Las situaciones complejas hacen brotar, sin adornos, la verdadera condición humana de la gente. En la guerra, por ejemplo, en medio de un cerco enemigo que se cierra, cuando la comida y el agua escasean, y de remate el clima y el terreno se vuelven contra uno, siempre habrá el optimista que llama a no perder la esperanza, pero también el amargado que anuncia en voz alta la desgracia general, o el hambriento que se ha comido la única panela que tenía el colectivo.
No falta el que al menor descuido de los demás deserta, corriendo hacia el perseguidor para ponerse a su servicio. Pero también el herido que pese a su condición sonríe y anima a los otros. De todo existe en la viña del Señor, y no solo en las confrontaciones armadas, sino también en las políticas. Tal y como lo estamos viviendo con la campaña presidencial en Colombia, en la que más de uno está pelando el cobre, revelando hasta donde es consecuente o miserable.
Por eso me reafirmo con Comunes, que bien podría inclinarse por la candidatura presidencial de Rodolfo Hernández. Para la extrema derecha ese partido sigue siendo una banda criminal, repleta de asesinos, secuestradores y narcotraficantes. Cosa que con algún disimulo parece compartir también un respetable sector de la izquierda, con candidato presidencial a bordo. Otro sector lo ve como una pesada carga que puede contaminarlos, restarles votos, hacerlos perder.
¿Así que por qué razón los firmantes de paz, que dejaron las armas y se reincorporan en medio de hostilidades de todo orden, iban a respaldar a Petro? Quien quiera que se haya tomado la molestia de leer su libro, sabe muy bien lo que él piensa sobre las originales Farc. Y quien quiera que haya sido cercano a él, conoce su desprecio por el Acuerdo Final de Paz. Comunes sufrió todos los desplantes del Pacto Histórico a escala nacional en las elecciones parlamentarias.
Y sabe que Petro no le perdona ser el partido político nacido de los Acuerdos de Paz con las Farc. Entre otras cosas porque para él, el más grande y verdadero de los Acuerdos de Paz firmados en Colombia fue el que suscribió el M-19 con el gobierno de Virgilio Barco, aunque nadie conozca una sola línea de ese Acuerdo. Así como asegura, sin el menor respaldo histórico, que ese movimiento fue el más poderoso ejército revolucionario que haya luchado en Colombia.
Comunes podría dedicarse a enrostrarle a Petro muchas cosas. Su mesianismo y arrogancia, por ejemplo. El desconocer de manera olímpica que Jaime Bateman Cayón, fundador del M-19, se expresó siempre con sumo respeto sobre los fundadores de las Farc, pese a haber creado la disidencia, esa sí disidencia, Movimiento 19 de abril. Lástima grande que el país no conociera realmente a Manuel Marulanda Vélez, le confesó Bateman a algún periodista.
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Comunes, con muchos argumentos, podría dedicarse a contradecir abiertamente a Petro. Sabe que si fuera solamente por él, en un gobierno suyo, los firmantes de paz casi serían un cero a la izquierda
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El mismo Bateman del que pese a su posición, Jacobo Arenas se expresó siempre con afecto. Comunes, con muchos argumentos, podría dedicarse a contradecir abiertamente a Petro. Sabe que si fuera solamente por él, en un gobierno suyo, los firmantes de paz casi serían un cero a la izquierda. Ya fue derrotado en forma risible el candidato de la derecha confesa, Fico, el continuista, el Duque II, el que dijo Uribe. ¿Por qué no sumarse a lo novedoso?
Una fotografía de Rodolfo Hernández lloroso, víctima de la guerra, abrazado con Timochenko, el antiguo jefe de la organización victimaria, llamando a la reconciliación y el perdón, podría conmover sin duda a muchos de los que dudan por quién votar el 19 de junio. Además Rodolfo ha dicho desde un comienzo que él piensa implementar sin ningún pretexto el Acuerdo Final de Paz. Sería un argumento de peso para justificar la decisión a favor del Ingeniero.
Comunes podría hacerlo, con el aplauso de la misma extrema derecha. Con el beneplácito de los hijos de Luis Carlos Galán, el candidato inmolado por su programa contra las mafias y sus aliados políticos. Con la palmadita en la espalda del senador Robledo. Con la sonrisa amistosa y los ojos lacrimosos de Fajardo. Con el guiño aprobatorio de César Gaviria. Así se convertiría en el Rosemberg Pabón o el Hebert Bustamente de los nuevos tiempos.
Pero Comunes jamás haría algo así. Porque por encima de todo es un partido político integrado por colombianas y colombianos decentes. Porque en las Farc aprendió que por encima de todo hay que ser honestos, veraces, abnegados en la lucha y modestos. Porque entiende perfectamente que lo que está en juego en nuestro país es el futuro de la democracia, amenazada gravemente entre el uribismo en caída y la demagogia populachera de un político vulgar y agresivo.
Porque entiende, sin mezquindades, que tras Petro y Francia marcha un pueblo que clama por auténticos cambios, por paz y justicia social.
