A las cero horas de hoy un covid te enjaula
Opinión

A las cero horas de hoy un covid te enjaula

En la pandemia no dejaba de imaginar a unos pocos decidiendo comercialmente cómo inundar al mundo con la vacuna

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marzo 20, 2025
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A las 6.30 de la tarde, entre las estaciones de San Antonio y San Javier en el metro de Medellín, la vida arde, arde de gente que vive, gente que ha pasado el día en lo suyo, camellando, buscando o amando quizá, y ahora vuelve a casa. Por alguna buena razón -cada uno guarda la suya- miles de personas apretadas ordenadamente en los vagones tienen una mirada serena y así se comportan, sin que percibas en ese transporte abarrotado e impecable un solo acto irritado.   

Siguiendo hacia La Aurora en el metrocable sobre lo que parece el último barrio en el mundo, en un vuelo en el que subes y bajas bamboleándote al viento entre una canasta que pende de un hilo, todo adquiere una sensación alucinada, majestuosa, con millones de luces titilantes debajo de ti y colmando la vista.

Acaso sea por eso o porque de regreso un enfermero que hace cesáreas en el hospital y aún conserva el tapabocas me comenta que este día atendió tres partos, pero justo en este momento recuerdo y hasta le comento que hace exactamente cinco años, un 19 de marzo a las 11.59 de la noche, las grandes ciudades empezaban a aislar a la gente y en un par de días más vendría aquel período extraño, en algunos casos irreparable, del confinamiento, con sus toques de queda y cornetas de miedo.  Dejaríamos de ver personas en las calles, la muerte vendría descarnada y el terror de la pandemia, del puto Covid, empezaría a apoderarse de todo.

No es que la de hoy no sea suficiente incertidumbre o que el mundo o las entrañas no anden revueltos, pero lo de hace cinco años sí que fue desconcertante. ¿Se acuerdan?

Al globito minúsculo que habitamos en la infinitud del universo le vino entonces en gana sacudirse como un animal mojado para recordarnos que sobre todo somos criaturas descosidas por el miedo, seres disfrazados de ego, así que en el tiempo que vendría nadie iría más al trabajo, ni al teatro; quedaba prohibido robar almas en noches o besarse al azar, todo hasta una nueva orden gubernamental, durante gobiernos que improvisaron sin medida.

Extrañaba el bochinche, cuánto agrada la gente a montones, flotando en las calles, la gente viva y coleando, hervida en el metro o en un salseadero por las noches hasta que cierran

Aunque entonces, encerrado como la mayoría, tenía ansiedad y había rellenado la nevera para alimentar una familia y varios perros, solo imaginaba regresar a las calles con sus heridas. Extrañaba el bochinche, cuánto agrada la gente a montones, flotando en las calles, la gente viva y coleando, hervida en el metro o en un salseadero por las noches hasta que cierran; chocarse de hombros en las aceras, cruzar miradas que dicen todo, el gusto de hablar naderías con vendedores y taxistas.

Vaya tiempo aquel. Todo entraba en prueba. Estornudar podía costarte la vida, dirigir una palabra a alguien en los días que podías ir al supermercado también, y muchas jaulas se estrecharon hasta la asfixia, mientras “tele-trabajabas” o “tele-estudiabas”.

El virus no desnudo nada, nada que no supiéramos en cuanto a que los rayos dan más crudamente al corazón de la pobreza (miles padecieron hambre en el mundo y vieron la muerte de frente); nada que no supiéramos acerca del abuso de los bancos, sobre el deficiente sistema de salud, o sobre la magnitud de la vida humana que hasta ahora es capaz de resistir a todo y hacer nuevas vidas que entran acá por parto natural o por las cesáreas de hoy en las que participó mi amigo enfermero.

Quizá por puro gusto o por alguna evidencia, como a tantos otros, siempre me han atraído las teorías conspirativas, las clandestinidades, creer que hay otra historia que se burla detrás de cada historia. Durante la pandemia no dejaba de imaginar entonces una mesa en la que unas pocas personas sin tapabocas y relamiéndose de oportunidad, decidían la estrategia comercial para inundar el mundo con la vacuna; en el salón en el que trabajaban había presentaciones con cifras de muchos dígitos, escenarios de precios, estados financieros, utilidades, y flechas dibujadas para arriba con lobistas y políticos esperando fuera.

Aquí andamos, cinco años luego, aquel fue un tiempo extraño, como un sueño largo y sudoroso. Este también.

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