Nosotros morimos tres veces: la primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que han sobrevivido y la tercera en la memoria, que es la última tumba (Rosa Epinayú).
Se extraña la esclavista oligarquía colombiana de que el gobierno del Pacto Histórico en cabeza de Gustavo Petro haya sido elegido por cerca de doce millones de votos en protesta contra el sistema neoliberal que por décadas ha desangrado este país camandulero, mafioso, criminal y corrupto.
Nos acusan de "instigar el odio y la lucha de clases, de ser la chusma ignara que pervive en la miseria de bajos extramuros, barrios piratas, en la turba innumerable de desocupados, mendigos, analfabetas, obreros, maestros y jóvenes, indígenas y negros y campesinos explotados", como expresara en su Obra Negra el poeta nadaísta Gonzalo Arango (Q. E. P. D.) Y hasta tienen razón. Los derrotamos en franca lid.
Pero hay otra lucha de clases ejercida por la ultraderecha a través de multinacionales y la televisión y otros medios hablados y escritos y el poder político y financiero en beneficio de una minoría que se enriquece escandalosamente con la complacencia de biblias y dagas y arcabuces para esclavizar como en otrora, miserablemente a los hijos del pueblo.
"Un pueblo oprimido y degradado por el hambre se atreve a defender la vida y sus espacios". Esta vez tomamos el poder en democracia como lo exige la constitución nacional. La razón parece ser un privilegio de los grandes ricos, mafiosos, empresarios, terratenientes y banqueros. "Las razones del pobre salen del intestino, del dolor reprimido, estallaN con rabia en veredas y avenidas", nos recuerda el profeta nadaísta.
Decenas de miles de líderes sociales y jóvenes y firmantes de paz fueron asesinados por las fuerzas estatales y paraestatales durante los gobiernos neoliberales de Uribe, Santos y Duque, e inundaron de miseria pequeñas poblaciones y barrios y veredas de Colombia. Igualmente, las cifras indican que más de 18.000 soldados y policías fueron muertos en combates durante los últimos decenios.
Los buitres y élites de la ultraderecha fascista y hambrienta de dinero y poder no van a la guerra, son cobardes. Ellos hacen la guerra y la financian para deshacerse de miles de pobres que caen acribillados en los campos de la muerte, soldados y policías, insurgentes, mercenarios, hijos todos de una misma patria.
Vienen las reformas para vivir sabroso. Paz con justicia social. El pueblo espera. Se acabó la guerra.