o por confiadas… y terminan pagando las consecuencias. ¿Por qué? Porque él puede ser divino, pero pudo haber tenido una novia necia, bandida. O si es un muchacho bien puesto, pudo correr el mismo riesgo con una jovencita bien portada, pero con una expareja “recorrida”, como se dice en ese lenguaje juvenil. El riesgo siempre está ahí.
Concluye Daste que “hay que hablar claramente de las relaciones sexuales y decir con tranquilidad que es una forma de comunicarse entre seres humanos”, eso sí enfatizando en que unos se comunican más que otros o se comunican mejor que otros… así de claro, porque ahí también está el riesgo.
Nuestro cuerpo es un templo, es nuestra casa y hay que cuidarlo, respetarlo. Hay que conocer a las personas y usar condón sí o sí; no hay de otra.
¡Hasta el próximo miércoles!